Ficha n° 2374

Creada: 31 marzo 2010
Editada: 31 marzo 2010
Modificada: 31 marzo 2010

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Autor de la ficha:

Kevin COLEMAN

Editor de la ficha:

David DíAZ ARIAS

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Entre la Historia y la Trascendencia: El Padre Guadalupe Carney y la lucha por la reforma agraria en Honduras

En la década de 1980 James Hanley Carney escribió un libro, que era a la vez la historia de su vida y una crónica detallada del movimiento campesino en Honduras. Para ese tiempo, ya no utilizaba su nombre de pila. Desde hacía veinticuatro años era conocido simplemente como el Padre Guadalupe. O, como él solía decirle a la gente: “Solo díganme Lupe.” Este hombre, que se había abstenido de usar honoríficos y había cambiado su nombre y con ello su identidad, se encontraba ahora al final de su quinta década de vida. En ese momento era también un hombre sin patria. El próposito de este trabajo es analizar y contextualizar el contenido de la autobiografía de Carney y determinar la ideología codificada en el uso del género de la autobiografía. Al mismo tiempo, el autor intenta resistir la tentación de “fortificar” el significado o la memoria histórica de una figura tan compleja como fue el Padre Guadalupe.
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Autor(es):
Kevin P. Coleman
Fecha:
Marzo de 2010
Texto íntegral:

1SOLITARIO EN UNA CHOZA bajo el régimen de la Nicaragua Sandinista, un gringo que se había ya convertido casi en campesino hondureño escribió acerca de sus transformaciones de conciencia. Con sólo una pequeña caja llena de recortes de periódicos y copias de algunas cartas, James Hanley Carney escribió un libro, el cual era a la vez la historia de su vida y una crónica detallada del movimiento campesino en Honduras. Para ese tiempo, ya no utilizaba su nombre de pila. Desde hacía veinticuatro años era conocido simplemente como el Padre Guadalupe. O, como él solía decirle a la gente: “Solo díganme Lupe.” Este hombre, que se había abstenido de usar honoríficos y había cambiado su nombre y con ello su identidad, se encontraba ahora al final de su quinta década de vida. En ese momento era también un hombre sin patria.

2Sus días de exiliado en Nicaragua los invertía sirviendo a las familias que habían sido atacadas por los Contras que se escondían al otro lado de la frontera con Honduras. Carney escribió a la luz de las velas no sólo uno sino, por lo menos, dos libros. Y de estos dos libros se publicaron múltiples ediciones tanto por editoriales como por patrocinadores que tenían el interés de difundir el texto a un público mucho mayor que el de la champa donde había sido producido. Además de la primera versión de 441 páginas escrita en su lengua madre, el inglés, el Padre Guadalupe también escribió una versión más corta (de 206 páginas) en español para sus amigos hondureños campesinos. La versión en español no fue una traducción – “un acuerdo entre dos idiomas que siempre es posible pero también siempre imperfecto1 ” – del texto más largo en inglés, sino un resumen del mismo, comunicado de modo más justo al lenguaje de los campesinos. Esta versión ha se ha publicado con diferentes títulos: Metamorfosis de un revolucionario: memorias de un sacerdote en Honduras; Honduras: un sacerdote en la lucha; Memorias de un sacerdote en Honduras; Así es la Iglesia; y más recientemente, Sólo llámame Lupe: La autobiografía del Padre Guadalupe Carney, sacerdote de los pobres2.Cada título enmarca el libro de manera diferente. En Honduras: Un sacerdote en la lucha, se intenta legitimar la lucha armada de los campesinos al realizar una asociación entre ésta y la imagen de un sacerdote3 . En Así es la Iglesia, la iglesia popular que Guadalupe describe se presenta como una visión de lo que la Iglesia Católica mundial debería de ser. En cada uno de esos títulos, se toma la autobiografía de Carney no simplemente como una historia interesante sino como un manifiesto de un nuevo mundo al que se está convocando. Los títulos que fueron variadamente asignados al mismo contenido son cada uno anuncios de la nueva Honduras que los patrocinadores del libro deseaban producir al poner a circular el texto de Carney.

