Ficha n° 1881

Creada: 18 abril 2008
Editada: 18 abril 2008
Modificada: 26 abril 2008

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Autor de la ficha:

Rafael ALAS VÁSQUEZ

Editor de la ficha:

Haroldo RODAS

Publicado en:

ISSN 1954-3891

El drama del purgatorio plasmado en una pintura colonial

Rafael Alas es un arquitecto salvadoreño que se ha interesado en el campo de la historia del arte, adentrándose particularmente en un estudio iconográfico e iconológico de las obras. En esta oportunidad nos ofrece un análisis del purgatorio plasmado en una pintura del siglo XVIII conservada en el Salvador. La obra presenta un tema que sin duda fue un instrumento de miedo para la población de la época en que fue pintada, y constituye un documento plástico tras el que pueden descubrirse múltiples aspectos de la sociedad de ese momento. Al adentrarse en la visión del cuadro, Alas incluye primero una referencia hacia el significado del Purgatorio, a su concepto y simbolismo y la forma de representarlo en Europa, explica sus componentes y cómo fueron reinterpretados éstos por los pintores regionales, especialmente en la que fuera Provincia de El Salvador. El drama del Purgatorio resulta por lo demás interesante en su descripción y narración, pero lo es más porque permite hilar una serie de representaciones similares en otras provincias de la Capitanía General de Guatemala, y además porque muestra la vitalidad con que el tema se desarrolló en El Salvador, donde curiosamente hay mayor evidencia de esta representación que en las otras provincias. Sin duda, el aporte de este autor puede resultar muy aislado, con un enfoque en el que únicamente se contemple el mensaje como algo muy concreto, pero hay que hilarlo hacia las demás obras similares existentes tanto en el Salvador como en el resto de Centroamérica, y por otra parte, empezar a conocer cuáles son los aportes con que esta provincia se relacionó con el resto de las integrantes de la Capitanía General de Guatemala.
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Autor(es):
Rafael Alas Vásquez
Fecha:
Abril de 2008
Texto íntegral:

1El Purgatorio1 es un concepto que ha sido muy discutido desde que empezó a formarse y a ser comentado a lo largo de la Edad Media. La palabra Purgatorio proviene del latín “purgo” o “purgare”, término que quiere decir limpiar o lavar2, De acuerdo a la Nueva Enciclopedia Católica, el Purgatorio es el lugar o estado fuera de este mundo, en donde las almas que han muerto en estado de gracia, expían sus pecados veniales y mortales, ya perdonados en vida, o también los pecados veniales no perdonados, hasta que, purificadas por completo, pueden entrar al Cielo3. A pesar de las discusiones y ataques en contra de la existencia del Purgatorio, la Iglesia Católica se ha apoyado en las consideraciones de los Padres de la Iglesia y ciertas referencias, aunque no directas, del Nuevo y del Antiguo Testamento, En éste último se encuentra el episodio de Judas Macabeo (2 Macabeos, 12: 39-45), en donde se narra que éste realizó una colecta para ofrecer sacrificios por los que murieron en pecado, finalizando la historia al decir que es una práctica recomendable el rezar por los muertos, para que sean perdonados de sus pecados. A través de este pasaje, así como de otras referencias indirectas del Nuevo Testamento, como la que se encuentra en la Primera Carta a los Corintios (3, 13-15) en donde se habla que el fuego probará la obra de cada cual, se deduce la existencia de un estado del alma en donde ésta es purificada a través de fuego para su posterior entrada en el Paraíso.

2Jacques Le Goff ha estudiado a profundidad este tema, en su libro El nacimiento del purgatorio. Le Goff menciona a dos patriarcas griegos: Clemente de Alejandría y Orígenes como dos pioneros en la formación del concepto del Purgatorio. El primero distingue entre dos categorías de castigo, uno en esta vida y otro en el más allá[4]; a su vez Orígenes menciona que existe una purificación del alma después de la muerte5. Sin embargo, Le Goff afirma que, fue San Agustín (354-430) quien de una manera más decisiva abordó el concepto clásico del Purgatorio. Este santo distinguió entre el fuego eterno y otro que termina con el Juicio Final, afirmando también la eficacia de las oraciones por los difuntos6.
Otro personaje importante en este desarrollo es San Gregorio el Grande (540-604), quien es considerado por Le Goff “el último fundador del Purgatorio” Este Papa menciona, en su obra Los diálogos, la existencia de un fuego purgador para ciertos pecados menores7. Por otro lado es San Gregorio quien se considera el iniciador de la tradición de las llamadas “Misas Gregorianas”, cuando relata que un monje fue liberado del fuego purificador a través de la celebración de treinta misas en los treinta días siguientes a su muerte; es por ello que San Gregorio afirma que las almas pueden ser socorridas con limosnas, oraciones y sobre todo con la celebración de misas.

