Ficha n° 1668

Creada: 16 agosto 2007
Editada: 16 agosto 2007
Modificada: 16 agosto 2007

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Autor de la ficha:

Nara FUENTES CRISPÍN

Publicado en:

ISSN 1954-3891

- El viaje de Lionel Wafer - Un imaginario del Darién

En este texto se quiere mostrar que el tardío interés por el reconocimiento de la complejidad geográfica costera de la Nueva Granada – con las Expediciones y otras medidas propias de las Reformas Borbónicas -, son elementos que contribuyeron a reforzar un imaginario sobre el istmo Darién al final del XVIII; tierra rica, codiciada y, a la vez, indomable. No son los documentos emanados de las acciones derivadas de una política gubernamental durante este periodo, las únicas fuentes útiles para reconstruir el imaginario geográfico sobre esta región. Desde su 'descubrimiento', las ventajas estratégicas del Darién fueron apreciadas por sujetos no españoles y no precisamente 'legales', quienes, en acciones como las propias de la piratería, recorrieron la zona y lograron trazar allí su huella interoceánica. Es el caso del viajero ilegal Lionel Wafer y de sus fascinantes memorias publicadas en 1720 ; estas aportan descripciones y ricas apreciaciones y devela la fluida dinámica entre el mar y el continente. Es un relato que se adelantará en casi un siglo a la Ilustración española en su acertada forma de mostrar la geografía, en general, y , en particular las dinámicas y relaciones económicas y culturales del Darién.
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Autor(es):
Nara Fuentes Crispín
Categoria:
Inedito
Fecha:
Agosto de 2007
Texto íntegral:

1El abandono de las costas durante el periodo posterior a la Independencia de la Nueva Granada y la poca importancia dada a este espacio en el diseño de proyectos regionales o de nación en los albores del siglo XIX, son fenómenos que encuentran una génesis posible en dos elementos: por una parte, una débil o tardía política de defensa de las costas durante el periodo colonial, por otra, la rica complejidad de espacios costeros como el denominado istmo de Panamá. En consecuencia de estos dos, ocurrió un tardío interés por un conocimiento profundo de esta complejidad geográfica; un interés circunscrito al marco de las Reformas Borbónicas de cuyo espíritu surgieron importantes acontecimientos científicos como la Expedición del ingeniero Joaquín Fidalgo, cuyo derrotero comprendía desde la Guajira hasta la actual Panamá. El istmo panameño, también denominado del Darién, fue un punto clave desde el inicio del siglo XVI, con el denominado ‘primer ciclo económico’ de extracción que se extendió desde Santa María la Antigua hacia todo el litoral de la que sería la Nueva Granada. Desde la primera expedición interoceánica emprendida por Balboa, se consolidó como un lugar estratégico: en primera instancia, como la zona desde la cual se inició la colonización del actual Caribe colombiano, en segunda, como paso clave entre los mares del Norte y del Sur, y eje de la gran ruta comercial entre estos.

2Ahora bien, las ventajas estratégicas de esta zona también fueron apreciadas por sujetos no españoles y no precisamente ‘legales’, quienes, como los famosos Hermanos de la Costa, hicieron de la piratería – extendida con algunas transformaciones desde el siglo XVI hasta finales del periodo colonial -, un fenómeno comercial de importancia y de serias repercusiones. Una de ellas, la preocupación por adelantar proyectos transoceánicos1 que permitieran al gobierno español proteger la conexión entre el Caribe y Lima y de allí hasta la frontera austral. Uno de esos sujetos no españoles e ilegales es Lionel Wafer, en cuyas memorias se describe con asombro una región que quizá, en su momento, un relator oficial no pudo ver con la misma fascinación ni claridad. Esto, a pesar de que se trata de un relato cuyas descripciones no son literarias o especialmente imaginativas y que más bien, sorprende por su pretensión de cientificidad a pesar de estar escrito casi un siglo antes al periodo de las expediciones científicas del XVIII. El relato de Wafer, escrito a finales del XVII y publicado a inicios del XVIII, revela dinámicas propias de la relación entre el mar y continente del imperio hispánico. Sus descripciones se asemejan, en muchos detalles, a las que encontramos en algunos documentos de finales del XVIII. Sorprende, entonces, que los términos en que se refiere al istmo sean tan similares a aquellos de autores de muy distinta formación y de una época ilustrada que aún para Wafer no se vislumbraba, al menos en lo que se refiere a la importancia científica que se le daría al ‘viaje’ y a la exploración como ejercicio científico. Así que, desde la ilegalidad al inicio del XVIII y, desde la lectura de fuentes de final del mismo siglo, mostraremos la paradoja de un espacio de particulares naturaleza y paisaje, entendiendo paisaje como síntesis de la interacción entre los hombres y el espacio y de las relaciones económicas y culturales.

