Ficha n° 2434

Creada: 13 junio 2010
Editada: 13 junio 2010
Modificada: 20 junio 2010

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Autor de la ficha:

Dorde CUVARDIC GARCÍA

Editor de la ficha:

Patricia VEGA JIMÉNEZ

Las relaciones de los escritores costumbristas y modernistas con las empresas periodísticas

Tanto en los artículos costumbristas como en las crónicas modernistas, el enunciador tematiza las difíciles relaciones que tiene con la empresa periodística. Diversos son los motivos textuales utilizados: la dificultad de encontrar un tema de escritura (crisis de la hoja en blanco), los limitados plazos temporales de entrega del artículo o crónica, la conciencia de escribir desde esquemas estereotipados o la obligación de servir a los intereses del jefe de redacción, de la empresa o del lector.
Autor(es):
Dorde Cuvardic García
Fecha:
Junio de 2010
Texto íntegral:

1

Introducción

2 Desde el siglo XVIII se consolida en Occidente la práctica periodística. A inicios de este siglo, con The Spectator, de Joseph Addison y Richard Steele, surge la prensa burguesa, promotora de valores individualistas, e ingresan los literatos al espacio mercantil del campo periodístico. Se convierten en asalariados y se dedican, sobre todo, a escribir géneros como escenas costumbristas o críticas de arte y literarias… En el caso específico del periodismo literario en español, dos periodos que se han convertido en canónicos son el costumbrismo y el modernismo. Mariano José de Larra (1809-1837) y Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), en el primer caso, o Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), Julián del Casal (1863-1893) o Rubén Darío (1867-1916), en el segundo, se convierten en clásicos de la escritura periodística1.

3 Estos escritores, como asalariados, experimentan condiciones laborales precarias: presión para la entrega de los textos asignados, bajos salarios, vida efímera de los periódicos… Por una parte, frente al Renacimiento y el Barroco, disponen de mayor libertad intelectual. Ya no se ven obligados a depender de ningún mecenas. Por otro lado, sin embargo, sufren una situación económica inestable: venden su fuerza de trabajo en el mercado editorial. Los intelectuales se sentirán al margen, económica y políticamente hablando, de una sociedad que pretenden guiar ‘espiritualmente’. El poema en prosa Pérdida de aureola, de Charles Baudelaire, alegoriza muy bien esta situación. Un caballero se sorprende de encontrar a un conocido en un lugar de perdición. Este último explica su conducta: ha perdido su aureola y esta circunstancia le permite visitar cualquier espacio social.

4En todo caso, si bien el intelectual pierde parte de la aureola social que tuvo hasta entonces, gana sin embargo en libertad de pensamiento y de movimiento. El personaje del poema en prosa mencionado, como destaca el filósofo Marshall Berman, “descubre que el aurea de la pureza y la sacralidad artística es solamente incidental, no esencial, para el arte, y que la poesía puede darse igual de bien, y quizá mejor, al otro lado del bulevar, en esos lugares bajos, <> […] Si el poeta se lanza al caos en movimiento de la vida cotidiana en el mundo moderno […] puede apropiarse de esta vida para el arte2.” El poema en prosa no incorpora el precio de esta libertad ‘a medias’: férrea dependencia económica e ideológica del periódico para el que escribe, utilización de esquemas estilísticos limitados a la hora de escribir, sujeción a las rutinas productivas…. No debe extrañar que los escritores costumbristas y modernistas expongan estas relaciones conflictivas, incluso cuando fundan y dirigen periódicos literarios efímeros, con una de las instituciones más importantes de la modernidad.

Las relaciones de los escritores costumbristas con las empresas periodísticas

La dificultad de encontrar un tema de escritura y los cortos plazos de entrega

5Uno de los motivos textuales más comunes incorporados en los artículos costumbristas es la dificultad que tiene el enunciador de encontrar un tema de escritura, agravada por los cortos plazos de entrega de los textos a las redacciones. Muchas veces se iniciará el artículo con este motivo. Se puede asumir como un ejemplo del tópico de la falsa modestia, utilizado para captar la benevolencia del lector. Curtius señala que una de las fórmulas de este tópico es recurrir a la escasa preparación, ya sea en el uso del lenguaje o en cualquier otra faceta como escritor3. Un ejemplo de escasa preparación es carecer de tema. Así, por ejemplo, en Mesonero Romanos, El Curioso Parlante, después de alquilar un traje para la fiesta de disfraces del Carnaval, señala en El dominó: “De vuelta a mi casa, queriendo aprovechar el calor de mi fantasía, me puse a escribir el principio de este discurso; mas, disgustado de la pobreza de mi pensamiento, concluí por envidiar a don Cleofás su Asmodeo4”.