3Sin embargo, el surgimiento del nombre “Purgatorio” para identificar el lugar donde se ubica este fuego purificador, no acontece sino hasta fines del siglo XII, de acuerdo a Le Goff. Es así cuando en el siglo XIII aparece la obra de Jacobo de Vorágine, La leyenda dorada, la cual describe muchas historias acerca de las almas en el Purgatorio, algunas de éstas relacionadas con la vida de San Gregorio. Posteriormente, en el siglo XIV, Dante Alghieri describe vívidamente el Purgatorio en su “Divina Comedia”, a través de siete diferentes niveles ubicados en una montaña y en donde no se relaciona a este lugar únicamente con fuego. En ésto último coinciden algunos de los místicos de ese tiempo ya que Santa Francisca de Roma (1384-1440) menciona la existencia de hielo, aceite hirviendo y metal líquido, además del fuego, entre los tormentos de las almas en el Purgatorio, siendo éstas asistidas por ángeles en sus sufrimientos8. Más adelante, Santa Catalina de Génova (1447-1510), en su obra Tratado sobre el purgatorio, describe la complejidad del estado del alma en este lugar cuando menciona que ésta experimenta la felicidad y el dolor más grande a la vez, ya que se siente llena de amor por Dios pero también ve sus imperfecciones, las cuales le impiden reunirse con su Creador9. Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607) confirmó las aseveraciones de las visionarias anteriores ya que contemplo en el Purgatorio a los ángeles guardianes de cada alma confortándolas en sus sufrimientos, mencionando también que las almas se veían sufrir a la par que estaban contentas y animadas10. Estas descripciones se tomarán en cuenta más adelante para representar el Purgatorio en el arte, aunque no se puede negar que dentro de la variedad de tormentos que se describían, el fuego fue el más favorecido tanto en pintura como en escultura.

4Mientras los santos y místicos aportaban las visiones que confirmaban la existencia del Purgatorio, éste viene a ser mencionado por la Iglesia Católica hasta el Segundo Concilio de Lyons (1274), más adelante en el Concilio de Florencia (1439) y en el de Trento (1549-1563). En éste último se le dio énfasis a la doctrina del Purgatorio para responder a los ataques de los Protestantes, quienes negaban su existencia. Es así como en la vigésima quinta sesión, en diciembre de 1563, se proclamó que “la doctrina del Purgatorio, transmitida por los Padres y Santos Concilios, debe ser creída (por los fieles) y mantenida por la fe en Cristo, siendo enseñada y predicada en todo lugar11”. Este decreto puede resumirse en dos puntos principales:

5a) Existe un lugar de purificación llamado Purgatorio, en el cual las almas que mueren con pecados menores son limpiadas y purificados hasta su encuentro con Dios.

6b) Los feligreses pueden ayudar a las almas en el Purgatorio con oraciones, limosnas y especialmente con misas. Este Concilio también afirmó que las misas pueden ser ofrecidas por las almas en el Purgatorio y que los obispos deben cuidar de que las misas, oraciones, limosnas y otras obras piadosas ofrecidas por dichas almas deben ser realizadas de acuerdo a las leyes de la Iglesia.

7A su vez, órdenes religiosas, como los franciscanos, dominicos, jesuitas y carmelitas contribuyeron a defender el concepto del Purgatorio. Son notorias las afirmaciones de Santa Teresa de Avila, quien relaciona la fundación de un monasterio en Valladolid, con la liberación del alma de Bernardino de Mendoza de las llamas del Purgatorio, tal y como Cristo se lo había prometido12. De especial mención es el privilegio otorgado para la Iglesia en España, Portugal y el Nuevo Mundo por Benedicto XIV (1675-1578), por medio del cual se facultaba a los sacerdotes para oficiar tres misas por los difuntos en su día. Este privilegio, extendido más tarde a los sacerdotes de todo el Mundo por Benedicto XV, fue un reconocimiento a la gran devoción demostrada por la población de estos territorios hacia las ánimas13.