3RESPONDIENDO A LOS CAMBIOS HISTORICOS en la enseñanza de la Iglesia y la práctica laica – expuesto más prominentemente en la conferencia de Obispos de 1968 en Medellín, la reunión de 1979 en Puebla y el innegable papel de la religión popular en las revoluciones centroamericanas – investigadores de la religiosidad popular han esclarecido las conexiones entre las narrativas del sacrificio y la política.[4] El trabajo de Anna L. Peterson sobre martirio en El Salvador provee un apoyo conceptual en la revisión del libro de Carney, su vida, y en la memoria histórica, su recuerdo eterno. Empleando el concepto de martirología, Peterson manifiesta que la iglesia popular salvadoreña conectaba la persecución contemporánea con lo que sufrió Jesús mientras denunciaba la injusticia. La maldad es entonces “algo que los humanos causan y los humanos tienen que resistir5. ” En otras palabras, el catolicismo popular se unía en un ímpetu poderoso con la acción dentro de una narración teológica más grande que daba sentido de las vidas acortadas por la lucha por relaciones sociales más justas. A pesar del hecho de que Honduras nunca se experimentó el tipo de levantamiento masivo popular y la represión brutal que tuvieron lugar en El Salvador, la noción de Peterson sobre la martirología ayuda a explicar el significado y propósito de las luchas del Padre Guadalupe y los usos de su memoria hoy en día. Peterson se enfoca en las prácticas y creencias laicas católicas progresistas de El Salvador complementando con ello un largo y extenso trabajo sobre la teología de la liberación6.

4Como ocurre con la amplia historiografía sobre catolicismo en Latinoamérica, los estudios de Honduras también se apoyan en la distinción entre lo laico y clerical, lo popular y lo teológico. Este trabajo está enfocado en dos direcciones: en primer lugar, explora la religiosidad popular y, en segundo lugar, disecciona la relación entre el Estado y la Iglesia hondureña como una institución. Las dos escuelas de interpretación demuestran que entender el papel de la religión en la vida política y cultural hondureña es absolutamente fundamental7.

5El Padre Guadalupe fue un intermediario8. Él no era ni campesino ni teólogo sino un practicante radical que pensaba personificar al pobre y el mensaje liberador de las lecturas católicas progresistas del evangelio. Así, medió entre el cristianismo popular de los campesinos en el Norte de Honduras y la teología y doctrinas progresistas de intelectuales de Medellín, Lima, Puebla y San Salvador. En este ensayo, en vez de buscar desenredar lo “popular” de lo “progresista” en el trabajo de Guadalupe Carney, expondré que esta distinción en sí implica una jerarquía de creencias y prácticas que en gran parte está basada en diferentes visiones moduladas por la clase social del practicante y que nos puede cegar para ver los verdaderos aspectos progresistas de la vida religiosa “tradicional.”
El catolicismo popular no fue solamente un medio para vehiculizar las demandas campesinas durante la Guerra Fría en Honduras, sino que fue un medio de representación integral de la cultura y la conciencia campesinas. Realizando una unión conceptual que tiene implicaciones para el presente estudio, Jean y John Comaroff pusieron la hegemonía e ideología en un continuo, definiendo a la primera como una visión dominante del mundo, naturalizada en la ortodoxia, operando silenciosamente sin ser vista, y a la segunda como cualquier lucha visible o esfuerzo para controlar las condiciones culturales por medio de las cuales el mundo está ordenado. Alimentando esta noción de un continuo entre lo incuestionablemente aceptado y lo activamente refutado, los investigadores apuntados señalar: “Porque el espacio liminal entre lo hegemónico y lo ideológico, consciente e inconsciente, es también una área en la cual nuevas relaciones están forjadas entre forma y contenido, es probable que sea la fuente de la imaginación poética, lo creativo, lo innovador9.” Adoptar la noción de los Comaroff sobre el espacio liminal entre la hegemonía y la ideología como fuente de poética histórica requiere un doble enfoque en el contenido del ritual, canciones y narrativas y también en su forma. Esto es precisamente lo que Frederic Jameson y otros críticos literarios han señalado desde hace mucho tiempo: la forma en sí “es inmanentemente e intrínsecamente una ideología en su propio derecho10.” Aplicando esos puntos de vista en este proyecto, analizo y contextualizo el contenido de la autobiografía de Carney mientras simultáneamente busco determinar la ideología codificada en el uso del género de la autobiografía. Al mismo tiempo, intento resistir la tentación de “fortificar” el significado o la memoria histórica de una figura tan compleja como fue el Padre Guadalupe.

