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AFEHC : diccionario : NÁJERA Petrona : NÁJERA Petrona

Ficha n° 4335

Creada: 28 septiembre 2016
Editada: 28 septiembre 2016
Modificada: 29 septiembre 2016

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Autor de la ficha:

Jorge H GONZALEZ ALZATE

Editor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Información:

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Publicado en:

ISSN 1954-3891

NÁJERA Petrona

La vida de una esclava africana en el occidente de Guatemala que luchó denodadamente por mejorar sus condiciones de vida.
Palabras claves :
Occidente, Altos, Esclavitud, Africa
Cargo o principal ocupación:
Ama de casa
Nació:
Se ignora.
Murió:
Se ignora
Padres:

1No se conocen

Resumen:

1La secuela más importante de la conquista española fue la configuración de una sociedad colonial premoderna estructurada en forma jerárquica. El grupo dominante estaba conformado por una minoría de origen europeo y el sector subalterno estaba constituido por la mayoría indígena, junto con elementos esclavos de origen africano, así como un creciente sector integrado por mestizos y mulatos, las llamadas castas.

Uno de los objetivos más importantes de la historia social es el de intentar rescatar las voces y experiencias históricas de los sectores subalternos, los cuales a pesar de constituir la mayoría de la población han tendido a ser ignorados por la historiografía tradicional. La premisa fundamental que anima tan loable empeño es el considerar a los sectores subordinados como agentes conscientes, es decir, como personas dotadas de agencia, con la capacidad de interpretar y evaluar moralmente su situación, formular proyectos e intentar llevarlos a cabo. A lo largo de la colonia, la mayoría de individuos de origen africano, o de descendencia africana, se desempeñaban como esclavos en empresas agrícolas y mineras así como en el servicio doméstico en residencias de la élite española. Esta biografía considera un episodio extraordinario en la vida de Petrona Nájera, esclava doméstica en la residencia de don Manuel Ignacio Letona, factor de tabacos en el pueblo de Quetzaltenango, y su esposa, doña Rosa Rodriguez, ambos de origen peninsular. El caso de Petrona arroja luz sobre las vivencias, vicisitudes y estrategias de resistencia que muchos esclavos utilizaban en su empeño por encontrar alivio a su sufrimiento y mejorar sus condiciones de vida, condiciones que hicieran más llevadero “el pesado yugo de la esclavitud”. La trama de la historia comienza en una noche de lluvia, a principios de octubre de 1797, cuando la esclava Petrona, hostigada por el cruel maltrato de sus amos, y haciendo alarde de enorme coraje, decidió fugarse de la casa, aprovechando que don Manuel Ignacio se encontraba ausente por asuntos de su oficio. Una vez en la calle, Petrona se dirigió presurosa hacia la casa real. Al llegar, la recibió el corregidor don Prudencio Cozar quien le preguntó “¿mujer a qué vienes?” Y ella le respondió, “señor ya me he quejado con su merced y ahora me he salido de mi casa, y de aquí no salgo para volver a ella, primero que me ahorquen que volver.” En ese momento entró el guarda de la factoría de tabaco, don José Vega, quien había sido enviado por doña Rosa en busca de Petrona. El corregidor le dijo al guarda que le comunicara a doña Rosa que Petrona ya se había quejado muchas veces, pero que, por evitar conflictos con don Manuel, no le había hecho caso y siempre le había dicho que se regresara a la casa y que recientemente se había presentado a quejarse con un escrito pero tampoco le había puesto atención porque el escrito estaba en papel ordinario y no tenía firma. Que le preguntara a la señora que donde quería que pusiera a la esclava, si en la nueva casa de recojidas [la cárcel de mujeres] o en otra de su satisfacción, entre tanto él determinaba si la negra debía o no volver a su poder en justicia, “pues como usted ve la negra dice que no vuelve a su casa ni a pedazos”.