8Paralelo a este proceso fue desarrollándose también la devoción a las almas en el Purgatorio, hasta llegar a la dedicación del 2 de noviembre como el día de los fieles difuntos. Fue San Odilio (962-1048), quinto Abad de Cluny, quien dispuso que el día siguiente a la festividad de Todos los Santos (1 de noviembre), los monasterios de esta Orden deben recordar a los difuntos y rezar por su salvación14. Es por ello que esta festividad ya es mencionada por Jacobo de Vorágine en su libro La leyenda dorada, la cual viene a ser una de los recursos más utilizados por los artistas de estos períodos para componer sus obras. El culto en general recibió un gran impulso después del Concilio de Trento, siendo las Cofradías de Animas las que se dedicaron a ésto con gran celo. Émile Mâle ha señalado el aumento en el número de estas cofradías durante el siglo XVII como consecuencia de los ataques protestantes a la existencia del Purgatorio15. Este autor menciona también la existencia de “platos de limosnas”, los cuales deben de haber sido elaborados por las cofradías para recolectar dinero para misas a los fieles difuntos y para la celebración de la festividad el día 2 de noviembre. Dichos platos, o las figuras de almas desmembradas de dichos platos; se conservan en algunos museos de Europa y Estados Unidos de América, como es el caso de las dos figurillas de bronce que se conservan en la Galería Nacional de Arte de Washington, las cuales se asemejan mucho a otro par que se encuentra en el Museo del Condado de Los Ángeles. Pero las cofradías no solo encargaron estos objetos, también se preocuparon por la hechura de retablos para capillas y otros locales. El artista Jacobo Palma (el Joven) pintó a principios del siglo XVII el cielo de “la sala terrena” en la casa de reuniones de una de estas cofradías, en donde se ilustraba las diferentes maneras de ayudar a las almas en el Purgatorio a través de trece paneles16. Por otro lado, en España, el escultor sevillano Cristóbal Ramos, considerado por algunos uno de los mejores escultores españoles de la segunda mitad del siglo XVIII, realizó un total de cuatro retablos de ánimas durante su vida artística17.

9La devoción a las ánimas fue llevada al Nuevo Mundo por frailes y sacerdotes y va a ser en este territorio, durante el período colonial, donde este culto llega a revestir una importancia única, a tal grado que en 1738, los miembros del Ayuntamiento de la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala (ahora Antigua Guatemala), nombraron a las benditas ánimas “protectoras de la Ciudad18”. Varias muestras de esta extrema devoción por las ánimas han sido recopiladas por Salvador de Madariaga, en su libro The Rise f the Spanish American Empire, a través de los cuales queda patente la atribución de poderes especiales a estas almas, como por ejemplo el caso de la salvación de una mujer y su amante para no ser asesinados por el marido celoso, gracias a la intercesión de las benditas ánimas. Esta gran devoción también se refleja en el alto número de cofradías dedicadas a este culto, Santiago Montes, en su libro Etnohistoria de El Salvador dice: “…dominando en las cofradías las advocaciones del Santísimo Sacramento y de Animas, las más protegidas en España y América19”, Montes también presenta una lista de cofradías de los territorios de Guatemala y El Salvador, en base a los datos de la visita del Arzobispo Pedro Cortés y Larraz en el siglo XVIII, en donde se registran noventa y nueve diferentes devociones de cofradías, encabezando la lista las dedicadas al Santísimo Sacramento (63 en El Salvador y 133 en Guatemala) y 178 dedicadas a las ánimas (56 en El Salvador y 122 en Guatemala). Es así como queda patente que para fines del siglo XVIII, el número de cofradías de ánimas sobrepasaba a otras devociones tan populares como la Inmaculada Concepción, San Sebastián y la Asunción de la Virgen y de igual manera sobrepasaba a otras devociones que están asociadas con el tema del Purgatorio, como Nuestra Señora del Carmen, San Nicolás de Tolentino y San Miguel Arcángel.

10En la obra del Arzobispo Cortés y Larraz, quedan patentes sus recomendaciones para que cofradías de ánimas sean establecidas en cada parroquia, mencionando las obligaciones de estas asociaciones: pagar por misas para las almas, una misa el primer lunes de cada mes y la correspondiente a la festividad de los fieles difuntos. También estas cofradías deben de haber costeado las pinturas alusivas al tema para ser colgadas en las paredes de los templos ya que el arte colonial cumplió con propósitos didácticos entre la feligresía indígena, de igual manera se encargaron las esculturas en madera de pequeño tamaño que representan almas entre el fuego, las cuales aparecían a los lados de un crucifijo, y que se colocaban en mesas para recoger limosnas o para presidir el culto de los lunes dedicado a las benditas ánimas.

