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Ficha n° 3047

Creada: 27 mayo 2012
Editada: 27 mayo 2012
Modificada: 27 mayo 2012

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Autor de la ficha:

Felipe GRACIA PEREZ

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología

Una visita extensa de la página y algunos comentarios críticos.
Palabras claves :
Ciencias, Tecnología, Revista
Idioma del Sitio:
Español
URL:
http://www.revistaquipu.com
Fecha de la visita al sitio:
2012-05-27
Más información:

Antes de comenzar cualquiera de las reseñas que elaboro para AFEHC siempre me hago la misma pregunta: ¿qué ofrece esta página web para desarrollar nuestro trabajo como historiadores? No importa qué sitio web aborde, ya sea el de una revista, archivo o fundación la pregunta principal es la misma. Mi respuesta siempre es personal y subjetiva y con una tendencia más que remarcable al error. Pocos de mis comentarios tienen que ver con la institución que soporta la página, me limito a comentar la página en sí y la imagen que ofrece la institución a través de ella.

Si expongo estas bases de partidas es porque la página http://www.revistaquipu.com me parece un buen ejemplo de lo que yo considero un modelo web poco funcional. Pero antes de explicar por qué, permítanme hacer otra breve digresión en forma de pregunta abierta: ¿para quién escribimos los historiadores? Siempre me pareció una cuestión fundamental porque de ella se deriva otra aún más importante: ¿para qué escribimos? Ambas preguntas no suelen estar presentes a la hora de elaborar los sitios web, y esa carencia de partida suele lastrar la influencia y buen desempeño que tienen las páginas web a posteriori.

A carta cabal, la reseña de la página de Quipu no debería exceder un párrafo. La página presenta la nueva andadura de la Revista Quipu, una publicación que se editó entre 1984 y 2001, y que ahora inicia un nuevo periodo. La página en sí se limita a ofrecer información general sobre lo que el hipotético navegante puede encontrar en ella: el índice del último número así como de otros anteriores, los índices de la Colección Cuadernos QUIPU y bibliografía especializada con las publicaciones recientes de Historia de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina en América Latina. Ahora bien, para poder realizar esas consultas es necesario registrarse para ingresar al sitio: nombre, apellidos y correo electrónico. En puridad, ahí debería acabar la reseña.

Espoleado por la curiosidad decidí registrarme. Al entrar en el sitio sólo tenemos acceso a la Sección Gratuita, donde podemos apreciar los índices antes señalados, el directorio de la revista, su consejo editorial y las normas editoriales de publicación. También podemos acceder a una sección titulada Documentos donde encontramos la Declaración de Bucarest y un texto de Juan José Saldaña Director-Fundador de Quipu publicado en el Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina [vol. 7, nº 2 (2004), pp. 60-65] donde narra con buena prosa las aventuras y desvelos que supuso iniciar la andadura de Quipu entre su primer número de 1984 y el último de su anterior etapa finalizada en 2001, es un buen texto para todo aquel que quiera saber lo que significa crear una revista académica. Hasta ahí llega lo que ofrece a los lectores la sección gratuita, para consultar la revista Quipu en web es necesario subscribirse: 500 dólares la subscripción institucional y 110 dólares la individual, como reza en la propia página a modo de explicación “La revista Quipu no recibe subsidios institucionales es una auto-publicación de los interesados en la historia de la ciencia y la tecnología de América Latina”.

Y es en este punto donde surgen de nuevo reflexiones sobre la forma que tenemos los historiadores de abordar el ámbito web. ¿Con los requisitos de registro y subscripción quién va a acceder a los contenidos de Quipu? Y en este sentido Quipu no es más que un ejemplo entre muchas otras publicaciones. O de otra manera, frente a los filtros de registro y subscripción ¿a qué tipo de lector puede aspirar Quipu y por ende cómo concibe el deber ser de la Historia? Para intentar responder estas preguntas abordo el texto antes citado de Juan José Saldaña. Ya he dicho que se trata de un gran texto para comprender no sólo la historia de la Revista Quipu, sino las dificultades, alegrías y penas que surgen al embarcarse en la tarea de publicar una revista académica. Sobre los orígenes de la revista el autor los sintetiza en el siguiente párrafo: “Entre las numerosas iniciativas de la SLCHTC (Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología) puso en marcha a partir de 1983 se encuentra justamente la creación de una revista profesional especializada que decidimos llamar Quipu, con la intención de dar voz y repercusión internacional a las investigaciones que sobre la historia de la ciencia y la tecnología latinoamericanas se estaban empezando a producir. El Consejo Directivo de la SLHCT me confió el diseñar primero y poner en práctica después este ambicioso proyecto y, como antes dije, el primer número se publicó en la primavera de 1984”.

