Ficha n° 356

Creada: 01 octubre 2004
Editada: 01 octubre 2004
Modificada: 29 diciembre 2009

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Autor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Minas de plata y conflictos de poder: el origen de la Alcaldía Mayor de Minas de Honduras (1569-1582)

Corría el año de 1569. La provincia de Honduras estaba sumida en una profunda crisis. Los placeres auríferos del Guayape ya pertenecían al recuerdo. Las encomiendas se consumían año tras año, desbastadas por las continuas epidemias. Algunos vecinos españoles abandonaban Honduras, y los que se quedaban sobrevivían resignados a sobrellevar la pobreza de la tierra que habían arrebatado a los nativos. Tal era el panorama de la provincia, cuando el 28 de septiembre de ese año Diego de Manzanares, un veterano conquistador, vio recompensados sus esfuerzos con el ansiado tesoro que buscaba: un fabuloso filón de plata de tres varas de ancho en el Cerro de San Lorenzo Guazucarán. 1La noticia se difundió por la provincia, y no tardó en expandirse más allá de sus fronteras, hasta correr de boca en boca por toda la Audiencia de Guatemala. Sin proponérselo, Manzanares había inaugurado una nueva época. El descubrimiento de yacimientos de plata en las tierras centrales de Honduras, en el contexto de una Audiencia de Guatemala depauperada por una debacle demográfica y financiera, no podía pasar desapercibida para unas elites que buscaban sanear sus maltrechas economías. Por tal motivo, la naciente Alcaldía Mayor de Minas de Honduras estuvo destinada a convertirse en una inagotable fuente de conflictos entre los distintos grupos que concibieron a la plata de las minas como la solución de sus problemas. El presente trabajo pretende investigar el origen de la nueva Alcaldía Mayor desde la óptica del conflicto desencadenado entre los distintos agentes sociales implicados en su creación. Para abordar el tema, este trabajo se estructuró en tres capítulos, aportando el primero algunas consideraciones elementales sobre el poder. En el segundo capítulo se analiza la sociedad de la época, exponiéndose los antecedentes ibéricos de la sociedad colonial, para tratar posteriormente el desarrollo social de la colonia en América. El tercer capítulo está dedicado al tema de la presente investigación, aportando primero los antecedentes sociales de la gobernación de Honduras, como paso previo al estudio del conflicto desencadenado durante la creación de la Alcaldía Mayor de Minas. El artículo termina con un epígrafe dedicado a la discusión y a las conclusiones.
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Autor(es):
Pastor Gómez
Texto íntegral:

1Una primera versión del artículo ha sido publicado en Yaxkin, Revista del Instituto Hondureño de Antropología e Historia.

Introducción

2Corría el año de 1569. La provincia de Honduras estaba sumida en una profunda crisis. Los placeres auríferos del Guayape ya pertenecían al recuerdo. Las encomiendas se consumían año tras año, desbastadas por las continuas epidemias. Algunos vecinos españoles abandonaban Honduras, y los que se quedaban sobrevivían resignados a sobrellevar la pobreza de la tierra que habían arrebatado a los nativos. Tal era el panorama de la provincia, cuando el 28 de septiembre de ese año Diego de Manzanares, un veterano conquistador, vio recompensados sus esfuerzos con el ansiado tesoro que buscaba: un fabuloso filón de plata de tres varas de ancho en el Cerro de San Lorenzo Guazucarán1. La noticia se difundió por la provincia, y no tardó en expandirse más allá de sus fronteras, hasta correr de boca en boca por toda la Audiencia de Guatemala. Sin proponérselo, Manzanares había inaugurado una nueva época. El descubrimiento de yacimientos de plata en las tierras centrales de Honduras, en el contexto de una Audiencia de Guatemala depauperada por una debacle demográfica y financiera, no podía pasar desapercibida para unas elites que buscaban sanear sus maltrechas economías. Por tal motivo, la naciente Alcaldía Mayor de Minas de Honduras estuvo destinada a convertirse en una inagotable fuente de conflictos entre los distintos grupos que concibieron a la plata de las minas como la solución de sus problemas. El presente trabajo pretende investigar el origen de la nueva Alcaldía Mayor desde la óptica del conflicto desencadenado entre los distintos agentes sociales implicados en su creación. Para abordar el tema, este trabajo se estructuró en tres capítulos, aportando el primero algunas consideraciones elementales sobre el poder.
En el segundo capítulo se analiza la sociedad de la época, exponiéndose los antecedentes ibéricos de la sociedad colonial, para tratar posteriormente el desarrollo social de la colonia en América. El tercer capítulo está dedicado al tema de la presente investigación, aportando primero los antecedentes sociales de la gobernación de Honduras, como paso previo al estudio del conflicto desencadenado durante la creación de la Alcaldía Mayor de Minas. El artículo
termina con un epígrafe dedicado a la discusión y a las conclusiones.