6En El barbero de Madrid, del mimo autor, también se tematiza esta dificultad. La inserción del escritor en el sistema mercantil periodístico implica la entrega regular, semanal, de artículos de costumbres. En el caso que nos ocupa, incluso le comunica al destinatario del periódico, a su lector implícito, esta limitante temporal:

7bq.“¡Sabe usted, señor público, que es un compromiso demasiado fuerte el que yo me he echado encima, de comunicarle semanalmente un cuadro de costumbres? ¿Sabe usted que no todos los días están mis humores en perfecto equilibrio, y que no hay sino obligarme a una cosa, para luego mirarla con tibieza y hastío? A la verdad, que nada hay que acorte el ingenio y mengüe el discurso como la obligación de tenerles a tal o cual hora determinada5.”

8La escritura se encuentra en conflicto con los plazos de entrega. No es, ni debe ser, una actividad que pueda ser ejercida con ‘regularidad’ y ‘a la fuerza’, o aplicando mecánicamente modelos previos, como si fuera una actividad industrial. La búsqueda de condiciones propicias para la inspiración, o la búsqueda razonada de temas, son tácticas necesarias para que la escritura tenga lugar. Así, en El barbero de Madrid, El Curioso Parlante expone sus intentos infructuosos en el ámbito de la inventio (es decir, de la búsqueda de temas):

9bq.“preciso será sentarme a escribir algo si es que mañana he de responder con papel en mano al cajista de la imprenta. Paciencia, hermano; sentémonos, preparemos la pluma; dispongamos papel y… Pero entiendo que antes de empezar a escribir, bueno será pensar sobre qué… […] Mas no hay que detenerse en ello, sino imitar a tantos escritores del día, que escriben primero y piensan después. […] Repasemos mis memorias, a ver cuál puede hoy servir de materia al entendimiento… Esta…, la otra…; nada, la voluntad dice que nones, pues señores, medrados quedamos6.”

10En este momento de crisis, recibe la visita de un barbero. En muchos artículos costumbristas se expone la visita de algún personaje a la vivienda del enunciador como el tema que finalmente ocupará la escritura del intelectual.

11También en Larra se asume el tópico. En La polémica literaria, afirma el enunciador, que tiene el propósito de escribir desde un pensamiento que satisfaga a todo tipo de público: “ni venía musa, ni yo acertaba a escribir un mal disparate que pudiese dar contento a necios y a discretos7”. Así también se inicia el artículo Empeños y desempeños: “En prensa tenía yo mi imaginación no ha muchas mañanas, buscando un tema nuevo sobre que dejar correr libremente mi atrevida sin hueso, que ya me pedía conversación, y acaso nunca lo hubiera encontrado a no ser por la casualidad que contaré…[…] [Se trata de la visita de un sobrino suyo, con el que visitará una casa de empeños][8][...] Hallábame, como he dicho, sin saber cuál de mis notas escogería por más inocente, y no encontraba por cierto mucho que escoger, cuando me deparó felizmente la casualidad materia sobrada para un artículo, al anunciarme mi criado a un joven que me quería hablar indispensablemente.” (en cursiva en el original9).

12La visita de un joven con pretensiones de convertirse en cómico (_actor_) que le pide al enunciador, como crítico teatral, una recomendación, le permitirá redactar un artículo. En ocasiones, el escritor tiene tema de escritura, pero no puede expresarlo con un plan compositivo que le satisfaga. Así sucede en La casa a la antigua, de Mesonero Romanos. El Curioso parlante, quien ha recibido una carta de uno de sus lectores, don Perpetuo Antañón, decide poner en conocimiento de los lectores el tema de la carta, pero reflexiona sobre los mejores procedimientos para hacerlo: “Cavilando largo rato sobre el modo de hacerlo con mayor efecto, no hay que decir que corté varias plumas, tracé algunas líneas, las borré luego, cambié muchas veces el papel y me rasqué no pocas las orejas y la frente; pero todo en vano, pues nada de lo que escribía llenaba mis deseos10”. En este caso, la dispositio y la elocutio son las etapas del proceso de la escritura que no pueden ser ejecutadas.