6PIENSO QUE AMO SINCERAMENTE AL POBRE, no sólo por piedad por lo que ellos están forzados a sufrir y por rebelión en contra del sistema que los fuerza a ser pobres, sino como personas amorosas en sí mismas, como pedacitos de Dios, de Cristo11.” Para el padre Guadalupe, volverse parte de los campesinos fue un ejercicio espiritual, en el sentido que Pierre Bourdieu habla de una entrevista científica social, como lo que le ocurrió a Carney “a través del olvido de sí mismo, una verdadera transformación de la vista de otros en las circunstancias ordinarias de la vida12.” Pero igual como en la entrevista, el amor espiritual que Carney sintió por los campesinos hondureños no borró los privilegios del lenguaje, su identidad bicultural, y su posición social como clérigo. Su autobiografía subraya el poder y privilegio que él tenía incluso desde la remota choza de un área rural de Nicaragua, porque, como John Beverley muestra en su discusión sobre la literatura de testimonio: “la mera posibilidad de escribir sobre la vida de uno implica que el narrador ya no está en una situación de marginalidad como la que su narrativa describe, sino que ahora ha alcanzado el estatus cultural de autor13.” Pero Carney se aprovecha estratégicamente de sus fuentes de capital lingüístico, cultural, social, y de forma crucial, moral para promover la causa del movimiento campesino.
Estudiosos de la reforma agraria y del movimiento campesino en Latinoamérica han establecido la apretada relación entre el acceso a la tierra, las luchas discursivas y la conciencia revolucionaria14. El trabajo historiográfico de Jeffrey L. Gould ha tomado la hipótesis teórica de Ernesto Laclau que postula que no podemos asignar misiones históricas y significados a clases específicas y lo ha fundamentado empíricamente en un estudio local. Gould demuestra que la consciencia campesina no es uno o el otro sino uno y el otro; porque los campesinos de Chinandega se apropiaron y reorientaron aspectos del discurso de élites para crear un nuevo lenguaje de protesta y un nuevo tipo de orden social15. Los investigadores han también cuestionado la relación entre la violencia política, la memoria y las movilizaciones campesinas16. En el contexto hondureño, el movimiento campesino ha sido analizado primariamente en términos de la economía política, en gran parte dejando de lado las esferas simbólicas y culturales17. A pesar de los grandes avances en nuestro entendimiento de los campesinos en el proceso de la reforma agraria campesina y como revolucionarios, el poder narrativo del catolicismo progresista no ha sido visto como un elemento central a la intencionalidad campesina.
Las prácticas iconoclastas de Carney sirvieron para desestabilizar las relaciones socioeconómicas explotadoras y los discursos y prácticas hegemónicos, abriendo un camino – en acciones coordinadas no sólo con hondureños, sino también con otros activistas transnacionales y agentes de desarrollo y revolución – para crear nuevas posibilidades de relaciones más liberadores y más igualitarias. Guadalupe Carney era una amenaza para la hegemonía imperialista estadounidense en Honduras, y al final esa es la razón por la cual fue exiliado y asesinado. Se pensó borrar con el silencio todo lo que Lupe representa, sin considerar que su pensamiento permanece.

7NACIDO EN 1924 en el Centro Norte de los Estados Unidos proveniente de una familia alemana católica tradicional, Jim Carney tenía veintiún años cuando hizo su entrenamiento básico militar en el Fuerte Benning en el estado de Georgia. (Pero él no tenía ninguna idea de que los fantasmas del Fort Benning, Georgia luego cerrarían el círculo de su vida en un lugar bien lejano de esa escuela militar). Carney sirvió en la armada estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Cerca de Marsella, Carney recuerda:

8Fue durante este tiempo cerca de Marsella que por primera vez estuve en contacto con personas del Tercer Mundo. Fue en un campamento de refugiados árabes, quienes habían huido de la guerra del Norte de África. [ .…] Ellos vivían como animales y eso me impresionó tanto que empezó a despertar dentro de mí esa consciencia social. Comencé a reconocer la gran injusticia del mundo, la gran desigualdad de oportunidades entre las personas de los países pobres, quienes son la mayoría del mundo, y las de los países “civilizados” desarrollados. [.…] Fue este el comienzo en mí de una preocupación sobre el prójimo, sobre los que sufren, que me movió hacia la búsqueda de Dios18.