3H4. I.- ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL PODER

4Antes de abordar el tema es imprescindible dedicar unas cuantas líneas para definir el concepto de poder aquí utilizado. El antropólogo Elman Service definió al poder como la capacidad de una persona o grupo para hacer que otra persona o grupo obedezcan, o dicho de otra forma, poder también sería la capacidad de no ceder. Para lograr el obedecimiento de sus deseos u órdenes, y mantener la estructura social vigente, los grupos dominantes utilizarían
dos vías, una sería el ejercicio de la fuerza o coerción, frente al que Service opuso el concepto de autoridad. La autoridad se diferenciaría de la coerción en la medida que los individuos acatan las órdenes de un líder debido al convencimiento de que lo que él dice es lo correcto, y por lo tanto se le debe obedecer. Según el citado antropólogo, tanto las relaciones de poder basadas en la coerción como en las de autoridad coadyuvaron al desarrollo de las sociedades
jerarquizadas, y eventualmente a la aparición del estado2. Las categorías de Service, sin embargo, no son aceptadas por todos los investigadores sociales. Para el caso, el también antropólogo Marvin Harris concibe al poder y a la coerción como dos categorías distintas. Harris define al poder como la capacidad de una persona o grupo de controlar el flujo de energía en una sociedad determinada3.

5En opinión del antropólogo citado, la coerción es sólo uno de los mecanismos utilizados por las sociedades estatales para mantener el control de la sociedad, y su uso se torna más evidente en las comunidades sujetas a períodos de importantes transformaciones, manifestándose más frecuentemente en aquellos estados donde las desigualdades
sociales son más acusadas4.
En cualquier caso, Harris señala al control del pensamiento como una de las principales vías utilizadas por los estados para mantener su dominio sobre la sociedad, ya sea impresionando a las masas con la invencibilidad de sus gobernantes, como invitándola a identificarse con la elite, entreteniéndole con espectáculos, o modelando sus pensamientos por medio de la escolarización obligatoria5. Llegados al presente punto cabe señalar que lo que Service definió como autoridad puede considerarse como una forma de control del pensamiento, matizando que tanto la capacidad de representar a la autoridad como la de ejercer
la coerción pueden y suelen estar concentradas en un mismo individuo. No compete al presente trabajo discutir si los mecanismos de control del pensamiento, como la imagen de la
autoridad, anteceden o preceden al uso de la coerción, pero si es útil señalar el importante refuerzo desempeñado por tales elaboraciones ideológicas en el ejercicio del poder.
También se debe analizar si la capacidad de control necesaria para determinar hacia donde se dirigirá el flujo de energía en una sociedad, utilizado por Harris para definir el poder, no implica previamente el control del pensamiento de las masas, o incluso el ejercicio de la
coerción. En todo caso, también es necesario puntualizar que lo que Harris define como control del pensamiento coincide en muy buena medida con la superestructura ideológica de los marxistas, demostrando una vez más la deuda del citado antropólogo con la filosofía de Marx.
Frente a los mecanismos de poder analizados por los anteriores investigadores, el historiador británico Charles Tilly opone la figura del capital6. Para el anterior historiador, la interrelación entre coerción y capital desempeñó un papel crucial en el nacimiento de los estados europeos modernos. Tilly relaciona al capital con el origen y desarrollo de las ciudades, a las que define como cabezas de economías regionales donde se han dado altas cuotas de acumulación y concentración de capital. Mientras tanto, considera a la coerción como un factor determinante en el origen de los estados. Las distintas correlaciones de
coerción y capital habrían modelado diferentes tipos de sociedades estatales7.