La visita al espacio público como táctica para encontrar un tema de escritura

13En la perspectiva enunciativa suele aparecer el tema de la salida a la calle o la visita a diferentes tipos de espectáculos, espacios públicos (cafés, fondas, teatros) y viviendas como mecanismo de búsqueda de temas para el artículo de costumbres que el escritor debe presentar al periódico y a sus lectores. Así, por ejemplo, en La educación de entonces, de Larra, el enunciador declara su urgencia de salir a la calle y aclarar sus ideas: “He aquí las ideas que revolvía en mi cabeza uno de estos días en que el mal humor, que habitualmente me domina, me daba todo el aspecto de un filósofo y me había sacado a pasear maquinalmente por la ronda11.” Una vez en el espacio público, dos tradicionalistas acaparan su atención.

14La crisis de la escritura, y la salida al espacio público para superarla, también se utiliza en Las casas de baños, de Mesonero Romanos:

15“A este punto llegaba yo de mi discurso cuando, harto ya de revolver mamotretos, tomar apuntes, refrescar memorias y asentar especies sueltas, tiré la pluma, tomé el sombrero y me planté en la calle, deseoso de vivificar con el frescor de la mañana mi acalorada imaginación. Pero como ella sea tal, que una vez ocupada en un objeto, tarde o nunca llega a desasirse de él, enderezóme la voluntad al mismo punto y caso en que de antemano se revolvía, y me hizo sospechar que si de pensar en los baños nacía mi agitación, nada como ellos podría conseguir calmarla. […] me dirigí a la primera casa de baños que a la mano tenía12.”

16Ya en el espacio público, el enunciador declara en ocasiones tomar notas en una libreta para describir verbalmente las observaciones realizadas. Así ocurre en El día de fiesta, de Mesonero Romanos: “Ahora, pues, leamos despacio mis notas y escojamos materia conveniente13…” Y El pobrecito hablador, en El café, de Larra, después de observar y escuchar desde un rincón a diversos tipos sociales que conversan, declara: “Y volviendo a mi café, levantéme cansado de haber reunido tantos materiales para mi libreta14” .

17Este motivo, la salida al espacio público ante la crisis de la página en blanco, traspasa el ámbito periodístico. En la novela también aparece, como en el caso de El paseo, de Robert Walser: “Olvidé con rapidez que arriba en mi cuarto había estado hacía un momento incubando, sombrío, sobre una hoja de papel en blanco. Toda la tristeza, todo el dolor y todos los graves pensamientos se habían esfumado […] Esperaba con alegre emoción todo lo que pudiera encontrarme o salirme al paso durante el paseo15.”

18Tanto en Mesonero Romanos como en Larra, en algunas oportunidades, el periodista recibe la visita de un amigo o familiar y el tópico de conversación se convierte en el tema del artículo. En otras ocasiones, saldrá sólo de casa y recorrerá las calles y los espacios públicos sin compañía. Por último, también puede salir con un amigo o familiar a realizar un trámite burocrático, visitar un espectáculo… Recuérdese que también en el costumbrismo europeo el trayecto urbano no siempre se hace individualmente, sino en parejas.

Crítica de las rutinas productivas y de la escritura periodística

19Prácticamente los únicos comentarios de los escritores costumbristas sobre las relaciones productivas en las empresas periodísticas se dedican a las rutinas temporales, particularmente a los estrictos plazos de entrega de los textos que el escritor debe, ya no ‘crear’, sino ‘producir’. En Hablemos de mi pleito, de Mesonero Romanos, El Curioso parlante expresa su ansiedad ante la cercanía del fin del plazo de entrega de un artículo costumbrista a la imprenta: “El compromiso era grande; de un lado, el cajista de imprenta esperando el artículo de costumbre; por otro, mi pluma negándose por aquel momento a trazar otras frases que no fuesen las consabidas del otrosí y por qué; Adisson y Labruyère [sic] huyendo a todo correr de mi cabeza; […] mi voluntad buscando en vano lances cómicos y observaciones festivas16” .