2 Al enterarse del paradero de la esclava, doña Rosa enfurecida se puso su manto y se dirigió hacia la casa real, acompañada del guarda y de Vicenta, su cocinera indígena. Al entrar en la casa real, le reclamó a Cozar su falta de cortesía para con una dama de tan alto rango social como ella y le exigió en tono imperioso que le regresara su negra inmediatamente. Cozar respondió que no podía hacerlo porque era su responsabilidad como juez de la jurisdicción hacerle justicia a la esclava, ya que las leyes la favorecían y que si quería se las podía mostrar. A los gritos, doña Rosa acusó a Cozar de estar “sonsacando a la negra para comprarla o quedarse con ella,” e insistió acaloradamente que se la entregara, prometiendo que no le tocaría ni un dedo. El corregidor, irritado con el tono imperioso de doña Rosa, le replicó que se equivocaba pues las criadas él las prefería “libres y salariadas”. Pero de todas maneras era decisión de la negra, “si ella quiere ir con usted que vaya.” Petrona agitada respondió, “ya le dije a su merced que ni hecha pedazos voy con mi señora porque me mata.” En ese mismo momento, presa de la angustia, Petrona corrió y se internó en una habitación adyacente y a los gritos pidió auxilio a las señoras de la casa [la esposa e hijas de Cozar]. Al intentar los guardas indígenas sosegar a la esclava, en medio de la confusión, ella se arrojó a la calle y corrió a refugiarse en la cárcel de mujeres. Allí permaneció por cerca de tres meses, con el expreso apoyo de Cozar, mientras la Audiencia dictaminaba sobre el caso.

3 Al día siguiente, Cozar nombró al capitán de milicias don Miguel Molina, para que actuara como juez comisionado en la causa de Petrona. Desde el pueblo aledaño de Totonicapán, remitió un largo escrito en el que daba cuenta de lo ocurrido y a la vez justificaba sus acciones ante sus superiores en la Nueva Guatemala. Según Cozar lo que había motivado el alboroto fue su intento de cumplir con sus deberes como juez de la provincia y hacerle justicia a una esclava del factor de tabacos que demandaba papel de esclavitud para buscar nuevo amo. Y por ello, según Cozar, fue ultrajado e irrespetado en su casa por la consorte de dicho sujeto [doña Rosa Rodríguez], a quien acusó de obstruirle su facultad de actuar como juez “y dispensar la protección que las leyes conceden a los esclavos oprimidos y maltratados de sus dueños.”

4 El corregidor asimismo hizo presente las constantes desavenencias que habia tenido con el esposo de doña Rosa, el factor de tabacos don Manuel Ignacio Letona, desde su ingreso en Quetzaltenango como factor interino de tabaco. Cozar acusó a Letona de tener conmovidos a varios del vecindario de Quetzaltenango contra él, y haberle vulnerado su crédito y fama con incesantes detracciones.

A continuación Cozar expuso las razones de la quejas de Petrona: que sus amos no cesaban de maltratarla y oprimirla, escaseándole el sustento y vestido, que en seis años que servía dichos sujetos no tenía más ropa que un atado de poca y mala calidad, que para guisar todo el día en la cocina le daban siete u ocho rajas de leña y si pedía más o decía no había bastante la maltrataban de obra y palabra llamándola ladrona, que cuando Petrona les rogó que le dieran permiso para buscar otros amos, ellos se rehuzaron, amenazándola con ahorcarla en medio de la plaza del pueblo. En 2 de Octubre de 1797, el Capitán Molina le recibió declaración jurada a la esclava Petrona Nájera. En dicha declaratoria, Petrona añadió más detalles acerca de su precaria situación. Dijo que la causa que la movía a quererse separar de sus amos era por lo mucho que la maltrataban, en dichos y en hechos, y que hacía seis años que no les merecía una mantilla; que no tenía más de dos naguas enteras y otras viejas de telas, tres fustanes de manta, dos camisas volteadas, dos remendadas y un güipil más una sabanita de manta y tres medios pañuelitos de lienzo rotos, todo lo cual se lo habían dado sus anteriores amos. Dijo que nadie la había inducido a que se saliera de la casa y que si le hubieran dado su papel no se hubiera presentado sino que hubiera buscado nuevo amo, pero a cuantos ha visto le piden el papel de su amo actual. Finalmente, reiteró que no se salía por vivir en libertad sino por estarles experimentando maltrato a sus amos. Como parte de la indagatoria, Petrona también presentó el papel que anteriormente había utilizado con el fin de solicitar protección legal del corregidor Cozar. Según ella, la persona que la asistió en la redacción de dicho escrito se había rehuzado a firmarlo por temor a las posibles represalias del factor Letona. Petrona Nájera Requena esclava de los señores don Manuel Ignacio Letona y doña Rosa Rodríguez, con el mayor rendimiento de mi humilde condición hago presente a la superior atención de Vuestra Merced y digo:

5 bq. que hallándome pasando una vida tan amarga y llena de aflicción con los nominados mis amos a causa de los gravísimos trabajos que paso con sus mercedes, no tan solamente hallarme en el pesado yugo de la esclavitud sino que reviento en el trabajo y experimento varios improperios por los genios intrépidos de sus mercedes. Y aunque varias veces les he pedido papel de venta para solicitar amo que me compre no ha sido dable el haberlo conseguido: antes me responden que primero me ahorcarán en medio de la plaza que darme tal papel de venta. En esta atención suplico rendidamente a la innata superior piedad de Vuestra Merced que mirándome con aquella que acostumbra su prudencia y buena administración que ejerce se sirva distribuirla amparándome bajo la real jurisdicción que en Vuestra Majestad reside; porque de volver a la casa de mis amos como que ya los tengo bien experimentados en crueldad me expongo a que me maten a azotes. A Vuestra Merced rendidamente suplico se sirva hacer como pido que en ello recibiré bien y merced con justicia. Juro en forma. No sé firmar. Quezaltenango y Octubre 3 de 1797. Juro y declaro Petrona Nájera.

6 El juez comisionado Molina hizo traslado de la causa al factor Letona, quien había regresado a Quetzaltenango al siguiente día del incidente. Este le negó toda validez al procedimiento y dijo que se quejaría directamente ante la audiencia en Guatemala donde pediría un juez imparcial para la causa. Letona entonces se trasladó a la capital del reino donde intentó defenderse de lo que él llamaba “multitud de imposturas y exageraciones de Cozar” las cuales él interpretaba como un deliberado ataque a su estatus como funcionario real asi como a su reputación y la de su mujer. Exigió entonces que la Audiencia obligara a Cozar a restaurarle el honor, reconociendo públicamente su mal proceder hacia su mujer y hacia él mismo. Cabe señalar que en sus escritos sobre el caso, Letona en ningún momento se refirió a las quejas de Petrona, ni trató de defenderse de los cargos de maltrato que le hacía la negra. Está claro que para él, el episodio no era más que un pretexto de Cozar para vulnerar su reputación, sin duda, con el siniestro fin de desalojarlo de su puesto en Quezaltenango.