3Publicado en Europa en 1720 El viaje de Lionel de Wafer responde a un imaginario geográfico especial. En 1679 Lionel Wafer se embarcó en Londres con el fin de encontrarse con su hermano en una plantación de Jamaica. De allí pasó a Cartagena y, en extrañas circunstancias, se unió a un grupo de bucaneros rumbo a Panamá en el rol de médico de una tripulación concentrada con la misión específica de asaltar a las ciudades de Santa María la Antigua y ciudad de Panamá. En el gremio pirata la definición de roles es importante; capitán, práctico, cocinero, astillero, etc. Uno de los mas importantes, cirujano, “ducho en cauterizaciones al rojo vivo y al que se le atribuía la responsabilidad en tantas patas de palo y tantos garfios como han ilustrado la iconografía de los piratas2.” Entonces, es su profesión, muy probablemente, la razón por la cual llevaron a Wafer.

4Al llegar al istmo, la tripulación se separó en dos grupos; el grupo de Wafer se dirigió al Golfo de San Miguel en donde se perdió. En los dos capítulos introductorios encontramos detalles de la tragedia del viajero e importantes descripciones geográficas, las impresiones de su estancia con los indios que constituyen, si se quiere, un ensayo etnográfico, y su búsqueda a pié, de una salida a la costa que le permitiera retornar a Londres. En el capítulo III, en tono de naturalista, Wafer se ocupa de la descripción ordenada de las riquezas naturales, en especial los árboles. En el capitulo IV describe la fauna. En el V, “todas las aves de tierra y de mar y los insectos”; en el capítulo VI “los peces de mar y de agua dulce”. En el capítulo VII y XVIII se ocupa de la descripción de la población indígena, sus características físicas, sus costumbres; las habitaciones, plantaciones y oficios. En donde más se detiene en la descripción geográfica es en el Capítulo II “Descripción del istmo”, que es la que resulta más oportuna para nuestro análisis, el cual, no sigue la cronología de los acontecimientos de la obra ya que se trata de un texto en donde el autor mismo advierte: “No se debe esperar que sea un diario completo, o una relación histórica de todo lo ocurrido en el teatro de mis correrías, sino como una descripción, tan particular como puedo darla, del istmo del Darién, donde se me dejó entre los indios salvajes3.” Nuestro interés se centra en el istmo del Darién como teatro y geografía de las correrías a que nos conduce Lionel Wafer.

Delimitar el istmo

5En 1718 el Virreinato de Santafé se estableció con los siguientes límites: “Comprende sobre el mar del Norte toda la costa que se extiende desde las fronteras de Guatemala hasta el saco de Maracaibo4.” Esta visión amplia y comprensiva de un pensador de finales del XVIII es la misma de un geógrafo actual acerca del Caribe. Se trata de un espacio que, desde comienzos del siglo XVI, conformó una unidad a partir de Cuba y la Española. Específicamente para la Nueva Granada, el espacio costero es la conexión con el mundo. El istmo de Panamá, por el ideal y el reto que constituían el cruce transistmico, se destacó como clave de esa conexión. Esta zona del Caribe trascendió el interés de España y fue codiciada y, de diversas maneras, apropiada por otras potencias. Esta penetración se facilitó por la situación que Gerard Sandners describe como una ‘posición estratégica española consistente en una concentración relativamente pequeña alrededor del río Chagres que colapsó en 1739’; y es que estos son los bordes costeros en los cuales las políticas de poblamiento y de control fueron tardías o no exitosas5. En fuentes como los relatos de Wafer y los de otros viajeros ilegales de su época, la importancia estratégica dada al istmo contrasta con la conclusión a la que, no sin razones, llega Sandner al observar la política del siglo XVIII: ‘El istmo se mantuvo como periferia’. Esta percepción es contraria al imaginario filibustero para el cual el gran espacio Caribe no tenía límites sino puntos claves en una ‘especie de unidad territorial’.