20Los estrictos plazos de entrega se relacionan directamente con la calidad de la escritura periodística. Es una de las causas de su escasa ‘originalidad’, ‘creatividad’, de su anclaje en estereotipos, en moldes o esquemas preparados de antemano. La escritura periodística recibe una crítica implacable en Casarse pronto y mal, de Larra. Se trata de una escritura diletante, superficial, redactada a la carrera:

21bq.“Habrá observado el lector, si es que nos ha leído, que ni seguimos método, no observamos orden, ni hacemos sino saltar de una materia en otra, como aquel que no entiende ninguna, cuándo en mala prosa, cuándo en versos duros, ya denunciando a la pública indignación necios y viciosos, y afectando conocimiento del mundo en aplicaciones generales frías e insípidas. Efectivamente, tal es nuestro plan, en parte hijo de nuestro conocimiento del público, en parte hijo de nuestra nulidad17.”

22Otro juicio implacable sobre el periodismo también aparece en Larra, específicamente en el artículo La vida de Madrid, donde el enunciador, en conversación con un contertulio, declara: “’Soy periodista; paso la mayor parte del tiempo, como todo escritor público, en escribir lo que no pienso y en hacer creer a los demás lo que no creo. ¡Cómo solo se puede escribir alabando! Esto es, que mi vida está reducida a querer decir lo que otros no quieren oir18’”. Es decir, el periodista carece de opinión propia. Se encuentra obligado a reproducir la ideología de los propietarios de las empresas periodísticas para las que trabaja. Otra implacable crítica se encuentra en el irónico Ya soy redactor, de Larra. El enunciador hace un recorrido por su carrera periodística: al inicio, tiene todas las ilusiones de un profesional que pretende cambiar el mundo. Rápidamente, sin embargo, llega el desengaño: como crítico, entra en conflicto con los profesionales de la cultura, como redactor, con los intereses de su editor19.

23Frente al pretendido carácter acomodaticio, pequeñoburgués, que tradicionalmente ha sido atribuido al costumbrismo, podemos observar en la escritura de Larra y Mesonero Romanos, sobre todo en la del primero, una lúcida crítica a una de las más importantes instituciones de la modernidad: el campo periodístico.

La reflexión sobre el trabajo periodístico en la escritura modernista

24 De todos los cronistas modernistas que escribieron para los periódicos, aquellos que incorporan en más ocasiones en su escritura las relaciones con las empresas periodísticas son el cubano Julián del Casal y el salvadoreño Arturo Ambrogi. En cambio, Enrique Gómez Carrillo, Rubén Darío y José Martí adoptan una mirada exclusivamente orientada a describir y evaluar, elogiosa o críticamente, los procesos de la modernidad.

25La crisis de la escritura también aparece en la esfera enunciativa de las crónicas modernistas. En Album de la ciudad. El fénix, de Julián del Casal, confiesa el cronista: “Falto de asunto para esta crónica, porque la presente semana, lo mismo que otras muchas, brinda pocos motivos para ennegrecer cuartillas; concebí el proyecto de ofrecer a mis lectores, una reseña muy ligera del soberbio establecimiento, toda vez que hay muchos objetos, en sus brillantes anaqueles, que desafían a la pluma más experta y rechazan toda descripción20”. Aparece, incluso, el consabido tópico de la falsa modestia: el cronista realizará una descripción somera del establecimiento porque está incapacitado para detallar la diversidad y lujo del gran almacén.

26La crisis de la escritura también se utiliza en Veladas teatrales. Soledad Goizueta, declara: “Antes de poner este nombre [el de esta cantante mexicana, en el título de la crónica], en la primera cuartilla, he vacilado largo tiempo, sin resolverme a escribir. Varios asuntos rodeaban mi cerebro, solicitando la preferencia para la crónica de hoy21”. Y en Bocetos sangrientos. El matadero, dedicada a describir el Matadero de La Habana, utiliza la convención, ya empleada en el discurso costumbrista, de afirmar en el exordio que el motivo del callejeo es encontrar y ofrecer un tema a los lectores:

27“Cansado de recorrer la población, buscando algo nuevo que admirar; de sentir la nostalgia de un museo… [...]; resolví marcharme ayer a uno de los sitios más repugnantes de la capital, al Matadero, donde la contemplación del sangriento espectáculo de las bestias incesantemente degolladas, a la par que una sensación inexperimentada, pudiera proporcionarme asunto para uno de esas crónicas que me reclaman algunos de mis lectores22.”