11Esta fuerte devoción se refleja claramente en el arte y más prolíficamente en la pintura, es así como el gran auge de la representación del Purgatorio se presenta en la pintura de los siglos XVII, XVIII y XIX, encontrando un ambiente propicio en los territorios de Italia, Francia, España y América Latina. A través de las obras de estos siglos se advierten toda una serie de constantes en la representación, las cuales dan forma a una imagen fácilmente reconocible del Purgatorio. Se dieron ciertas variantes en la composición y en la distribución de las figuras, las cuales dan origen a una clasificación de la representación dependiendo de los niveles jerárquicos y de los personajes mostrados20. Por otro lado se crearon obras de una simbología muy complicada, con un gran múmero de personajes, mientras que otras creaciones son muy literales en su mensaje. A fines del siglo XIX, las representaciones tienden a simplificarse y alejarse de las elaboradas composiciones del siglo XVIII, registrándose una disminución en el número de personajes, hasta llegar a la representación de la llamada “ánima sola”, aunque el elemento que no desaparece es el fuego como elemento purificador.

12Para ilustrar un ejemplo de la iconografía del Purgatorio se presenta una pintura existente en la Parroquia Inmaculada Concepción de la ciudad de Atiquizaya, Departamento de Ahuachapán (ilustración 1).

13pPintura

14Dicha obra de considerables dimensiones para la generalidad de la pintura colonial existente en nuestro país, presenta las medidas de 2.80 metros de alto y 2.04 metros de ancho, sin presentar firma visible de pintor alguno, como es la práctica generalizada para la pintura colonial, la cual es frecuentemente anónima. No se descarta la procedencia de los talleres pictóricos de Guatemala, dada la cercanía de la localidad con los centros de producción artística: de ese país. Por otro lado, el encargar la obra a talleres foráneos, lo cual representa un gasto considerable, pudo ser asumido por la Cofradía de Animas existente en Atiquizaya para fines del siglo XVIII, a juzgar por la condición económica de ésta, que poseía incluso un trapiche, de acuerdo al cura Párroco Phelipe Aceytuno21.

15La pintura ha cambiado de lugar dentro del templo mismo en varias ocasiones, exhibiéndose actualmente en la capilla sur, en una de las paredes laterales22. Dicha ubicación no debe ser la original ya que por lo general las pinturas de este tipo, conocidas en nuestro país como “cuadros de ánimas”, se colocaban en el sotocoro, adyacente al acceso principal del templo, o en la pared siguiente, correspondiente a la nave lateral, confrontándose de esta manera con la posición del baptisterio que usualmente presenta además de la pila bautismal, una pintura alusiva al Bautismo de Cristo. No se puede pasar por alto el significado de los elementos antes mencionados, ya que si bien es cierto que el baptisterio representa el perdón del pecado original por el medio simbólico del agua, el Purgatorio representa la purificación del alma de los pecados cometidos a través del elemento fuego. El primero representa el inicio como cristiano de la vida terrenal, el segundo paso constituye el inicio de la vida celestial. Por tanto la ubicación de ambos cerca de la entrada puede llevar al planteamiento mismo del templo como la vida terrenal misma del feligrés, la cual comienza con el bautismo, transcurre entre dificultades y penas, simbolizadas por el despliegue de las representaciones de las catorce estaciones del Vía Crucis en los pilares de los templos, siempre bajo la mirada e intercesión de los Santos y de Cristo mismo (imágenes en los retablos, altares y la presencia de Jesús Sacramentado en el altar mayor), hasta llegar a su muerte y paso por el Purgatorio (cuadro de ánimas23).

16El cuadro de ánimas de Atiquizaya presenta en su parte inferior a las almas entre el fuego purificador, en un nivel medio y en la parte central a la Virgen María, representada como Nuestra Señora del Carmen, y detrás de ella se levanta la Cruz con Cristo muerto, a ambos lados aparecen San Pedro Apóstol y San Miguel Arcángel; sobre la Cruz se ha representado al Espíritu Santo en forma de paloma. La representación de las almas en el nivel inferior, una constante en estas obras, se asocia con la relación del Purgatorio con un lugar subterráneo, de alguna manera similar al Infierno24; la distribución de las almas en hombres en la parte derecha del cuadro y mujeres en la parte izquierda (ilustración 2), no aparece comúnmente en las representaciones de este lugar.

