Ficha n° 2263

Creada: 10 octubre 2009
Editada: 10 octubre 2009
Modificada: 19 octubre 2009

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Autor de la ficha:

Roberto GARCíA FERREIRA

Editor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Publicado en:

ISSN 1954-3891

A propósito de María Vilanova de Arbenz

En la pasada edición del Boletín el colega Marco Cabrera Geserick hizo referencia al fallecimiento de María Vilanova de Arbenz, viuda del ex presidente guatemalteco Jacobo Arbenz. Su texto exhibe varios aspectos francamente cuestionables y el objetivo del presente artículo es discutir ellos realizando algunas precisiones.
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Autor(es):
Roberto García Ferreira
Texto íntegral:

1Empecemos por las coincidencias1. Si se quiere, ambas resultan obvias. En primer lugar coincido en cuanto a que el estudio de su vida resulta importante para entender mejor la historia centroamericana. En segundo término, también manifiesto mi concordancia en lo relativo a trazar una narrativa biográfica sobre tan significativa figura histórica, tópico con el cual entiendo que nadie —inclusive los más acérrimos enemigos y detractores del matrimonio Arbenz-Vilanova— podría discrepar.

2Con excepción de lo anteriormente señalado, los restantes apuntes del colega Cabrera Geserick resaltan por ser francamente discutibles en algunos casos y definitivamente falsos en otras oportunidades. En razón de lo expuesto y convencido de que se trata de una temática tan excesivamente polémica como deformada, me permitiré señalar en este artículo cada uno de ellos respaldando documentalmente mis juicios. Para ello debo advertir al lector que he tenido la posibilidad de ser el último investigador —y como es sabido muy pocos pudieron hacerlo— en hurgar junto a Doña María su pasado habiéndoseme conferido el alto honor de investigar su archivo personal2. La investigación de documentación de este tipo ha resultado relevante, pues debe subrayarse que los documentos personales son registros no motivados o incentivados por el investigador durante el desarrollo de su trabajo, por lo cual su valor cualitativo es fácilmente perceptible.

Jacobo y María, o ¿María y Jacobo?

3En cuanto al matrimonio del presidente guatemalteco y la salvadoreña Vilanova, Cabrera afirma que se trató de un “vínculo íntimo complejo, benéfico ya que la personalidad de Vilanova influyó positivamente en Jacobo Arbenz, y al mismo tiempo nocivo, pues el alejamiento entre ambos terminó por afectar definitivamente la estabilidad de su esposo”. Así entendido, parece razonable concluir en que Arbenz habría sido receptor de la influencia de su esposa, sobre cuya figura descansa la centralidad de la pareja. ¿Acaso su condición de hombre introvertido y reservado justifica tal afirmación? ¿Las indudables diferencias de carácter entre ambos explican ello? ¿Es posible que Jacobo nada influyera en su esposa? Aún sin haber contado con la posibilidad de estudiar el legado privado de ambos, tal interpretación no sólo no se ajusta al sentido común sino que es deudora de la insistente propaganda de la CIA3. La propia doña María se encargó de señalar algo diferente: “Yo le debo a Jacobo Arbenz prácticamente la totalidad de mi pensamiento político4 (…)”.Podría ser falso, pero ¿qué razón tenía María para mentir en esa libreta personal? Como ella misma escribió en otro importante documento privado, Jacobo “era muy perfeccionista, muy introvertido”, “radical en sus juicios”. Es más, “políticamente lo apoyé e impulsé siempre” ya que él era “una figura romántica en revolución” y yo “aplaudía lo que estaba haciendo” Jacobo5. De todas formas, parece acertado, como la célebre investigación de Gleijeses lo demuestra, que en realidad se trató de un crecimiento que hicieron mutuamente: Jacobo y María “fueron compañeros en un proceso de radicalización que comenzó lentamente y se hizo cada vez más rápido6”.