6El porque los estados hicieron importantes concesiones a los capitalistas lo explica Tilly señalando que las necesidades económicas de los reinos para financiar sus guerras los obligó a negociar con las oligarquías locales8. En el presente trabajo interesa destacar esta última idea del historiador británico, pues la importante capacidad de negociación frente al estado otorgada a los individuos por la concentración de capital constituye, en última instancia,
otra importante fuente de poder dentro de las sociedades. Tomando en cuenta los anteriores razonamientos, en esta investigación se considerará al poder como la capacidad de
un individuo o grupo para lograr que otras obedezcan sus órdenes, haciendo uso de mecanismos de control del pensamiento o ejerciendo la coerción, o bien aprovechando la capacidad negociadora que les otorga su capital, o como sucede en muchas ocasiones, valiéndose de varios de los mecanismos anteriores, o de todos ellos a la vez. La existencia de diversos focos de poder dentro de una sociedad invariablemente conduce al conflicto cuando entran en confrontación los intereses o aspiraciones de los distintos grupos, como se podrá analizar a continuación.

7H4. II.- LA SOCIEDAD COLONIAL

8La sociedad colonial hondureña surgió como una adaptación a las circunstancias impuestas por el nuevo medio a los habitantes de la provincia. La afirmación anterior no implica que la naciente estructura social careciera de precedentes, pues sus principales características desembarcaron en América junto con las huestes conquistadoras. Aunque en el siglo XVI la mayor parte de la población hondureña estaba integrada por los indígenas, la minoría hispana constituía el segmento dominante, y detentaba el control administrativo, ideológico, militar y económico de la sociedad. En otras palabras, las mayores cuotas de poder y capital de la Honduras colonial estaban concentradas en las manos de un pequeño grupo de habitantes europeos. Para comprender las relaciones de poder en una de las provincias del Imperio es imprescindible, por lo tanto, dedicar un epígrafe a la sociedad española de la época.

9H4. LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI

10La estructura social hispana de la temprana Edad Moderna era tan compleja como la historia misma de la península. Ocho siglos de enfrentamientos fronterizos contra los hispano musulmanes, alternados con batallas no menos encarnizadas entre los reinos cristianos, habían
conformado una sociedad de marcado carácter castrense, y estratificada verticalmente en estamentos, castas y grupos económicamente diferenciados entre si. Idealmente el estado privilegiaba las diferencias de estamentos y castas, pero no siempre le era posible obviar la preeminencia económica de algunos grupos sociales. En igual medida, los grupos económicamente fuertes aspiraban a mejorar su posición aprovechando las oportunidades que les brindaba su fortuna, ya fuera por medio de la compra de títulos, o a través de ventajosas alianzas matrimoniales. Todas las características anteriores formaban parte del substrato sociocultural que los conquistadores llevaron consigo a las tierras americanas, como se intentará demostrar en las siguientes páginas.

11H5. Los estamentos

12En la sociedad castellana la posición del individuo estaba fijada desde su nacimiento por la pertenencia de su familia a un determinado estamento.9 La base de la sociedad la componía una inmensa mayoría de personas conocidas como gente del común o pecheros, llamados así por que estaban obligados a pagar un impuesto directo o pecho a la Corona, o a quienes ésta designase. Sobre los pecheros se encontraba la nobleza, minoría exenta de pagar dicho tributo, y que era la que detentaba el poder y la dirección del estado. Pero las diferencias entre uno y otro estamento social no se limitaban al impuesto citado, pues al fin y al cabo la exención de su pago era uno de los tantos privilegios que gozaban los nobles. Los teóricos de la época fundamentaban la desigualdad social en una serie de conceptos y principios perfectamente
concatenados, que partían de la forma en que era adquirido el estado de nobleza. Los títulos nobiliarios eran otorgados exclusivamente por el Rey en base a los méritos del individuo. La concesión del título dotaba a quien lo recibía de una posición económica y un prestigio social que era extensivo a sus herederos. Se asumía que el fundador de la casa nobiliaria transmitía a sus descendientes las virtudes que le habían hecho acreedor de un título, razón por la que los principales cargos del estado, fueran militares, civiles o eclesiásticos, eran reclamados por los
miembros de la nobleza. De igual forma, los nobles podían solicitar privilegios y mercedes en base a la calidad de su sangre y a los servicios prestados a la Corona. La honra de ilustres antecesores, transmitida por vía sanguínea a las nuevas generaciones, era uno de los principales argumentos esgrimidos por la nobleza para justificar su privilegiada posición.

