Ficha n° 374

Creada: 03 mayo 2006
Editada: 03 mayo 2006
Modificada: 04 octubre 2007

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Autor de la ficha:

Eduardo MADRIGAL MUÑOZ

Editor de la ficha:

Eduardo MADRIGAL MUÑOZ

Publicado en:

ISSN 1954-3891

La elite colonial de Costa Rica de cara a las instituciones coloniales, 1600-1708

Tradicionalmente, las instituciones políticas han sido vistas por las diferentes corrientes y disciplinas de las Ciencias Sociales como entidades socialmente creadas para regir sobre las sociedades, pero externas a las relaciones sociales sobre las cuales rigen.
Autor(es):
Eduardo Madrigal
Fecha:
Mayo de 2006
Texto íntegral:

1I.

2 Tradicionalmente, las instituciones políticas han sido vistas por las diferentes corrientes y disciplinas de las Ciencias Sociales como entidades socialmente creadas para regir sobre las sociedades, pero externas a las relaciones sociales sobre las cuales rigen. Ha sido señalado que las sociedades occidentales se han desenvuelto por los últimos siglos dentro de un “paradigma estatal1”, fuertemente influido por las ideas ilustradas, paradigma que encuentra su tope en el pensamiento hegeliano que veía en la institución estatal el máximo corolario de la vida en sociedad2. Un ejemplo, de gran influencia, por cierto, en los estudios de la política por las Ciencias Sociales del siglo XX es el pensamiento del filósofo francés Emile Durkheim. Situado claramente dentro de las coordenadas ideológicas de este paradigma, Durkheim propuso que, como los seres humanos poseen una conciencia similar, partiendo de esa conciencia definen leyes y crean instituciones para gobernarse. Estas instituciones y leyes luego se independizan de la sociedad que las creó y empiezan ipso facto a gobernarla y a estructurarla, situación ante la cual la sociedad se rinde apaciblemente porque necesita tener leyes para existir en paz y orden3. De este modo, se hace evidente que en el pensamiento y la lógica política de las sociedades occidentales ha predominado una visión según la cual las estructuras políticas son externas a los actores sociales y totalmente objetivas en su funcionamiento respecto a ellos.

3 Sin embargo, para fines del siglo XX, cantidad de paradigmas establecidos desde largo tiempo atrás dentro del marco de las premisas ideológicas y de visión de mundo de la así llamada “Modernidad”, empezaron a hundirse, cuestionados por el peso de una serie de crisis generalizadas de civilización que echaron por tierra las certezas establecidas de la sociedad moderna occidental. El pensamiento lógico-racional como un todo fue puesto en cuestión por pensadores de la corriente llamada “Posmodernidad”. También, el peso que desde antiguo venía ejerciendo el Estado-Nación en las sociedades de Occidente fue puesto en entredicho por las reformas de tendencia neoliberalizante, puestas a punto como reacción a la decadencia del crecimiento mundial de la década de 1980. De este modo, la concepción que antes se tenía del Estado – ampliamente dependiente de una visión racional y moderna del mundo – como un ente monolítico, que ejerce su hegemonía sobre la sociedad como única alternativa viable de gobierno, cayó y fue sustituida por una nueva preocupación por estudiar no solo los aspectos formales de leyes e instituciones, sino también los mecanismos sociales que dan acceso y permiten el ejercicio del poder, así como por revalorizar el papel del actor social como sujeto de su propio devenir histórico.