6Delimitemos el istmo, entonces, como lo hace Wafer: “Si debiese fijar los límites de esa parte, la más estrecha del istmo, trazaría, como límite occidental, una línea que pasara de la boca del río Chagres, en el punto donde desagua en el mar del norte, a la parte más próxima del mar del Sur, y al oeste de Panamá; de suerte que encerraría esta ciudad y a Portobelo con los ríos Chepo y Chagres”. Nos circunscribimos así al espacio del istmo como centro del circuito Caribe Occidental –Océano Pacífico: “Está bien limitado al norte y al sur por ambos mares. Si se observa que es el terreno más estrecho que los separa, y que hay que hacer un rodeo prodigioso para ir por mar de una costa a la otra, habrá de admitirse que su situación es muy singular y muy halagadora6.” Este espacio, desde la visión de pasajero ilegal de su autor, es el espacio en el que se ubicaron otros como él, sujetos que ayudaron a configurar el uso del istmo como lugar de paso. Muestra de ello es que Morgan en 1670 entró por el Castillo de Chagres, pasando por el puerto Cruces, llegó a Panamá y la saqueó. Son esas constantes las que terminaron por abrir la ruta Nombre de Dios/Portobelo/Rio Chagres/Panamá, la cual se consolidó como la ruta transoceánica usada por diversos actores. El Chagres fue, por mucho tiempo, la clave del paso entre los dos mares. Una ruta que no era nada fácil de cruzar y la única promesa trasistmica visible. Como escribiera el ingeniero Joaquín Fidalgo un siglo después de Wafer: “En el curso de este río se encuentran algunos obstáculos, ya por los troncos de árboles que desbarrancados de las orillas se hallan varados en el fondo sin descubrirse y que es preciso evitar para no zozobrar sobre ellos, y ya también por los parajes en que hay poco agua y llaman raudales que obligan a alijar la carga volviendo a cargar luego que pasan a suficiente agua, lo que retarda el viaje7.”

7Las rutas comerciales oficiales que confluían en las ferias anuales, cuya frecuencia decayó a lo largo del siglo XVII, fueron la guía de las autoridades españolas para la protección del tesoro más que el dominio el espacio geográfico en sí. A finales del siglo XVII la idea de proteger militarmente el istmo se tradujo en algunas acciones como el inicio de las fortificaciones de Panamá iniciadas por Alonso de Villacorta en 1674. A pesar de dichas acciones, adelantadas a veces en puntos geográficos aislados, la soberanía absoluta siempre estuvo cuestionada y el comercio ilegal fue en asenso al igual que la introducción de los ingleses, como muestran documentos como el de Wafer o las memorias de su contemporáneo el filibustero Alexander Exquemelin, sujetos que no por ser ilegales a los ojos españoles, carecían de un organizado sistema económico8. Posiblemente las memorias de Wafer o Exquemelin, – especialmente porque describen las posibilidades de supervivencia en las costas americanas -, funcionaron como mecanismo retórico que ayudaba a garantizar la continuidad de dicho sistema, ente otras cosas, por que una correcta información sobre las condiciones de las costas evitaba cometer errores que podían salir muy caros. Estas fuentes nos muestran, también, territorialidades diversas en el sentido que entiende Guillermo Castro, lo transistmico. Este autor destaca ciertas constantes en el istmo, entre los siglos XVI y XIX: monopolio del tránsito por una sola vía – la del Chagres -, la tensión producida por la sujeción de la ruta al control estatal y la presencia de diversos actores que ponen en cuestión dicho control9. El paso interoceánico nos habla de una sociedad integrada por grupos sociales que se organizan en el marco de una estructura de poder en medio de conflictos y tensiones que se pueden apreciar en documentos como el que nos ocupa y en otros más elaborados como los proyectos del Virrey Antonio Caballero y Góngora, escrito a finales de 1.700, que citaremos más adelante.

Las condiciones climáticas

8El istmo panameño, según las fuentes citadas, tiene características particulares que lo hacen húmedo y bochornoso. “La estación lluviosa comienza en los meses de Abril y Mayo, y las lluvias son muy violentas durante los meses de Junio, Julio y Agosto. Pero en ese mismo tiempo, si el sol llega a penetrar una nube, hace un calor sofocante porque entonces las brisas que sirven para refrescar el aire, no soplan por lo regular10.” “Desde la Calidonia hasta la punta de San Blas, es también la costa brava en tiempo de brisas, pero las muchas islas, cayos y bajos que cerca de ella hay, forman algunos surgideros, y canalizos muy abrigados y seguros en todo tiempo y a donde van los extranjeros para hacer el comercio ilícito con la Provincia de Panama11.” Estas, como otras informaciones de Wafer, fueron útiles tanto para la navegación como para la elección de sitios de supervivencia en el tiempo en que se desarrollaban las incursiones. La zona del istmo se explica por su condición climática también y en las diversas descripciones no se niega la importancia de este aspecto. Ingenieros como Fidalgo, harán, a la manera de Wafer, algunas observaciones que recurren a la naturaleza para explicar el clima de Portobelo; según él, como la ciudad está rodeada de cerros, el viento no la atempera, por lo tanto el calor es excesivo y los árboles “exhalan vapores que forman nubes que se convierten en aguaceros frecuentes12”.