María y el choque con su padre

4Basándose en las memorias editadas por María7, Cabrera Geserick señala que la viuda del ex presidente guatemalteco “llegó a chocar con su padre, especialmente por asuntos ideológicos”. Volví a revisar minuciosamente la misma edición citada por el colega y sumé a ello la consulta de varios otros documentos privados, entre ellos, los borradores inéditos —manuscritos y mecanografiados— de las referidas memorias sin poder encontrar mención alguna al citado choque ideológico8. Aunque no cabe duda de que María y su padre se mantuvieran en posiciones enfrentadas años más tarde, las iniciales diferencias con su padre eran mayormente resultado de los férreos límites que la sociedad patriarcal le imponía a una joven rebelde y, por sobre manera, fruto del ambiente que la rodeaba. “Mi casa [paterna] era muy triste” y “yo me crié” observando como “el rico era dueño y el pobre no tenía nada…eso veía yo en mi familia” escribió doña María. “Yo no estaba conforme” con ello proseguía, “y entonces me ponía a meditar” pues se trataba de una situación que “no era justa9”. Tal manifestación desbarata otra de las deducciones de Cabrera, quien anotó que María “creció desarrollando el egocentrismo típico de su clase social”.

¿Una “personalidad absorvente”? [sic]

5Con acierto y esta vez sí aludiendo correctamente a palabras expresadas por doña María, Cabrera Geserick da cuenta de que cuando Jacobo y ella se conocieron el “flechazo fue mutuo”. Sin embargo, nuevamente la centralidad en la que el autor ubica a María parece opacar a Jacobo ya que, entre otros méritos, aquella “poseía una personalidad absorvente” [sic] mientras que Arbenz “sufría por la reciente muerte de su padre, quien se había suicidado sólo unos días antes de conocer a Vilanova”. Ello no fue así: el padre de Jacobo había muerto cuatro años antes de que ellos se conocieran10.

El ultimátum militar y la renuncia del presidente

6Los lectores centroamericanos y centroamericanitas de este boletín conocen que estamos ante un tema complejo, motivo de debate y confrontación en razón de la excesiva polarización todavía vigente respecto de Arbenz. Aún pesan y se dejan sentir con nitidez los perversos efectos de la sistemática propaganda encubierta emprendida por la CIA11, quien dedicó importantes esfuerzos no sólo para derrocarle sino, fundamentalmente, para quitarle legitimidad como gobernante, bregando una y otra vez, en los más diversos países, para que su exilio fuera mortificante12. Aunque los documentos desclasificados por esa agencia prueban fehacientemente lo antedicho, no todo debe ser achacado de manera unidireccional y en exclusiva a la responsabilidad de la CIA: gustosos, los sectores afectados por la aceleración de la revolución guatemalteca —y en especial por la Reforma Agraria— hicieron el resto y desde sus medios de prensa no dejaron de plegarse a las directivas propagandísticas llegadas desde la Embajada norteamericana. Como observaron Gleijeses y Grandin, la “amenaza” que para aquellos sectores había supuesto el ejemplo arbencista era intolerable13.
Sorprende que existiendo tanta y tan contundente evidencia documental e historiográfica acerca de cómo cayó el gobierno de Arbenz —mediando un “golpe militar14”— Cabrera Geserick vincule lo que él califica como “inusitada y repentina renuncia” a probables desavenencias matrimoniales: “el alejamiento de Vilanova promovió la debacle emocional de Arbenz”. Aunque compartiendo con Carlos Sabino el lugar común de minimizar el papel de la intervención extranjera en los sucesos de 195415, la tesis de Cabrera se sitúa aún más lejos que la de aquél: además de cuestionar la existencia del “famoso ultimátum” militar echando mano a los dudosos recuerdos del Coronel Elfego Monzón, insiste que la renuncia del presidente guatemalteco “es algo que quedará ‘entre él, su esposa y Dios’”, esgrimiendo como prueba los testimonios del egocéntrico ex agente de la CIA Howard Hunt y de Carlos Manuel Pellecer.

7¿Acaso un tema tan trascendente, traumático —no sólo para los guatemaltecos— y de proyección internacional puede tratarse con tanta sencillez?