4Nuevos enfoques han cuestionado la visión monolítica del Estado como ente todopoderoso y omnipresente, sumo rector de la vida social, para sustituirla por una donde las instituciones formales no podrían existir si no fuera por el cúmulo de mecanismos y estrategias en el nivel micro que cotidianamente se ponen en marcha para hacer funcionar el ejercicio del poder. Dentro de este contexto, han tenido gran influencia las ideas de Michel Foucault, quien insistió en la importancia de los mecanismos disciplinarios como herramienta estructurante del ejercicio del poder4, y también las de Pierre Bourdieu, quien ha enfatizado la importancia de las construcciones simbólicas para este mismo fin5. Todos estos son mecanismos sociales que se verifican por lo general en el nivel micro y cuya comprensión involucra directamente la necesidad de entender la conducta social de los individuos y sus interrelaciones.
Como resultado de estos procesos, la historiografía reciente, ha venido abandonando el enfoque braudeliano donde el sujeto social está aplastado bajo el peso de macroestructuras que lo sobredeterminan y ante las que no puede hacer nada, lo que les confiere una cierta calidad de “cárceles de larga duración.” Enfoques historiográficos novedosos hacen énfasis en la recuperación del sujeto social actuante, capaz de estructurar y transformar su realidad, para rescatarle del peso epistemológico que signifca el concepto de unas estructuras que, en el paradigma de la Historia Social braudeliana, le enmarcan ineluctablemente y que de la misma forma le someten y le hacen callar6. Es así como, contradiciendo el pensamiento durkheimiano tradicional, se ha planteado que las normas, convenciones y representaciones sociales no cobran sentido dentro del marco de las instituciones establecidas, sino a la inversa7.

5Estos nuevos estudios históricos han hecho un intento por bajar el estudio de la Historia “al ras del suelo8” y estudiar unidades sociales más reducidas que las viejas “estructuras” braudelianas, con el fin de poder ver las microrrelaciones sociales que construyen socialmente el poder. También se ha buscado con esto encontrar los mecanismos de acción del sujeto social que le conecten con las estructuras para poder entender cómo este es determinado por ellas pero también como las crea y las transforma9. Con estos objetivos en mente, muchos estudios recientes han hecho recurso a la metodología conocida como “prosopografía.”

6II.

7La prosopografía es un método tradicional, que fue desarrollado por los historiadores alemanes de finales del siglo XIX –sobretodo por las figuras de Cichorius y Mommsen- para hacer frente a la acuciante carencia y parquedad de las fuentes existentes para estudiar al Imperio Romano. En sus inicios, consistió básicamente en la recopilación de informaciones biográficas sobre individuos que habían formado parte de la administración y de las clases gobernantes romanas, extraída de los escasos datos contenidos sobretodo en lápidas y epígrafes de la Antigüedad, con el fin de hallar las constantes características de esta administración, a través de la interpretación la información reunida sobre sus miembros. De este modo, el primer objetivo de la prosopografía consiste en construir una biografía colectiva de un grupo predeterminado reuniendo datos sobre sus aspectos exteriores y medibles, para culminar determinando su perfil colectivo. De esta manera, en sus orígenes, el método no pretendía ir más allá de una reconstrucción del aparato jurídico-institucional de gobierno del Imperio Romano, y no entraba realmente a realizar una interpretación social de sus componentes. No obstante, andando el tiempo, otros expertos – particularlemente anglosajones como Syme – lo aplicaron a otros contextos y le dieron un matiz más sociológico de interpretación de lo social. De este modo, integraron variables sociológicas al estudio de lo político, llegando a crear bases cuantitativas que desembocaban en estudios estadísticos de los componentes sociales de los grupos observados. Con ello, el interés se desplazó de la estructuración de los grupos estudiados a sus dinámicas sociales. La prosopografía se volvió más analítica y menos descriptiva. También fue progresivamente aplicado a otros grupos sociales, distintos de los cuadros administrativos institucionales, ampliando así sus perspectivas sociales10. Así, el método pasó de ser un simple listado por yuxtaposición de individuos a intentar un estudio de “conjuntos estructurados y permanentes11”, que permite visualizar la dinámica social del grupo considerado, sus patrones socio-culturales de vida y su forma de desarrollo diacrónico12.