9El relato de un italiano a mediados del siglo XIX describe el clima del Darién. Recién graduado en Ciencias Naturales en Turín, Enrico Festa viajó por Túnez y Siria y diseñó un plan para viajar al Amazonas. La frustración de dicho plan lo condujo al Ecuador en 1895; en su periplo, y mientras esperaba en Panamá que cesaran los levantamientos en el Ecuador, debió quedarse por largo tiempo en el istmo de Panamá. Durante ese tiempo, el Darién se convirtió en el objeto de su mirada de naturalista. Zoólogo por excelencia, Festa se quejaba – como lo hubiera hecho Humboldt -, de los permanentes daños causados por el clima en las piezas de animales y de la dificultad para conservar material biológico. Como para Wafer en sus días, para Festa, el clima, con sus cambios repentinos en las corrientes de los ríos, los rumbos de vientos o mareas, fue una caja de sorpresas. Un ejemplo de ello es su llegada al Archipiélago de las Perlas en donde el viento mantuvo parada dos días la goleta en que viajaba: “Además sobrevino una llovizna que duró un día entero y no se empapó; todo esto se agregaba la incomodidad de la sed, ya que los marineros se han olvidado de renovar la provisión de agua dulce13.” Festa refiere también la extrema incidencia de los periodos de lluvias en el desarrollo de los viajes y desplazamientos:

10“ El clima del Darién es caluroso y húmedo; las estaciones son dos: la seca o verano, que dura desde diciembre hasta mediados de Mayo, y la lluviosa o invierno que dura desde mediados de Mayo hasta fines de noviembre. Latente, la temporada de lluvias tiene un breve intervalo de relativa tregua, llamado ‘veranito de San Juan’, que dura de mediados de junio a mediados de julio. Durante la época de lluvias, éstas no duran todo el día: comienzan al atardecer, llueve toda la noche y en la mañana el cielo está despejado14.”

11Si tenemos en cuenta las estaciones de lluvias descritas por Wafer y su incidencia en su viaje, vemos que en mucho, coinciden con las descritas por Festa. Concluiremos, entonces, que no fue precisamente un ‘Veranito de San Juan’ lo que tuvo que vivir Wafer a su llegada el 10 de mayo de 1681, fecha en que se detiene en el Darién junto con dos compañeros de extravío. Después de tres o cuatro días durante los cuales permaneció preso por los indios, se encuentra con Spratlin y Bouman, otros compañeros, junto a quienes permanece quince días, tiempo en que Wafer se sana de una herida que trae en su pierna a causa de un accidente con pólvora a bordo del navío. En los días siguientes, con un clima lluvioso, no ocurre mucho; los indios esperan y se toman su tiempo para decidir qué hacer; al fin deciden quemar a los ingleses en la hoguera, pero Lacenta – jefe indígena con quien después Wafer trabará amistad a raíz de un intercambio en conocimientos de medicina -, los disuade de ello y les ordena llevar los cautivos al Norte. Marcharon hacia el Norte durante tres días continuos, bajo fuertes lluvias que generaron tal desbordamiento en el río por cuya orilla caminaban, que se vieron obligados a acostarse bajo los árboles, a cuyo amparo, se queja Wafer, era imposible preservarse de la humedad. Al tercer día, los escoltas indios abandonan en un lugar laberíntico a los ingleses. Al cuarto día, los ingleses encuentran una colina y allí acampan; al quinto día prosiguen al Norte y cruzan el río; Bouman es arrastrado por la corriente y tenido por muerto. Al cuarto día lo encuentran vivo. Durante la ocurrencia de estas peripecias, las tormentas fueron tan fuertes que al ver la inundación causada, Wafer y sus compañeros, en lugar de atribuir a las fuertes lluvias el rápido crecimiento y decrecimiento del río, juzgaron que esto provenía del contacto del río con una marea, y asumieron erróneamente estar cerca del actual mar Caribe. Al sexto día, encontraron otro río que se juntaba con el anterior y quedaron así atrapados sobre una colina en la que confluían los dos. Allí, superado el asombro y haciendo ingentes esfuerzos por ignorar el hambre y el cansancio, resuelven hacer balsas para bajar el río hasta la costa del Mar del Norte. Pero al día siguiente, poco tiempo después de amanecer, se desató una nueva tormenta que duró hasta media noche; tal fue la intensidad que el agua llegaba, según Wafer, a unos cuatro o cinco pies, lo que hizo que se vieran obligados a treparse en los árboles de algodón y aún así el agua les llegaba a las rodillas.