En las siguientes páginas Saldaña enumera los desafíos que Quipu hubo de superar para consolidar su espacio así como los remarcables logros que cosechó en su trayectoria. Como bien señala el autor en el párrafo citado se trata de un “revista profesional especializada”, y como tal tiene especial interés para nosotros las líneas que dedica su fundador y director a explicar la compleja relación con sus lectores: “Otro desafío fue que no existía de hecho tal público en tanto que público conformado por lectores habituados a leer historia de la ciencia latinoamericana, y por lo tanto tuvimos que proponernos formarlo, y en parte lo logramos. […] Dos factores en mi opinión conspiraron para limitar la distribución de nuestra revista. El primero la falta del hábito de suscribirse a una publicación científica periódica dedicada a la historia de la ciencia (o a cualquier otro tema, según pude averiguar en muchos casos) porque nuestros lectores no eran historiadores de la ciencia, sino científicos, historiadores generales y amateurs. El segundo, las innumerables trabas y costos excesivos que en la mayoría de los países existieron siempre para enviar “dólares” (era inevitable pasar por esa divisa) para el pago de las subscripciones.

Y a pié de página añade una anécdota más que ilustrativa: “En 1994 pudimos disponer del directorio del Sistema Nacional de Investigadores de México para enviarles a sus seis mil miembros información sobre Quipu con una publicidad atractiva. Esperábamos que entre el 10 y el 15% tomaran una subscripción. El resultado fue catastrófico. Solamente 13 personas adquirieron la subscripción anual. Y exceptuando a una de ellas, todas las demás eran personas conocidas mías a las que hubiera podido tener acceso sin pasar por el gasto enorme de correo, personal y materiales publicitarios”. Y de nuevo surgen las dudas, ¿paliará la disponibilidad de un sitio web propio estas dificultades que ya experimentó Quipu en su etapa anterior? Ojalá nos equivoquemos pero creemos que no, y ojalá estemos errados porque sabemos de la calidad de Quipu y además es una de las pocas publicaciones que considerados necesarias por la carencia de revistas con su perfil.

La página web de Quipu adolece de los errores de la gran mayoría de las páginas web con que contamos los historiadores. Está pensada desde parámetros que ya no son funcionales. Ya hemos hecho referencia a ello en otros textos, la página web no puede limitarse a ser un tarjeta de presentación extensa o un portal de acceso – previo registro y pago – a materiales vedados a la mayoría (basta para ilustrar este último punto la trayectoria web de un diario como El País). Tales planteamientos quedan relegados a ocupar un lugar discreto entre las herramientas de trabajo digitales con las que hoy día trabajan los historiadores. La página web debe formar parte del núcleo de la propuesta de la institución y debe ser abierta. ¿Es cabal tener a un clic de distancia los secretos de Estado revelados por Wikileaks y a la vez tener que subscribirse para consultar el último número de Quipu o cualquier otra revista que utilice el mismo modelo? ¿Operando desde este modelo a qué tipo de lector va a llegar la información que trata de comunicar Quipu? La respuesta nos la dio el propio Juan José Saldaña al definir Quipu como una “revista profesional especializada” y explicarnos las dificultades de subscripción, de hallar un nicho de lectores, que la publicación sufrió en su anterior singladura. Es una revista por y para profesionales y ni siquiera en su aspecto general sino sólo para aquellos con intereses directos en la Historia de la Ciencia.

Es obvio que desde la Historia como actividad profesional no se puede aspirar a escribir para todos. Aquel que lo haga no sólo no pasará los cortes de validación profesional con los que estandarizamos nuestra producción, lo más probable es que haga mal su trabajo. Los que quieren escribir para todos confunden la Historia con las historias. Ahora bien, ¿parte de nuestra insignificancia social no se debe a que ni siquiera escribimos para hacer accesible nuestros textos al sector de lectores cultos que entienden la lectura no sólo como mero entretenimiento sino sobre todo como una experiencia formativa? ¿Está Quipu abierta a ese lector o queda limitada al círculo de investigadores-productores-lectores de la propia temática? Cuando sólo se escribe para el círculo de los que trabajan el mismo tema, y por tanto va a resultar difícil que la publicación traspase dichas fronteras, montar una página web resulta un accesorio prescindible. Basta con enviar un mail viral a través de la lista de correo para que a su turno los respectivos departamentos, archivos y bibliotecas se subscriban – con suerte – a la publicación física y pueda consultarse en papel.

Sin embargo, quedémonos con lo mejor de la página: anuncia la buena noticia de que Quipu ha vuelto, una revista de calidad, por pares y que ocupa un espacio necesario. Ojalá tenga tanto éxito entre propios y extraños como para que sea rentable su financiación a través de publicidad y donaciones. Tal vez así podría cambiar de modelo web y abrir a todo tipo de público el conocimiento que custodia.