8Como problemas y limitaciones se le señalan a la prosopografía que, si se queda como un estudio puramente estadístico-descriptivo, puede pasar por alto varios asuntos álgidos en el estudio de la Historia como los silencios de las fuentes, los fundamentos no jurídicos y por tanto cambiantes y relativos que definen los grupos que se estudian –por lo que puede tener problemas para distinguir grupos de contornos vagos-, así como las relaciones sociales de los individuos del grupo entre sí y de este con otros grupos. Es por esto que el método prosopográfico reclama ser complementado con un enfoque teórico que tome en cuenta las dinámicas relacionales y culturales del grupo estudiado13.
El método prosopográfico permaneció largo tiempo en el olvido, relegado a ello, sobretodo, por las metodologías cuantitativas de la Historia Social, hasta que, a fines del siglo XX, nuevos estudiosos, como Didier Ozanam, lo revivieron para aplicarlo al estudio de la política en los imperios modernos.

9Desde entonces, este enfoque ha sido aplicado a las sociedades europeas de la Edad Moderna, pero también ha gozado de una gran difusión entre los estudios históricos sobre la Hispanoamérica colonial. La pregunta subyacente que se halla en el trasfondo de los estudios americanistas coloniales tiende a girar en torno a cómo lograba el Imperio Español sostener y gobernar los territorios de Indias, varias veces más grandes que la misma España, repartidos por varios continentes y por ende, separados de la metrópoli por una distancia de decenas de miles de kilómetros, en una época en que la tecnología de comunicaciones y por ende, los mecanismos de control del poder a distancia no se hallaban desarrollados como en la actualidad14. Dentro de esta corriente, han descollado estudios como los de Jean-Pierre Dedieu, quien ha utilizado la prosopografía para reconstruir la administración monárquica de España durante el Antiguo Régimen15, Michel Bertrand, quien la ha aplicado a analizar la carrera de los oficiales de la Real Hacienda en México durante el siglo XVIII16, Christophe Belaubre, quien la usa para estudiar el poderío social del clero guatemalteco en las postrimerías del Período Colonial17, y José María Imízcoz18 y Jean-Phillipe Priotti19, quienes la aplican para estudiar la inserción de los vascos en el aparato político y económico de la monarquía española de los siglos XVI al XVIII.

10III.

11 Ahora bien, ¿qué puede aportarnos el uso de la metodología prosopográfica para el estudio de la presencia del aparato político de la monarquía española y de quienes lo integraron en una provincia apartada, minúscula y por demás marginal como Costa Rica?

12 A través del estudio prosopográfico de los miembros que integraron el cabildo de Cartago entre los años de 1565 y 1718, hemos logrado construir una base de datos de más de 10000 fichas con información sobre la carrera vital de 57 regidores o aspirantes al puesto y 182 individuos que ocuparon puestos de nombramiento anual solamente (para una población total de 239 individuos), la cual nos ha permitido encontrar una serie de constantes que caracterizan sus carreras vitales20.

13 A través del análisis de la información referente al desempeño de puestos políticos de estos personajes, hemos hallado que existe un fenómeno de concentración del poder en manos de ciertos individuos que desempeñan reiteradamente el puesto de alcaldes ordinarios en el cabildo. El cargo de alcalde ordinario concedía mucho poder y era muy cotizado en la época porque tenía la atribución de ser juez y ejecutor de la justicia en primera instancia, por lo que dotaba a sus poseedores con atribuciones coercitivas. También tenía la atribución de cobrar los impuestos municipales – como el terrazgo por el usufructo de los ejidos y tierras comunales de la ciudad – y presidía en los remates de servicios públicos como el abasto de carnes, de teja y de pan, labores todas que le conferían una gran visibilidad social. Además, el alcalde primero tenía la atribución conjunta de teniente de gobernador, por lo que podía sustituir en caso de necesidad o ausencia al máximo representante de la corona en la provincia.