8Vayamos por partes.

9En primer lugar, sobraban razones para que Arbenz aquel 27 de junio de 1954 diera un paso al costado. Ella no se dio por la amenaza de Castillo Armas —cuya indudable ineptitud era manifiesta en ese mismo momento—, sino porque el presidente había quedado aislado interna e internacionalmente, convencido de que Estados Unidos iba en serio.

10En segundo término, y pese a la indudable ingenuidad con que Arbenz supuso que Carlos E. Díaz podría mantener el control de la situación y no se perdieran los logros de la Revolución16, entiendo que no debe perderse de vista que el joven presidente se encontraba abatido físicamente, atrapado por una “guerra de nervios” que la CIA aplicaba por vez primera en América Latina.
Tercero, los testimonios no deben recogerse de manera acrítica. Aunque Cabrera Geserick entiende que los dichos de Pellecer sobre la supuesta infidelidad de María constituyen un “argumento”, el autor omite referencias sobre cuán dudosa puede ser su credibilidad, empañada, entre otras cosas, por haber sido colaborador de la propia CIA tras su renuncia pública al comunismo17. En su biblioteca particular, María conservó una copia del polémico libro Arbenz y yo, a cuya lectura se abocó en mayo de 199918. Para rebatir muchas de las acusaciones contenidas en ese libro resulta trascendente compartir con los lectores algunas de las muchas observaciones manuscritas que María anotó en los márgenes y al final del citado libro. Ello constituye una fuente privilegiada y significativa. Una entrevista con Doña María consultándola al respecto no hubiera tenido tanto valor pues siempre la memoria es selectiva y olvida intencionalmente. Aunque podría haberlo hecho, parece poco probable que ella mintiera en ese libro encontrado en su biblioteca privada A los repetidos subrayados, signos de exclamación, interrogación —págs. 120-121; 263-265; 268; 270; 278-280; 297; 303; 306-311, etc.— y rotundos “No”, “No es cierto”, “No conozco ese nombre”, “Nunca viví allí”, “MVA no recuerda haber dicho semejante cosa”; deben sumarse expresiones como: “MVA” autoriza “a Pelle que publique los documentos que menciona si existen” —pág. 279—; “qué fértil es la imaginación de un calumniador” —pág. 283—; o “¿Cómo puede un chantajista inventar cuestiones y situaciones sin que nadie las investigue y sepa que puede mentir a gusto? —pág. 290—; etc. Es que, como consignó al final, barajó la posibilidad de entablarle a Pellecer un juicio: “Preguntar [ilegible] (…) si puedo hacer un juicio al autor de un libro que me calumnia con claridad” (pág. 286). Más allá de lo cual no dejó de advertir las virtudes literarias del ex amigo Pellecer: “un buen escritor que podría dedicarse a la literatura de fantasía” (pág. 285).

El mezquino exilio político

11Tras la renuncia llegó el exilio, un período del cual, con excesiva rapidez y escasa información, Cabrera Geserick escribe que “la relación [matrimonial] decayó mucho y pocas veces la pareja se volvió a encontrar en las siguientes dos décadas”. Es más, cuando Vilanova se enteró de la muerte de su esposo “la comunicación entre ambos no existía”. Ambas cosas son falsas. Desde que partieron al exilio en septiembre de 1954 y hasta noviembre de 1956, la pareja vivió entre México, Suiza, Francia, Checoslovaquia y nuevamente Francia. Al siguiente año, todos se reencontraron en Montevideo, donde quedaron establecidos por tres años, hasta que partieran rumbo a Cuba. Tras ello siguieron estadías – siempre inestables – en México, la ex URSS, Suiza y nuevamente México, donde la muerte encontró a Jacobo en soledad porque María había viajado hacia El Salvador poco antes para atender los negocios por los cuales la familia podía vivir, nada menos. Si bien es cierto que se trata de una temática prácticamente huérfana en cuanto a investigación histórica se refiere19, lo complejo del tema exige, cuando menos, cierta cautela y un tratamiento más riguroso.

