Ficha n°115

MURO, Antonio de San José de


Cargo: Fraile, Director de la Escuela de primeras letras en el convento de Belén.

Nació: En Navarra, España.

Murió: Se ignora.

Padres: Se ignora.

Resumen: Bajo el impulso del oidor Jacobo de Villaurrutia, un concurso fue organizado en 1797 en toda la Capitanía General de Guatemala para recompensar con una medalla de «tres onzas de oro y patente de Socio de merito, al que en una memoria demuestre con mas solidez y claridad las ventajas que resultaran al Estado de que todos los Indios y Ladinos de este Reyno se calzen y vistan a la española». El concurso suscitó una decena de trabajos y provocó un verdadero debate al interior de la sociedad colonial sobre la organización social de los indígenas. Otro mérito de este concurso fue que sacó del anonimato a un religioso que había actuado mucho tiempo en la sombra, que desarrolló en concreto el espíritu del enciclopedismo: se trata del religioso de la orden de Belén nativo de la Navarra, Antonio de San José Muro. Presente en Guatemala por lo menos desde 1788, tuvo el tiempo necesario para desarrollar unos conocimientos muy precisos de la economía de la Capitanía General de Guatemala. Presentó sobre esta temática un estudio de más de 60 páginas -con 145 puntos- que no recibió ningún reconocimiento salvo el accesit, aunque su trabajo nos parece bien superior al del fraile y fabulista Matías de Córdoba. Según Juan Gavarrete, el religioso se había hecho conocer previamente a través de un texto en el que Muro criticaba el gobierno de las Américas : Discurso del Gobierno Interior de la América, que no hemos podido localizar hasta el presente. En su memoria, el religioso anunciaba claramente su deseo de trastornar las habitudes coloniales. Hacía énfasis en los trabajos del Irlandés Bernardo Ward, quien había denunciando claramente la actitud de los españoles que se limitaba a “mantener las cosas en el pie que las han hallado, calificando de gran prudencia una conducta que sólo sirve de eternizar en el reino los abusos, la inacción, el letargo y la falta de las providencias que pide el bien de la monarquía”. Muro había leído el proyecto económico de Ward y se basó en este trabajo para redactar su propio estudio. En la introducción de su obra hizo un vibrante elogio de la libertad de comercio y explicó usando términos picantes sus motivaciones: “Puedo francamente decir que aunque no soy insensible a mi propia gloria, pero la principal mira que me he propuesto no es la de aspirar al premio, sino a que se combatan preocupaciones y costumbres ruinosas envejecidas”. Las soluciones que preconizaba frente al problema indígena en Guatemala merecen una pequeña digresión. Su plan establecía la apertura de un colegio en cada diócesis; allí 225 “indiececitos” de siete a nueve años y 120 “indiecitas” de seis a ocho serían educados lejos de sus padres para alejarse de sus “malas” costumbres y sobre todo para que olvidaran su idioma. Su modo de pensar se inscribía en ruptura con lo practicado anteriormente en materia de educación de los indígenas. Según Muro, si el sistema se hubiera extendido al conjunto del Imperio, este habría permitido « castellanizar » 1500 indígenas anualmente! Creía además que su proyecto permitiría comprobar “que no es característica la embriaguez del indios” comentario que implica la lectura de Rousseau y una posición crítica hacia les prejuicios de su época. El oidor Villa Urrutia, deseoso de enriquecer el debate, publicó algunos fragmentos de la memoria de Muro, que en donde aparecía su oposición al pensamiento de la Sociedad de los Amigos del País : “Querer en trage español a los Indios, darles cama, y mejorarlos de habitacion es meterlos en necesidades que no conocen ; y son perniciosos los que quieren introducirles modas. Un coton les cirve de camisa, chaqueta y armados : unos calzones sencillos cubren sus piernas y un sombrero de plama la cabeza.(..)”. Al fin y al cabo más de una decena de candidatos presentaron trabajos, y el oidor dió también a conocer al público numerosos fragmentos de los otros trabajos. En su mayoría fueron escritos muy rápidamente, y en estos estudios aparecen en filigrana las ideas de los fisiócratas. La memoria n° 4 estaba firmada por Vicente Hilario Morales y Pérez y la n° 1 era la de un joven estudiante que remitió su trabajo tres días después de la apertura del concurso : José Joaquín Tomás de Los Dolores Murillo. La memoria N° 3 fue escrita por la mano de Julián Antonio Córdova, nativo de Tapachula en Soconusco; era seguramente hermano del dominico Matías de Córdova. José Domingo Hidalgo, quien recibió la medalla de plata, presentó la memoria n° 10, Subdelegado de tierras en Quezaltenango. Según este autor, los indígenas deberían vestirse como los españoles para salir del pauperismo y volverse verdaderos consumidores. ¿Cómo financiar la producción textil necesaria al vestuario de un millón de indígenas y de Ladinos ? La respuesta seguramente no gustó a todos los sectores de la Iglesia : «Demuestra breve, pero victoriosamente, que concordados los Prelados Eclesiasticos y seculares, los Clerigos y Religiosos directores de almas, y los ciudadanos honrados en dirigir todas las mandas piadosas y fundaciones de caridad a engrosar un fondo comun para bien del publico, y de todos los necesitados, tendriamos en pocos años recogido un capital cuyos reditos sumados con las ordinarias limosnas bastarian para el decoro de los Indios y pobres y para los diversos destinos que arriba quedan apuntados». Esta cita coresponde a la memoria N° 8, aunque no está firmada. Entre demagogia, realismo y humanismo, estos debates sobre el mundo indígena no serían los últimos en la Historia de Guatemala...en todo caso fueron los últimos que la Sociedad organizó, porque la publicidad hecha a los escritos (y el contenido de estos) provocó la prohibición de la Sociedad, decidida el 23 de noviembre de 1799. La orden de supresión era muy explícita – el nombre de Antonio José Muro era el único citado-, sin embargo el contexto general en la ciudad explica también el carácter precipitado de la decisión. Poco tiempo antes el Capitán General había sido destituido y la Corona tenía la intención de restablecer el orden público amenazado por la crisis establecida a la cabeza del Estado. En el momento del término de las actividades de la Sociedad, Antonio de San José Muro era “socio de meritos”.
Mientras que el influjo intelectual y positivo de los oidores Villa Urrutia, Collado y Campo y Rivas y los regentes Pontero y Cerdán se mantenía vigente, volvemos a encontrar a nuestro padre a principios de 1799, cuando se trató de fomentar las escuelas primarias en los pueblos indígenas. El padre Muro, Ignacio Letona y sobre todo los hermanos Cervantes, que velaban entonces por las nuevas escuelas de San José Calazans, fueron consultados sobre la materia por los oidores. Muro era el responsable de la escuela de Belén desde hacía diez años y había trabajado mucho para modernizarla a pesar de la pobreza de los alumnos. Según su testimonio, un buen profesor de primeras letras debía tener las siguientes cualidades : « yo precindo por ahora de que los sugetos que se hayan de elegir para maestros sepan leer, escribir y contar ; y principalmente de arreglada conducta, como condiciones indispensables ; y solo desaria que fuesen caritativos, porque el interes no suele ser muchas veces insentivo bastante para el desempeno de una obra tan santa».

Autor de la ficha: Christophe BELAUBRE

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