Ficha n°112

BARNOYA, Ignacio



Cargo: Cura de Alotenango.

Nació: 28 de febrero de 1792 en Gerona, Cataluña (Bautizado el 29).

Murió: el 27 de mayo de 1863 en Alotenango, Guatemala.

Padres: Joseph Barnoya y Viñals (1752-1829), arquitecto sobrestante mayor de fortificación en Gerona, profesor del arte de la escultura y escultor y de Theresa Homs y Cors (?-1831) .

Resumen: El fraile de origen catalán Ignacio Barnoya fue uno de los promotores del movimiento de la Independencia en Centroamérica. Siguiendo una costumbre muy arraigada en las familias de poder del antiguo régimen, Ignacio, el menor de los varones, fue orientado hacia el clero. El primogénito, Luis, al igual que su padre, fue un personaje importante en la ciudad de Gerona como concejal del ayuntamiento arborando los títulos de Geómetra y de Agrimensor. De hecho, ingresó en calidad de novicio al convento de los dominicos y profesó, luego del año de noviciado que impone la regla dominica. Estaba en Gerona en el momento de la primera invasión de los ejércitos de Napoleón. Según datos recogidos de la tradición familiar, recopilados por el biógrafo Francisco Barnoya Gálvez, el fraile Ignacio Barnoya defendió la ciudad de Gerona, fue hecho prisionero junto a sus correligionarios y le perdonaron la vida a cambio del exilio.
A principios de 1810 se encontraba en el convento dominico de Cádiz junto al fraile Matías de Córdova, el cual estaba a punto de regresar a su tierra natal de Guatemala. No cabe duda que allí se estableció una franca amistad – basada por lo menos en convicciones políticas compartidas – lo que pudo haber persuadido al padre Barnoya de marcharse a Nueva España, donde podría mantenerse en contacto mas fácilmente con su nuevo amigo. En abril de 1810 nuestro fraile se encontraba pues en Nueva España, donde completó su formación hasta recibir, cuatro años más tarde, el diaconato en el convento de Santo Domingo de Campeche. Finalmente en marzo de 1815 fue ordenado sacerdote por el obispo Fray Pedro Agustín Estevez y Ugarte en la catedral de Mérida en Yucatán.
Previa autorización del Superior de su Orden en la nueva provincia eclesiástica de San Vicente de Chiapa –seguramente un religioso que se encontraba bajo el influjo de Córdova-, fue admitido en el convento que la Orden de Predicadores tenía en Ciudad Real, lugar donde el obispo Monseñor Salvador San Martín lo nombró familiar suyo. Durante el año de 1820 se perfilaba el cambio político. El régimen del absolutismo no podía durar mucho y era cada día más difícil enviar tropas a América para someter a los insurrectos. El comandante Rafael de Riego sublevó estas tropas y frente a la revolución de las grandes ciudades españolas, el rey no tuvo más remedio que jurar la Constitución de Cádiz en marzo. En México Iturbide había proclamado el plan de Iguala. El fraile Barnoya se encontraba entonces en el pueblo de Comitán cerca de la frontera con la Nueva España y sirviendo de cura coadjutor a su viejo amigo Matías de Córdova. Es probable que ambos estuvieran en este momento trabajando para fomentar el espíritu de independencia infiltrándose en el ejército. Barnoya decía que cuando estaba en la ciudad de Santa María de Comitán : “Promoví sus más caros intereses procurando sacudieran el yugo ominoso que por tres siglos los oprimía”.
El 23 de agosto de 1821, siendo entonces el fraile Barnoya capellán de las tropas del escuadrón de Húsares, supo convencer a don Matías Ruiz, Capitán del citado escuadrón, para que apoyara con sus soldados, en caso de que fuera necesario, la proclamación de la independencia de la ciudad, que Barnoya estaba impulsando junto a los frailes Matías de Córdoba y Juan Perrote. El 28 de agosto, las autoridades municipales declaran libre de España la ciudad. Para muchos centroamericanos, incluyendo al padre Barnoya y los vecinos de Comitán, la proclamación de la Independencia planteaba el problema de su futuro institucional, y más allá de este asunto, también el de la futura identidad que tenían que inventar. Ahora bien, la tarea se anunciaba delicada porque esta identidad había sido definida durante tres siglos entorno a la figura del rey y la hispanidad. La influencia de las viejas elites coloniales era lo suficiente fuerte para incitar a los centroamericanos a la anexión al Imperio Mexicano. Sin embargo, el 14 de junio de 1823 tuvo lugar en Ciudad Real de Chiapas una junta que decidió la independencia de Chiapas, “no sólo de México, sino de cualquiera otra nación”; Barnoya influyó entonces en la adhesión a Guatemala, mientras las tropas mexicanas de regreso de la ciudad de Guatemala entraban a Chiapas. Todos sus intentos fracasaron, y a finales de 1825 decidió marcharse a Centroamérica con un permiso de su provincial, radicándose en la población de Chiantla, donde sobrevivió dedicándose a actividades comerciales. En mayo de 1829, la Ciudad de Guatemala había caído en manos de los liberales y del ejército aliado “protector de la ley”. Barnoya recupera así una margen de maniobra política y acepta el nombramiento de cura de Santiago Pacicía del Comandante General, que se le ofreció para servir el. En este año de transición política recibió dos noticias que le hicieron entender que su vida estaba definitivamente arraigada a las tierras americanas: el fallecimiento de su padre tras un accidente de caballo (perdió a su madre tres años despuès); de otra parte fue naturalizado como ciudadano centroamericano por el Congreso Federal. En esta época pudo haber recibido, además de una decoración, unas tierras por parte del gobierno, o por lo menos facilidades para pargarlas, hecho que le permitió sembrar 30.0000 matas de café. Su biografó nos dice que vendió la finca llamada “Camantulul” “cuyas tierras adquirió por denuncia que hizo de los terrenos baldíos que componían, previo pago del valor de los mismos”. Estas 50 caballerías equivalían a la suma de 800 pesos, y el comprador fue el présbitero don Mariano Durán. Cuando Rafael Carrera tomó la cabeza de un grupo de facciosos contra las autoridades del Estado en el oriente de Guatemala, Barnoya dejó en junio de 1837 su curato de Santiago Pacicía para servir de capellán en el Ejército enviado por Gálvez, para recupêrarlo tras el fracaso militar del gobierno de Mariano Gálvez. Allí sirvió hasta 1841, cuando se le asignó el curato de Alotenango ; poco tiempo después pasó al de Dueñas, lugar que habría dejado en 1860 para volver a Alotenango, según su biográfo. Sin embargo en 1853 la Guía de Forasteros lo menciona sirviendo el curato de Alotenango en la vicaría de Chimaltenango. Había sido también secularizado – es decir dejó su hábito de fraile- en el año de 1848 por el papa Pío IX. Murió en Alotenango, bastante anciano, el 27 de mayo de 1863.


Autor de la ficha: Christophe BELAUBRE

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