12Resulta sencillo endilgarle todo al ex presidente: así lo hicieron propios y ajenos. ¿Nada incidieron las mezquinas humillaciones que debió enfrentar en su peregrinar por el mundo desde aquel 11 de septiembre de 1954 en que debió desnudarse antes de salir de su país? ¿Y la imposibilidad de trabajar, realizar declaraciones públicas para defenderse de los sistemáticos ataques en su contra? ¿Tan fácil era vivir alejados del país, con la mirada vigilante y atenta de las autoridades locales, los servicios de espionaje, los medios de prensa siempre sensacionalistas y la envidia y mediocridad de quienes se habían dicho “amigos” mientras fuera presidente? ¿Era sencillo criar hijos en esas condiciones de permanente estrés, lejos de las amistades, con idiomas, climas y países tan diferentes? ¿Alguna relación podía no decaer en esas circunstancias? Las penurias de su exilio no tuvieron comparación escribió doña María y el resultado no podía ser otro que trágico: él murió a los jóvenes 57 años y sus dos hijas eligieron el camino de la autoeliminación.

La vida sin Jacobo

13“Los últimos años de Vilanova acrecentaron la idea de esa ruptura, y su interés se enfocó en proteger su imagen” escribió poco más adelante Cabrera Geserick. No alcanzo a entender plenamente tan inconsistente afirmación: las memorias editadas por María constituyen un testimonio de reconocimiento profundo y sentido hacia la persona y obra del que fuera su esposo. Aunque “para mí es muy difícil [hablar de él] porque estaba enamorada”, nunca “dejé de echarlo de menos”: era “un ser humano extraordinariamente agradable…consentible” me dijo a finales del pasado año, exactamente un mes antes de morir20. En suma, su papelería personal desmiente con amplitud y contundencia la supuesta desatención de María respecto de Jacobo21.

Conclusiones

14Para finalizar, se trata de un tema complejo, ajeno a la sencillez, cuya importancia excede largamente el drama personal y ello ha motivado a preguntarse si acaso fue en realidad Guatemala22 y no Cuba la que “marcó el compás de gran parte de la política latinoamericana durante la guerra fría23 ”. Por todo lo expuesto y con la motivación de poder contribuir a un debate necesario, entiendo que se justifican las precedentes observaciones.

15Notas de pie página

161 El texto al que nos referimos es Marco Cabrera Geserick, “María Vilanova de Arbenz: Un capítulo se cierra”, en Boletín AFEHC, No. 41, junio de 2009. En adelante, todos los entrecomillados correspondientes a este texto se citan sin nota al pie. Disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff/&id;=2209

172 Por un obituario reciente sobre doña María véase Roberto García Ferreira, “In Memorian: María Vilanova de Arbenz (Abril de 1915 – Enero de 2009)” en Mesoamérica, 51 (Enero-Diciembre de 2009), págs. 204-211.

183 Howard Hunt, Memorias de un espía. De la CIA al escándalo Watergate (Barcelona: Noguer, 1975), págs., 98, 140-141; Daniel James, Tácticas rojas en las Américas (México, Intercontinental, 1955), págs. 39-40.

194 María Vilanova, “Apuntes personales”, p. 7, en Archivo de la Familia Arbenz-Vilanova (en adelante, AFAV), San José de Costa Rica. El título del documento al que hago referencia me pertenece. Se trata de 15 páginas escritas en un bloc conteniendo apuntes manuscritos de la propia doña María sobre temas varios.

205 María Vilanova, “Mi vida a grandes rasgos”, [1980], p. 1, en AFAV.

216 Piero Gleijeses, La esperanza rota, pág. 178.

227 María Vilanova, Mi esposo , el Presidente Arbenz (Guatemala: USAC, 2000).

238 María Vilanova, “Jacobo y yo”, en AFAV. Era ese el título tentativo del posteriormente publicado Mi esposo.

249 María Vilanova, “Mi vida a grandes rasgos”, p. 1, en AFAV.

2510 Piero Gleijeses, La esperanza rota. La revolución guatemalteca y los Estados Unidos, 1944-1954 (Guatemala: Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2005 [1991]), pág. 180.