Luego de un detenido examen de la evidencia, los jueces de la Audiencia, evidentemente preocupados con las posibles repercusiones sociales y políticas de tan desagradable altercado entre dos funcionarios reales, ordenaron a Cozar que hiciera las pases con Letona y le regresara la negra a doña Rosa. Al mismo tiempo, mandaron que Letona se trasladara a Ciudad Real, capital de la vecina provincia de Chiapas, en calidad de factor de tabaco de la provincia, todo con el propósito de evitar conflictos entre él y el corregidor. En su dictamen, los magistrados tampoco hicieron mención alguna de la causa de Petrona. Evidentemente, el caso sólo merecía la atención del tribunal en tanto que la querella entre Letona y Cozar precisaba de un remedio efectivo con el fin de evitar que degenerara en algo quizás más grave. Al fin de cuentas, Cozar obedeció lo mandado y también acordó cubrir los costos de la causa, muy probablemente bajo la condición de que Letona dejara a la negra en paz. Aparentemente al ver su honor reivindicado, con la actitud conciliatoria de Cozar, don Manuel y doña Rosa accedieron a permitirle a Petrona que buscara un nuevo amo. A principios de enero de 1798, le vendieron la esclava al cura de San Juan Ostuncalco, José Antonio Colomo. Seis meses después, al fallecer Colomo, Petrona pasó a servir en la casa de doña Manuela Cancinos, esposa de don Félix Polero, prominente hacendado en el distrito de Retalhuleu en la provincia de Suchitepéquez. Curiosamente, en ambas escrituras de venta, Petrona aparece con el apellido de Mártir. No sabemos si se trataba de una referencia a su atormentada vida con los Letona. No se han recabado datos adicionales que revelen la suerte de Petrona a partir de ese momento. Este extraordinario episodio en la vida de una esclava africana ilustra una variedad de temáticas en torno a la esclavitud, las relaciones entre amos y esclavos y en particular, las experiencias de una esclava doméstica a finales del siglo de las luces en el Reino de Guatemala. Revela en especial la capacidad de los actores sociales subalternos de iniciar por si mismos acciones dirigidas a mejorar sus condiciones de vida pese a los formidables obstáculos que su condición legal y social les imponía. Ofrece asimismo evidencia de las formas de resistencia empleadas por los sectores subalternos tales como la negociación, las alianzas con elementos más poderosos, o asociados con individuos poderosos, así como el escape. Pese a ocupar el nivel más bajo de la pirámide socio-racial de la sociedad colonial, Petrona se las ingenió para reclutar y mobilizar aliados con la capacidad de asistirla en su empeño por obtener alivo a su sufrimiento y lograr vivir una vida más digna, más humana. Y cuando tuvo la oportunidad, se escapó de la casa y buscó protección legal con el corregidor Cozar. Así mismo, como James Scott argumenta, el episodio de Petrona demuestra que el problema de la explotación y la rebelión no es simplemente un problema de privación o compensación monetaria, sino también una cuestión moral. Es decir, a menudo las rebeliones están fuertemente condicionadas por las concepciones de justicia social, de derechos y obligaciones de reciprocidad que hacen parte del horizonte cultural de los sectores subordinados. A cambio de sus servicios como doméstica, Petrona esperaba y exigía un tratamiento humano y digno. Pero según ella, sus amos no habían cumplido con su parte en dicho ‘pacto social’y por lo tanto ella se sentía en su derecho de rebelarse e intentar buscar amparo con el magistrado real don Prudencio Cozar. Pero al mismo tiempo, como Pierre Bourdieu ha señalado, los subalternos intentan realizar sus anhelos de autonomía y dignidad siempre dentro de un contexto de restricciones estructurales ajenas a sus intenciones que oponen límites irreducibles a tales aspiraciones. La historia de Petrona de Nájera ilustra esa lucha por la libertad, o al menos por el mejoramiento de las condiciones de vida de los esclavos. Y al mismo tiempo pone en evidencia los parámetros estructurales dentro de los que las clases subordinadas siempre han actuado y siguen actuando. A Petrona le tocó afrontar la reacción y resistencia de sus amos y la capacidad de influencia política que ellos ejercían en sus intentos por proteger sus intereses. El episodio igualmente aporta evidencia de la presencia de una mentalidad ilustrada y humanitaria entre algunos miembros de la élite gobernante local (individuos como Cozar, el comisionado Molina y el autor anónimo del papel de Petrona, entre otros). Estos individuos demuestran una decidida voluntad a arriesgar su capital social y politico (confrontando elementos poderosos) en su empeño por brindar asistencia y protección a los elementos subordinados y más vulnerables de la sociedad local. En términos más concretos, el caso nos revela una decidida voluntad a utilizar a favor de tales elementos subalternos las prescripciones de las leyes españolas que habían sido recientemente recopiladas en 1789 con el título de “Instrucción sobre educación, y buen trato de los esclavos”. Dicha instrucción instaban a los amos a tratar a sus esclavos de manera más humanitaria y caritativa. Al mismo tiempo, el caso de Petrona demuestra las fuertes limitaciones que afrontaban dichos agentes de la ilustración, dada la prevalencia y poder de una mentalidad conservadora, opuesta a la reforma social, entre las élites burocráticas del reino — como lo demuestra el caso de don Manuel Letona y su esposa, así como algunos magistrados de la audiencia. Como el historiador español Manuel Lucena ha demostrado, en la América española de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, fueron los intereses de los amos los que se impusieron, ya que forzaron a la corona a abrogar “La Instrucción sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavos de 1789”, pocos años después de haber sido promulgada. Sólo sería hasta después de la independencia que el añorado sueño de libertad de los esclavos de Centroamérica sería finalmente realizado con la ley de emancipación emitida por la Asamblea Nacional Constituyente en marzo de 1824. Como miembros de la facción radical liberal, los representantes de Quetzaltenango ante ese cuerpo legislativo muy probablemente votaron a favor de tan histórica y precoz reforma, seguramente con el apoyo de Cozar, quien a la sazón se hallaba en las postrimerías de su vida. No sabemos si Petrona alcanzó a vivir para celebrar tan magno acontecimiento y si tuvo la oportunidad de contarle a sus descendientes su extraordinaria historia, su denodada lucha por los derechos de todos los humanos a vivir vidas dignas y libres de opresión. De haber sobrevivido, Petrona Mártir Nájera tendría 52 años. Finalmente, es importante señalar que en la región de occidente la población africana esclava fue siempre muy escaza y las relaciones entre amos y esclavos, de acuerdo a la documentación consultada, parecen haber sido relativamente harmoniosas, con múltiples casos de manumisión testamentaria. Esto quiere decir que el caso de Petrona probablemente no fue típico. Aunque está claro que sólo investigaciones detalladas nos podrán aportar la última palabra sobre esta importante cuestión. En todo caso, como sabemos, la emancipación legal de los esclavos fue sólo el primer paso en un largo y tortuoso sendero, pues como las interminables pugnas ideológicas y socio-políticas del siglo XIX claramente demuestran, los nobles ideales de la ilustración — libertad, igualdad, fraternidad — cuyo objetivo central era la destrucción de la sociedad jerárquica del antiguo régimen, nunca se realizaron y aún hoy en día quedan por realizarse.

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