14Conocemos un total de 83 individuos que ocuparon este puesto entre 1635 y 1718 debido a que contamos con actas de cabildo completas. De ellos, repitieron en los puestos los números absolutos y porcentajes siguientes:

15Cuadro N°1
Porcentaje de reeleción en los Puestos de alcaldes ordinarios 1635-1718

16

Repite: 2 veces 3 veces 4 veces 5 veces 6 veces Más de 6 veces
Cantidad 20 7 5 4 3 1
% 24,09% 8,43% 6,02% 4,81% 3,61% 1,20%
_. Regidores 5 3 1 1 0 1
% 25% 42,85% 20% 25% 0% 100%

17Fuente: actas de cabildo

18 Por contraste, quienes ocuparon el cargo de alcalde de la Santa Hermandad, similar al ordinario en sus funciones, pero con jurisdicción solo en los campos exteriores al perímetro urbano, muestran una menor tendencia a concentrar poder, debido quizá a la menor importancia y prestigio de este puesto. Como puede observarse en el cuadro siguiente, un porcentaje mucho más débil de individuos repitió en el desempeño de este puesto y muchos de ellos también tuvieron puestos de alcaldía ordinaria o de regimiento, y los desempeñaron varias veces.

19Cuadro N°2
Porcentaje de reeleción en los Puestos de alcaldes de la Santa Hermandad
1635-1718

20

Repiten en el puesto Repiten 3 veces en el puesto Fueron además regidores Fueron además alcaldes ordinarios Fueron alcaldes ords. Varias veces21 Fueron alcs. ords. y regidores22 Más de 6 veces
24 = 20,68% 5 = 4,34% 10 = 8,69% 22 = 19,13% 13 = 11,30% 7 = 6,08% 115 = 100%

21Fuente: actas de cabildo

22La información anterior nos indica, para empezar, la menor importancia social del cargo de alcalde de la Hermandad en relación con el ordinario. Ello puede explicarse porque, al ser oficiales de justicia rurales, se escogía para estos puestos a individuos no residentes en la ciudad por lo que no contaban con el prestigio ni con las conexiones sociales de los alcaldes ordinarios y por lo tanto constituían una elite secundaria a la que, sin embargo, no se dejaba de tomar en cuenta para nombrar a sus integrantes en los puestos. También demuestra el menor peso que quienes detentaron este puesto tenían dentro de la elite política de entonces. Pero además, estas cifras indican que la gran mayoría de quienes desempeñaron este cargo, lo hicieron solo una vez y que los pocos que fueron reelectos en él, también habían sido o serían electos para otros puestos, de modo que podemos hallar de nuevo el mismo fenómeno de concentración del poder en manos de un núcleo duro de individuos.

23 La persistencia de algunos personajes en los puestos de cabildo también se hace evidente en otros oficios municipales como el de procurador síndico y el de mayordomo de propios. El procurador síndico tenía la función de convocar al cabildo para someter a su consideración los asuntos del interés de la ciudad y también de representarla en el exterior ante las autoridades superiores. El mayordomo de propios debía custodiar y llevar las cuentas de los fondos del cabildo. Hemos hallado en las actas del cabildo un total de 51 nombres de personajes que ocuparon el puesto de procurador síndico y 28 que ocuparon el de mayordomo de propios en la corporación para el período 1635-1718. La mayoría de quienes desempeñaron estos puestos fueron también en otros momentos alcaldes ordinarios o de la Hermandad como puede apreciarse en el siguiente cuadro:

24Cuadro N°3
Tasas de repetición en puestos de cabildo de síndicos y mayordomos
1635-1718

25

Puesto Cantidad total No tienen otro puesto Repiten en el puesto
Procuradores síndicos 51 9 = 17,64%[23] 13 = 25,49%
Mayordomos de propios 28 8 = 28,57%[24] 3 = 10,71%[25]

26Fuente: actas de cabildo

27En este caso, es de notar también que existe una tendencia a que haya mucho menos mayordomos de propios que procuradores síndicos en el período, lo cual se debe visiblemente al hecho de que hay una tendencia a reelegir reiteradamente a los mismos individuos en este puesto (por ejemplo, Tomás Calvo desempeñó el puesto por 20 años casi ininterrumpidos). Esto es atribuible a una costumbre institucional que quizá respondía a la necesidad de nombrar en este cargo a personas experimentadas en el manejo del dinero del cabildo, lo cual se ve corroborado con el hecho de que algunos de ellos fueron también oficiales de la Real Hacienda26, o depositarios generales del cabildo27.
Otra consecuencia de la revisión de la base de datos prosopográfica levantada en el contexto del proyecto, fue la detección del hecho de que los miembros del cabildo de Cartago en el período también tuvieron una fuerte presencia en las instituciones políticas monárquicas de la época.