28También el cronista salvadoreño Arturo Ambrogi siente la presión de los plazos de entrega al periódico. En Crónica de la semana evalúa la semana que ha terminado. Sometido a los intereses empresariales, podemos identificar el tedio que domina al escritor que no puede escribir desde sus propios intereses:

29“siete días en que nada de novedad ocurrió, nada digno de ser escrito publicado. Una página en blanco y un lápiz, rota la punta, abandonados, sobre una mesa desordenada, llena de un ejército de diarios y revistas, capitaneado por Monseñor el Diccionario de la Real, y sentada cabe a ella, un hombre que se desespera, que busca la nota para sus crónicas, y esta se le escapa, como una mariposa. He aquí, la perspectiva, halagadora para el escritor holgazán23”.

30Esta presión también queda mencionada en la crónica de Amado Nervo, Los mexicanos y el cosmopolitismo. El enunciador decide flanear por la Exposición de París de 1900, ya que “[e]l Imparcial necesita crónicas24”, es decir, el periódico para el que trabaja. Busca en el espacio público un tema sólo porque el periódico requiere crónicas con las que llenar sus páginas. La profesión periodística también queda criticada en Hacer un artículo, de Nervo, dedicada al proceso productivo de los textos informativos:

31“Para escribir un artículo no se necesita más que un asunto: lo demás… es lo de menos. Hay en esto del periodismo mucho de maquinal. Lo más importante es saber bordar el vacío, esto es, llenar las cuartillas de reglamento de cualquier cosa. […] Prometedme un asunto diario, y en nombre de mi conocimiento del ‘oficio’ os prometo un artículo diario: advirtiendo que no se necesita un gran asunto. Dénmelo ustedes mediano, grande o pequeño, que el artículo saldrá, aunque su importancia, es claro, estará en proporción del tópico25.”

32Desde una enunciación irónica, es decir, expresando complacencia hacia una práctica que en realidad no le satisface, explica que la escritura informativa siempre utilizará el mismo molde estilístico (sin dejar espacio a la creatividad del escritor) y que la tarea realmente difícil es encontrar un tema, aunque no sea excepcional. Por su parte, el costarricense Carlos G. Zeledón, con ocasión del homenaje que la revista salvadoreña El fígaro, dirigida por Arturo Ambrogi, tributó a Manuel Gutiérrez Nájera, declara que las crónicas “son trenzadas a la carrera, sobre una rodilla y al lápiz, para mandarla inmediatamente al cajista que espera26”. Además de presentar la clásica metáfora del tejido (‘trenzadas’) para referirse a un texto, es una excelente descripción de las condiciones de trabajo del cronista: sale al espacio público con el cuaderno de notas en mano, para registrar los acontecimientos que observe, y a partir de estas anotaciones deberá tener en pocos días lista una crónica que el periódico publique. El propio Manuel Gutiérrez Nájera, en el artículo “Un banquete al maestro Altamirano”, declara: “publico más de treinta artículos al mes; pago semanariamente mi contribución de álbumes; hago versos cuando nadie me los ve y los leo cuando nadie me oye, porque presumo de buen educado…, ¡y todavía me llaman perezoso27!...” Es decir, aunque publica una media de un artículo por día, todavía tiene tiempo para escribir poesía. El cronista salvadoreño Arturo Ambrogi, por su parte, en el número ya mencionado de homenaje a Gutiérrez Nájera, declara: “Las tareas periodísticas no dejan casi nunca marjen [sic] a la imaginación28.” Es decir, el periodismo literario que pretenda traspasar la traducción de la referencialidad tiene escasas posibilidades de desarrollo en una prensa con predominantes intereses informativos.

33Mencionar la utilización de la libreta de apuntes o del cuaderno de notas no es exclusivo del costumbrismo. También aparece en la escritura modernista. Se tematiza la escritura. Un ejemplo es la crónica Semana Santa. Sensaciones personales, de Julián del Casal: “retootnote">28.â€