2611 Sobre la campaña periodística luego del exitoso golpe de estado véase el excelente estudio de Max Holland, “Operation PBHISTORY: The Aftermath of SUCCESS”, en International Journal of Intelligence and Counterintelligence, 17:2, (2004), págs. 300-332.

2712 Por una discusión en torno al exilio de Arbenz y la propaganda encubierta de la CIA véase Roberto García Ferreira, La CIA y el caso Arbenz (Guatemala: CEUR-USAC, 2009), págs. 105-144.

2813 Piero Gleijeses, La esperanza rota, pág. 525 y Greg Grandin, La sangre de Guatemala. Raza y nación en Quetzaltenango, 1750-1954 (Guatemala: CIRMA-Editorial Universitaria, 2007), pág. 296.

2914 Nick Cullather, PBSUCCESS. La operación encubierta de la CIA en Guatemala 1952-1954 (Guatemala: Avancso, 2002), pág. 102.

3015 Este llega a calificar de “leyenda” la dirección del golpe por parte de la CIA. Véase Carlos Sabino, Guatemala, la historia silenciada (1944-1989), Tomo I (Guatemala: Fondo de Cultura Económica, 2007), pág. 217.

3116 La estima de Jacobo para con Díaz era antigua. A fines de 1950, Arbenz –al presentarlo a un amigo cubano- describió a Díaz como una “persona plenamente identificada con los principios revolucionarios, compañero y amigo muy querido”. Jacobo Arbenz a Eufemio Fernández, Guatemala, 25 de noviembre de 1950, en AFAV, “Archivo particular y confidencial del Coronel Arbenz. Del año de 1948 hasta el año de 1951”.

3217 Ernesto “Che” Guevara, que lo conoció mientras estaba en Guatemala y más tarde departió con él cuando estuvieran asilados en la Embajada Argentina, conservó una pésima impresión de Pellecer, fundamentalmente por su egocentrismo. Sobre ello véase Julio Castellanos Cambranes, La presencia viva del Che Guevara en Guatemala (San José: Editora Cultural de Centroamérica, 2004), pág. 91. Juicios críticos respecto de su conducta como diplomático pueden verse en Arturo Taracena, Arely Mendoza, Julio Pinto Soria, El placer de corresponder. Correspondencia entre Cardoza y Aragón, Muñoz Meany y Arriola (1945-1951) (Guatemala: Editorial Universitaria, 2004), págs. 241, 251 y 267. Sobre la vinculación con la CIA véase Philip Agee, La CIA por dentro (Buenos Aires: Sudamericana, 1987), pág. 475.

3318 Carlos Manuel Pellecer, Arbenz y yo (Guatemala: Artemis, 1997) en AFAV, “Biblioteca particular”.

3419 Desde Estados Unidos el autor puede consultar Roberto García Ferreira, “The CIA and Jacobo Arbenz: History of a Desinformation Campaign?”, en Journal of Third World Studies, XXV: 2, (Fall 2008), págs. 59-81.

3520 Entrevista del autor con María Vilanova, 5 de diciembre de 2008.

3621 Véase, por citar un solo ejemplo, María Vilanova, “Al Rev. Ricardo Fuentes Castellanos. En Aclaración a sus artículos periodísticos”, en AFAV, 1984. La correspondencia de María con la Universidad de San Carlos de Guatemala en ocasión de la repatriación de los restos de Jacobo es otro testimonio elocuente de la valentía con que ella defendió el nombre de su esposo. Véase “María Vilanova. Correspondencia. Varios años” en AFAV. También, “Correspondencia de Jorge Solares con María Vilanova” en Archivo Privado del Doctor Jorge Solares, Ciudad de Guatemala. Solares encabezó, en nombre de la USAC, todo lo inherente al “regreso” póstumo de Jacobo así como la serie de actos que tuvientes Castellanos. En Aclaración a sus artículos periodísticosâ€