28Cuadro N°4
Tasa de presencia de los miembros del cabildo de Cartago en las
Instituciones de gobierno de la corona

29

Puesto Cantidad de individuos Están en el cabildo
Oficiales reales (1577-1718) 26 22 = 84,61%
Corregidores (1573-c1660) 70 28 = 40%
Escribanos (1607-1718) 10 7 = 70%
Curas vicarios (1599-1719) 21 14 = 66,66%

30Fuentes: ANCR sección colonial, protocolos notariales, Velázquez (2004)

31Por ejemplo, hemos encontrado que casi todos los individuos que se desempeñaron como jueces o tenientes de oficiales reales en Costa Rica entre 1577 y 1718, tuvieron presencia en algún momento en puestos de cabildo. Solamente 4 de los 26 oficiales de la Real Hacienda que conocemos para el período no estuvieron también en algún momento en el cabildo28 . Incluso, 5 de ellos fueron alcaldes ordinarios al mismo tiempo que oficiales reales, en abierta contravención a las leyes de la época que prohibían que esto se hiciera29.
Por si esto fuera poco, durante 24 años casi consecutivos en el siglo XVII y 3 en el XVIII, el puesto de teniente de oficiales reales de Costa Rica fue detentado directamente por regidores del cabildo, lo cual significa que el grupo capitular se las arregló para absorber y controlar el ramo. Fernando de Salazar, conocido ya por nosotros como regidor del cabildo desde 1643 asumió el puesto de teniente de oficiales reales el 29 de abril de 165630 , y se le menciona por última vez en el puesto en 167331 – lo cual significa quizá que renunció, porque murió hasta 1680-[32].Este personaje fue sucedido en el puesto a partir de 1676 por Nicolás de Céspedes33 , quien perduró al frente de la la Real Caja hasta 1680 (incluso en las actas de cabildo se hace alusión al él frecuentemente como “el tesorero Nicolás de Céspedes). Después de esto, el provincial de la Hermandad Blas González Coronel se hará con el puesto en 1704 – al año siguiente de comprar su regimiento – siendo sucedido por el ex gobernador Francisco Bruno Serrano de Reina en 1707. Esto probablemente fue considerado legal en la época porque, aunque a los oficiales reales les estaba prohibido desempeñar puestos de cabildo, en Costa Rica lo que existía era tan solo un tenientazgo de oficial real, por lo que el ejercicio de ambos puede no haber sido visto como incompatible.
También en los puestos de escribanos destacan frecuentemente nombres de individuos que formaronparte de la elite política capitular local. De los 10 escribanos cuyos nombres aparecen en los protocolos notariales y actas de cabildo de Cartago a partir de 1607, solo 3 no desempeñaron puestos de cabildo34 , a pesar de lo cual sostuvieron vínculos de otros tipos con el grupo dotado de poder político en la época.
Otra institución de la monarquía española presente en Costa Rica en el período en estudio es el corregimiento. Hemos logrado recopilar los nombres de 70 individuos que se desempeñaron como corregidores en la provincia hasta la supresión de los corregimientos en 1660, por orden de la Audiencia. La mayoría de estos funcionarios reales no dejaron huella en Costa Rica, por lo que parece que fueron enviados por la Audiencia, luego de lo cual simplemente se limitaron a cumplir con sus períodos de desempeño en los puestos y finalmente abandonaron la provincia. Empero, 28 de ellos, para un 40% estuvieron presentes en el cabildo. De estos personajes, solo 4 parecen haber llegado a Costa Rica expresamen