Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica

1El enfoque del estudio de García Añoveros es la visita realizada por Pedro Cortés y Larraz (1958) entre 1768 y 1770, cuando fue arzobispo de Guate­mala. Además de examinar el texto publicado por el Arzobispo, también analiza las respuestas inéditas de los sacerdotes de las parroquias a las innume­rables preguntas del prelado. Se compensaron numéricamente las estimaciones demo­gráficas generalmente bajas que elaboraron los sacerdotes y las personas en quienes éstos, a su vez, delegaban la tarea.

2En lugar de guiarse por los datos presentados en resúmenes por parroquia, García Añoveros toma en cuenta los frecuentes comentarios del Arzobispo en cuanto a la cantidad de personas que no vivían en asentamientos formales ni en haciendas. El estudio de la diseminación poblacional, especialmente el conoci­miento del paradero y el tamaño de las familias ladinas dispersas, fue crítico para llegar a un total aproximado confiable de la diócesis. El autor manifiesta que Cortés y Larraz estima la población dispersa entre un tercio y la mitad de los habitantes de su diócesis. No obstante, la cifra total de indígenas y ladinos que agregó a manera de compensación es de 35,606, menos de 11% del total del Arzobispo. Cortés y Larraz calculó un total de 335,541, compuesto por 267,320 indígenas y 68,221 ladinos. En sus estimaciones corregidas, con base en el padrón de 1778–1779 publicado en la Gaceta de Guatemala en 1802, García Añoveros agrega 28,485 indígenas y 7,121 ladinos para representar a la población dispersa. Esto eleva el total de la población indígena a 295,805 (70.2%) y el de la ladina a 75,342 (17.9%). García Añoveros suma a estos subtotales la cifra de 50,000 que representa a los españoles, negros y mulatos (11.9%), llegando al gran total de 421,147 habi­tantes en la diócesis. De acuerdo con los patrones culturales identificados por MacLeod (1973) y Lutz y Lovell (1990), los datos de García Añoveros demuestran que la población ladina se concentraba a lo largo de la bocacosta del Pacífico y el oriente de Guatemala y, especialmente, en la Alcaldía Mayor de San Salvador. Este patrón de distribución también respalda las conclusiones de Solórzano Fonseca (1985, 1993) y van Oss (1981).