9Vigilando prisioneros alemanes, Carney fue testigo de primera mano de la frágil naturaleza de la dominación Nazi incluso mientras sus militares superiores lo vieron, en sus conversaciones con los soldados enemigos, la fragilidad de su propia dominación.[19] Después de regresar de la guerra, Carney retomó sus estudios, tuvo alguna novia y trabajó en una fábrica de carros Ford donde conoció a unos comunistas que estaban tratando de que sus compañeros de trabajo se percataran de la forma en que estaban siendo explotados por el capitalismo y por el sindicato United Auto Workers (Trabajadores de Automóviles Unidos).
El joven Jim Carney estaba más interesado en cuestiones de la existencia (o inexistencia) de Dios que en condiciones laborales o en políticas. Por eso, se sumergió en la escritura de Tomás Aquino y en la revista misionera Maryknoll. Cuando el llamado religioso de Carney se hizo claro, también se aclararon sus sentimientos anticomunistas. A pesar de una cantidad masiva de propaganda sobre “Terror Rojo” del FBI y del trabajo en ese mismo sentido del senador estadounidense Joseph McCarthey, Carney acuerda que le afectó más el anticomunismo católico.

10Yo era muy anticomunista por lo que leí en encíclicas papales y declaraciones de obispos y lo que leí en libros de sacerdotes que habían estado en campos de concentración en Rusia o China. [….] Para mí fue como una aventura tener amistad con mis “peligrosos” compañeros de trabajo comunistas. Ya que más y más mi interés principal en la vida era la cuestión de la existencia de Dios, quería leer y escuchar todos los razonamientos en contra de su existencia20.

11Después de mucha oración y reflexión, Carney decidió hacerse sacerdote jesuita y en 1948 entró al Seminario de San Estanislao en St. Louis, Missouri. Después de estar varias veces en la misión jesuita en Belice y hacer un par de viajes a la misión de Yoro en Honduras, y después de más de una década de riguroso estudio teológico y filosófico, su sueño de volverse misionero en Honduras se cumplió. Llegó a Yoro, Honduras en 1962.
Después de la gran huelga de trabajadores bananeros en 1954, lluvias torrenciales e inundaciones sacudieron las plantaciones bananeras de la Costa Norte. La Compañía United Fruit comenzó a despedir trabajadores en masa, deshaciéndose de las tierras y pasando la producción a “amistosos” y “responsables” minifundistas hondureños. De 1954 a 1963, la Compañía Ferroviaria Tela despidió aproximadamente 18.000 trabajadores, representando más o menos sesenta y nueve por ciento de la mano de obra que empleó en 195421. Esta gran masa de trabajadores sin tierras se convirtió en el núcleo de un nuevo movimiento campesino, dando nacimiento a la primera y más militante organización de campesinos en Honduras durante la Guerra Fría: el Comité Central de Unificación Campesina, fundado en octubre de 1961.
La Costa Norte a donde Carney llegó era un semillero de nacionalismo antiimperialista que la embajada estadounidense etiquetaba como “comunismo.” En 1956, Honduras había ratificado el Decreto Ley No. 206, que no solo declaraba ilegal al Partido Comunista, sino que en el nombre de la libertad individual, convirtió en criminales a los que “difunden o estimulan, ya sea de forma oral, escrita u otros, doctrinas que tienden a destruir el orden social, la tranquilidad pública o la organización política y jurídica de la nación22.” (Es bajo estas ideas que la nacionalidad hondureña del padre Guadalupe sería cancelada veintitrés años más tarde). Un mes después un grupo llamado El Comité Patriótico para la Defensa de los Derechos Populares emitió su “Segundo Manifiesto al Pueblo Hondureño,” exponiendo:

12El Decreto Ley 206 es una copia de las leyes represivas de los Estados Unidos para oprimir más a Honduras. Bajo el cínico pretexto de defender el “régimen democrático que gobierna en la Republica” como el decreto manifiesta, defenderá un régimen antidemocrático y reaccionario impuesto por las metralletas contra la voluntad popular. Es una ley en contra del pueblo hondureño sin distinción de clase o credo político. Es una ley en contra de los partidos democráticos, la libertad, y los derechos democráticos de toda la población hondureña. Es una ley que demuestra que el gobierno de facto es anti-nacional, anti-popular y pro-imperialista. Es una ley en contra de la libertad de pensamiento y prensa y en contra de la libertad de culto y consciencia. El gobierno de facto, un gobierno minoritario, es un autodenominado “régimen democrático” y prohíbe con esta ley fascista todo lo que se oponga a él. En otras palabras: prohíbe la lucha del pueblo hondureño para obtener una mejor vida23.