17Detalle de la pintura

18Por el contrario, el fuego es una constante que se relaciona desde los primeros tiempos del Cristianismo cuando se menciona únicamente este elemento purificador y no se asocia con el lugar que más tarde se denominó Purgatorio. El mencionado texto de San Pablo (1 Corintios 3:13-15) en donde hace referencia que el fuego pondrá a prueba el comportamiento terrenal de cada persona, siempre ha sido considerado por la Iglesia Católica una de las alusiones al Purgatorio, además de todos los comentarios de los Padres y Místicos de la Iglesia siempre haciendo referencia al fuego purificador; Una de las más antiguas representaciones del Purgatorio proviene del Breviario de Felipe el Hermoso, elaborado en 1296, ahora en la Biblioteca Nacional de París, en donde se representa ya a las figuras de las almas entre las llamas del fuego purificador25.

19Las almas en esta pintura están representadas, como es usual, desnudas entre el fuego. Esta característica de representación aparece también en ciertas escenas del Juicio Final y se apoya en lo aseverado en la Primera Carta a Timoteo (6:7) en donde dice que venimos sin nada a este mundo y en verdad no nos llevaremos nada. La representación de desnudos tuvo serias restricciones dentro del arte religioso después del Concilio de Trento, especialmente en España y en sus colonias. Estas restricciones se basaban en lo aseverado por el Concilio en donde se tratara de evitar toda “lascivia” en las imágenes26. Es por ésto y otras consideraciones de que la Inquisición española nombró “veedores” (inspectores) para aprobar las imágenes religiosas27. Estas restricciones fueron llevadas al Nuevo Mundo28, es por ello que el desnudo en la pintura colonial no es muy frecuente y dentro del ámbito religioso cuando aparecen desnudos son castos, nada sensuales29. Sin embargo, para la representación de las almas en el Purgatorio, los artistas recurrieron a las llamas para evitar los desnudos y cuando en este cuadro de ánimas aparece una figura saliendo del fuego, se recurre a un paño blanco para cubrir la desnudez. Este lienzo blanco no es un accesorio cualquiera, ya que en una pintura de la Escuela Cuzqueña del siglo XVIII que se conserva en una colección privada (ilustración 3), aparece una alma fuera del Purgatorio o presentándose ante la Virgen del Carmen, vestida con una túnica blanca mientras en la esquina superior derecha de la obra aparecen varias almas desnudas siendo conducidas por un ángel a las puertas del Paraíso.

20Escuela Cuzqueña

21De aquí es que se asume que las almas ya purificadas eran representadas vestidas con atavíos blancos; ésta convención puede estar basada en el Libro del Apocalipsis (7, 9-14) en donde se menciona a los elegidos que aparecen con túnicas blancas, encontrándose una clara confirmación de ésto en el Tríptico del Juicio Final de Hans Memling (1470), en donde en el panel lateral se muestra a las figuras desnudas de los elegidos, quienes son recibidas a las puertas del Cielo por San Pedro y están siendo vestidas por ángeles30.

22Ciertas figuras de almas aparecen en esta pintura con rasgos y elementos que los identifican con sus cargos y roles terrenales, como el Obispo portando la mitra sobre su cabeza, la monja que aparece con su toca blanca y el fraile con su cabeza tonsurada, éste último en la esquina inferior derecha del cuadro. Esto es un motivo que aparece en la pintura europea, y muy frecuentemente en el arte colonial, para subrayar el paso obligado por el Purgatorio por parte de toda persona: religiosos y civiles, poderosos y humildes, viejos y jóvenes. Este motivo aparece muy temprano en el arte ya que en el Breviario de Carlos V (siglo XIV), existente en la Biblioteca Nacional de París, aparece una miniatura mostrando obispos, un rey y una reina en el Purgatorio31. En su catálogo de cuadros de ánimas de Las Palmas, Tenerife, Juana Estarriol Jiménez, ha señalado esta característica de la representación del Purgatorio32. Sin embargo este no es un motivo aislado dentro de estas representaciones; ya desde la Edad Media los motivos de la danza de la muerte mostraban a la personificación de ésta llevando de la mano a reyes, obispos y otros personajes de alto rango, de acuerdo al mensaje de que de la muerte nadie se salva. Posteriormente la sociedad española del siglo XVII también se inclinó por temas que subrayaban la fragilidad de las cosas terrenas y el poder de la Muerte sobre