13H5. Las diferencias económicas y la movilidad social

14La estructura de la España del siglo XVI respondía en líneas generales al esquema anterior, aunque dentro de cada estamento había notables diferencias vinculadas directamente a la capacidad económica de cada individuo. Sin lugar a dudas los súbditos españoles más pobres
pertenecían al estamento de los pecheros, pero junto a ellos también había otros poseedores de inmensas fortunas personales. La causa de tan notorias diferencias deben buscarse en la composición social del estamento citado, pues los pecheros, además de comprender una enorme masa de labradores y jornaleros depauperados, y a otras personas con una situación económica menos precaria, también comprendían a una minoría de artesanos prósperos y de
mercaderes ricos. La desigualdad económica también era patente en el estamento noble, cuyo escalón inferior estaba constituido por los hidalgos. El único signo externo de quienes gozaban de tal condición era la exención de los impuestos directos. Pero de ninguna manera la hidalguía implicaba una situación económica desahogada, pues de hecho había muchos hidalgos pobres y endeudados, tal como nos lo testifica la literatura picaresca de la época, donde se satirizó hasta la saciedad la figura de estos desventurados personajes. Los escalafones superiores de la nobleza estaban ocupados por los caballeros, la nobleza con título y los grandes, normalmente poseedores todos ellos de importantes patrimonios inmuebles, y perceptores de tributos pagados por pecheros de determinados municipios.10 Pero a pesar de
la riqueza usualmente asociada a las familias nobles de elite, la pertenencia a una de ellas no garantizaba el porvenir económico de todos sus miembros. La razón de dicha incertidumbre se debió a la implantación, en 1505, de la ley de mayorazgo, que si bien ayudó a asegurar la conservación del patrimonio de la pequeña nobleza, por otro lado obligó a los segundones del linaje a buscar otras fuentes monetarias para asegurar su futuro, pues el grueso del patrimonio familiar era heredado, junto con el título y las rentas a él anexas, por el hijo varón mayor de la familia.

15Afortunadamente para los menos favorecidos existía la posibilidad de mejorar su situación social individual. Los miembros de uno u otro estamento podían aspirar a alcanzar posiciones más elevadas, siempre y cuando supiesen aprovechar los mecanismos de ascenso reconocidos por el estado. Para escalar posiciones era imprescindible la acumulación de méritos, ya fueran estos adquiridos por el servicio militar, el ejercicio de cargos públicos o el servicio al estado (en la justicia, la hacienda y el comercio). Los méritos adquiridos en las campañas militares
eran particularmente muy apreciados, y desde esta perspectiva la conquista de América representó una inmensa oportunidad de ascenso social para quienes participaron en ella. Conscientes de la ocasión presentada, innumerables labradores, jornaleros y pecheros en general se apuntaron a las huestes, pero también lo hicieron hidalgos pobres o ambiciosos, y algunos segundones de ciertas casas nobiliarias.

16Como era de esperar, los individuos de linajes nobles reclamaron desde el inicio de la conquista la asignación de cargos acordes a la calidad de su estirpe. También solían
contar con un capital que les permitía asistir a las batallas mejor equipados que otros conquistadores, aportando alimentos, armas, caballos, criados y esclavos. A la hora de solicitar mercedes, los cargos ejercidos y los capitales aportados contaban como parte de sus méritos y servicios personales. En igual medida, a la hora de recompensar a los conquistadores, la Corona tomaba en cuenta tanto los servicios prestados como la calidad de la sangre de cada uno. La naciente sociedad colonial no era independiente de la sociedad española, y a pesar de las oportunidades ofrecidas por la conquista americana, a la hora del ascenso social, normalmente los miembros de los linajes nobles y sus allegados partían desde una posición ventajosa.