13¿Qué nos dice esta denuncia directa del gobierno hondureño, y su asociación cercana con el gobierno de Estados Unidos, sobre el Padre Guadalupe?
Antes de que el Padre Guadalupe se convirtiera en el Padre Guadalupe, era el anticomunista Jim Carney. Mientras estaba en el seminario, el movimiento hondureño de trabajadores se levantó de entre los muertos el Domingo de Resurrección. Como evidencia en la huelga de 1954 y en la respuesta citada al Decreto No. 203, trabajadores, campesinos, e intelectuales progresistas hondureños activamente protestaron y criticaron las injustas políticas nacionales. Lucharon por sus derechos en las calles y a través de textos. No fueron los hondureños militantes quienes se volverían a la posición de Carney sino Carney quien volvería a la posición de ellos.
Pero al abrazar la causa de los militantes hondureños, Carney también añadiría algo de sí mismo. Su trabajo con los pobres en Honduras, aquellos que estaban organizados para luchar por sus derechos, sacaría esos monstruos anticomunistas de su corazón y su cabeza. Desde su posición social en el área indefinida de identidad, como un trabajador religioso en la periferia del imperio estadounidense, Guadalupe Carney lucharía implacablemente para desarrollar una consciencia crítica y una praxis propia. Este cambio de consciencia, como veremos, no fue simplemente accidental o solamente por la circunstancia de ser un “gringo” en Honduras. Más bien, Carney trabajó intencionadamente para identificarse con el pobre y modelar su propia identidad en la imagen de Jesús. Fue este esfuerzo continuo de empatía, junto con una acción comprometida, que le ayudó a mover sus sentimientos anticomunistas hegemónicos dentro del dominio de una ideología para reflejar y últimamente rechazar tal hegemonía. Con su nuevo entendimiento de la política de la pobreza, Carney usó su posición privilegiada como extranjero para atacar los crímenes de Estado (y los pecados de la Iglesia y la sociedad) que marginaban a los campesinos hondureños que él quería encarnar.

14CARNEY SE VOLVIÓ GUADALUPE por casualidad en un viaje a la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de México. Descartando “la milagrosa pintura que María dejó en el tilma (capa tosca) del indio Juan Diego,” Carney alega lo que él visualizó como el verdadero milagro:

15El milagro irrefutable es el hecho histórico de que antes de la aparición de esta imagen de la virgen de Guadalupe, los millones de indios de México, América Central y América del Sur se negaron a aceptar esta nueva religión que fue traída por los españoles por quienes fueron conquistados, haciéndolos después trabajar como esclavos. En México, muchos de los aztecas seguían en la adoración del sol y las estrellas como dioses y ofrecían cientos de vírgenes jóvenes en sacrificio humano para su dios serpiente.
Cuando los indios miraron en la pintura a la madre de Jesucristo, que los misioneros dijeron que era el Dios Salvador del mundo, que era india como ellos, que había sido coronada como la reina del universo, que era más importante que el sol y las estrellas, cuales servían de ornamentos para ella, y que ella había aplastado al dios serpiente bajo su pie, ellos aceptaron que deberían adorar a su hijo Cristo Jesús como único Dios. En los siguientes veinte años después de la consagración de la pintura de la Virgen de Guadalupe en una pequeña iglesia de la ciudad de México, ocho millones de indios por todas partes de México, Centro y Sur América pidieron instrucción para ser bautizados por la Iglesia Católica24.

16Carney claramente no era historiador del México colonial. Pero eso no importa. Lo que sí importa es que según él, la Virgen de Guadalupe fue el factor decisivo en un proceso masivo de conversión que llevó a América Latina a la renuncia de los sacrificios humanos y la adoración al sol y a la aceptación de la cristiandad. Para Carney la Virgen de Guadalupe no fue un ejemplo de una estrategia de expropiación cultural, un instrumento de conquista, o sólo una superstición que se debía mirar con desprecio. En vez de eso, la Virgen era un milagro. De acuerdo c