12Siguiendo la cuenta de los días, partiendo de la llegada de Wafer al Darién, los finales de mayo e inicios de junio, el comportamiento de las aguas en la estación de las tormentas, no era solamente el peor tiempo para llegar al lugar sino para adelantar en él reconocimiento alguno y menos, – como sabemos por el relato acerca del ánimo de Wafer -, aspirar a encontrar prontamente la costa para regresar a Inglaterra.

Ríos y Montañas

13Sea de viva voz, o a través de la lectura de las narraciones escritas por los expedicionarios que lo antecedieron, todo navegante desea conocer las condiciones de la costa a que llega. Aún más, cuando el caso es que ‘nadie le espera’, que es el caso del filibustero, y tendrá que intentar aproximarse de manera suprepticia para atracar. Por ello prevalece un tono instructivo. Este párrafo, por ejemplo, más instructivo que el de Wafer, muestra en qué lugares se puede navegar seguro en el Agua profunda; y también advierte: “but at Segnetta, which is on the N. E. side, you may ride safe in deep Water, and free from any denger15”, para garantizar que el recorrido sea exitoso. Se trata de un fragmento de un narrador que Wafer citará como autoridad, al Capitán William Dampier quien aconseja cómo lograr un buen acceso a la costa. Una vez asegurado este acceso, queda por iniciar el avance al interior, por valles pantanosos, mangles, y cadenas de montañas. Ahora bien, son justamente las montañas las que aparecen insistentemente en los relatos que nos ocupan a finales del XVII. A veces aparecen como las causantes de que el caminante se extravíe.

14Son las mismas montañas a las que Alexander Von Humboldt se referirá, más de un siglo después, como retos a superar en su Proyecto de comunicación entre dos mares. Preocupado por establecer una comunicación entre los dos mares, Humboldt insistirá, en sus palabras, en que es necesario hacer un estudio antes de descartar – como al parecer hacían algunos de sus contemporáneos -, el proyecto del canal interoceánico. Humboldt manifestó estimar ‘sin fundamento y completamente prematura’ la de que no es posible establecer un canal oceánico. Pero para ello, había que adelantar el siguiente estudio:

15“La exploración ipsométrica del istmo en toda su longitud, pero en especial cerca del golfo del Darién, en el sitio en que se enlaza con la tierra firme por la antigua providencia de Biruquete y sobre las playas del mar del sur, entre el Atrato de la bahía de Cupica, en el lugar en que la cadena de montañas que atraviesa el istmo se desvanece casi por completo16.”

16Es muy frecuente y llamativo en toda la cartografía colonial del istmo de Panamá, el detallismo con que se muestran las montañas. Así nos lo deja ver un mapa del Archivo General de la Nación17. Pueden apreciarse sobre el Mar del Sur, la ciudad de Panamá, al frente las islas Taboga, Taboguilla, Naos, Flamenco y Perico. Vistas desde el Mar del Norte, se aprecia la ciudad de Portobelo y se impone la desembocadura potente del Río Chagre. Se aprecian las diferentes montañas en cadena. También, aquellas de que nos hablan los relatos, montañas escarpadas sobre el Mar del Norte a instancias de Portobelo y Chagre.

17Al leer relatos como los de Wafer, la representación cartográfica de las montañas del istmo, pueblos, ríos y caminos, traduce lo que experimenta quien, luego de haber superado las montañas a pie, la describe. Wafer, por ejemplo, afirma que rara vez conoció un terreno tan desigual, lo que para él significa que el paisaje es formado por pequeñas montañas escarpadas. “Esas montañas no son de roca pura, y no producen sino arbustos”. Pero Wafer no sólo se ocupa de las montañas cuando ellas, como si se tratara de seres mentirosos, le han hecho perder el camino, con la promesa de que al superarlas, se podrá fácilmente encontrar una salida a la costa. Las montañas y su relación con las costas, son una constante en la narración que nos ocupa, y en muchas descripciones del Darién:

18“En el interior del país sólo se ven altas montañas escarpadas, cuyo terreno sin embargo es bueno, y donde hay grandes selvas, excepto en los lugares que los indios sometidos, tributarios de Portobelo, han desmontado para hacer sus plantaciones. Estas son l