17H4. LA REALIDAD AMERICANA

18Los colonizadores cruzaron el Atlántico con la firme intención de mejorar su fortuna, pero no todos se marcharon para asentarse definitivamente en las nuevas tierras, ya que muchos pensaban retornar a la península una vez colmadas sus expectativas de rápido enriquecimiento. Por otro lado, las aspiraciones casi feudales de los que si deseaban radicarse en las tierras americanas no congeniaban con los planes de una monarquía empeñada, desde finales del siglo XV, en desmochar las fortalezas de la díscola nobleza ibérica.
Sin embargo, la Corona era consiente de los problemas derivados de una y otra postura, y como deseaba propiciar la ocupación permanente del continente se vio obligada a ejercer una política de incentivos con los colonizadores, haciendo grandes concesiones unas veces, e imponiendo tajantes limitaciones en otras, pero sin perder nunca de vista su aspiración de modelar sobre las cenizas de los pueblos conquistados a una sociedad hecha a la medida de
sus intereses.
Con tal idea en la cabeza, una vez terminada la época de los grandes conquistadores, la monarquía marginó a los colonos de los principales cargos de gobierno local, e implementó un sistema de desarraigo burocrático diseñado para mantener el control sobre las colonias y evitar, en la medida de lo posible, que los principales oficiales reales desarrollaran vínculos estrechos con los lugareños y sus intereses11. Las elites indianas se vieron forzadas a
parapetarse en el cabildo municipal, una institución destinada desde entonces a convertirse en el instrumento más eficaz para canalizar sus pretensiones y promover sus necesidades.
La composición de uno y otro grupo permite inferir que en las colonias americanas las mayores concentraciones de poder se acumulaban en manos de los oficiales de la Corona y, eventualmente, en unos cabildos municipales usualmente conformados por los personajes más pudientes de la zona. Las relaciones entre ambos grupos solían fluctuar desde la complicidad delictiva hasta la hostilidad abierta, jugando el comportamiento particular del funcionario de turno un papel determinante en el desarrollo de los acontecimientos.
Como se verá más adelante, la coyuntura histórica propició que el descubrimiento de plata en las montañas de Honduras desencadenara enfrentamientos entre cabildos y funcionarios, una serie de conflictos motivados por la defensa de sus intereses, y que estaba destinada a superar
los límites de la provincia, hasta implicar a las instancias superiores de la Audiencia de los Confines.

Los indígenas y la población hispana

19Como ya fue señalado anteriormente, los cabildos municipales eran las instituciones encargadas de representar los intereses de los habitantes de las villas y ciudades de las indias, y normalmente estaban dominados por los personajes más conspicuos de la zona. En su afán por perpetuar su dominio sobre las colonias, la Corona intentó arraigar a los conquistadores y colonos en los territorios sojuzgados concediéndoles tierras y encomiendas de indios, pero como condición para recibirlos decretó la preferencia por aquellos que se afincasen con sus familias en los partidos donde tuviesen pueblos encomendados. De tal forma, todos los implicados en la conquista de una tierra tenían derecho a ser vecinos de las poblaciones fundadas, y eventualmente todos los vecinos aspiraban a convertirse en encomenderos de algún pueblo indígena de la jurisdicción del municipio en que vivían.
El ideal de vida del vecino encomendero pasaba por sustentarse de la renta de su encomienda, sin ejercer ningún oficio mecánico que manchara la honra de su casa y linaje. La ficción de nobleza se complementaba con la exención del pago del pecho o tributo, contribuyendo de tal forma a fomentar que la mayoría de los vecinos indianos se considerasen hidalgos12. En definitiva, el éxito de una población hispana normalmente dependía de la disponibilidad de una abundante mano de obra indígena tributaria, sobre cuyos hombros se cimentaba el edificio de la economía colonial. En su debido momento se demostrará cómo la realidad hondureña, marcada por la contracción demográfica impuso restricciones al modelo social aquí descrito.

20H4. III.- MINERÍA EN HONDURAS DURANTE EL SIGLO DE LA CONQUISTA

21La conquista de la provincia se inició en 1524, si bien su pacificación efectiva no se logró hasta 20 años más tarde. La explotación minera en Honduras comenzó a mediados de esa etapa, cuando las rebeliones indígenas todavía eran comunes. Durante los primeros años la minería se restringió al lavado de oro en yacimientos de origen aluvial, utilizando la entonces abundante mano de obra indígena y una tecnología rudimentaria13. El agotamiento de los yacimientos auríferos y el declive de la población nativa, cada vez más protegida por la legislación de la Corona española, empujó a los colonizadores a explorar otras posibles fuentes de ingresos. El descubrimiento de yacimientos de plata en el partido de Comayagua marcó el inició de la explotación minera de carácter industrial en el país. Los primeros minerales en ser trabajados fueron los del distrito de San Lorenzo Guazucarán, descubiertos en 1569. La identificación de nuevos yacimientos, como los de Agalteca14