Ficha n° 2256

Creada: 22 septiembre 2009
Editada: 22 septiembre 2009
Modificada: 24 septiembre 2009

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Autor de la ficha:

Felipe ANGULO

Publicado en:

ISSN 1954-3891

La pulga y la locomotora: el epigrama político en América Central

Se estudia el alcance y función del epigrama en Centroemérica a través de refranes populares y de la poesía. De la burla costumbrista al contenido político, el epigrama, conciso y contundente, tiene una larga tradición en el istmo como forma de expresión frente a regímenes autoritarios, si bien parece haber cedido el paso en los últimos años.
Autor(es):
Claire Pailler
Fecha:
Septiembre de 2009
Texto íntegral:

1

2Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista.

3Quino, Mafalda 10

4El título de mi trabajo, tal vez oscuro, pero nada enigmático, es una referencia a Mafalda, la historieta de Quino. Este epígrafe no es sólo una nota en forma de homenaje a esa otra forma breve que se presta con frecuencia a la burla costumbrista o a la sátira política; me pareció también que presentaba, mediante una síntesis particularmente expresiva, el alcance y la función del epigrama de contenido político, tal como se ha expresado en América Central durante muchas décadas.

5Hablar de Centroamérica como una entidad puede, de entrada, suscitar sorpresa y objeciones. ¿Puede considerarse como un todo homogéneo esta región, en donde, desde la independencia de la Capitanía General de Guatemala, coexisten, y a veces se enfrentan, cinco estados naciones?

6Es un hecho, sin embargo, que tanto por la geografía como por la historia, una dialéctica fundamental se ha establecido, en la cual la unidad choca con fuerza con la diversidad. Así, a pesar de los contrastes regionales y la variedad de paisajes, no deja de ser cierto que el istmo centroamericano es en escencia una tierra caótica, marcada por el sello común del desastre y la devastación, en la cual se conjugan, en primer lugar, los elementos, a través de ciclones, volcanes y temblores.

7La misma similitud se encuentra en lo relacionado con el subdesarrollo económico, político y social: esos pequeños países, que antes no tenían más recursos que el monocultivo del café o el banano, cayeron muy pronto dependientes de las grandes compañías estadounidenses, cuya dominación fue favorecida por –y benefició a– un grupo restringido de algunas familias de plutócratas.

8La ausencia de democracia y justicia social facilita la instauración de regímenes dictatoriales sanguinarios, que agravan la situación de dependencia y miseria; esa lamentable trilogía: opresión-dictadura, dependencia y miseria, constituye, durante largos periodos y hasta el pasado más reciente, un rasgo común de las diferentes «repúblicas hermanas».

9Así, en el seno de comunidades con condiciones de existencia similares, la producción de obras literarias basadas en referencia a la experiencia cotidiana no deja de presentar, también, un cierto número de rasgos comunes.

10El primero de esos elementos característicos es la casi total ausencia de vastos frescos que satiricen el orden establecido: ninguna obra como Les Tragiques (1616) del francés Agrippa Aubigné, ni como la también francesa Satire Ménipée (1594). No hablaremos aquí, desde luego, de obras comprometidas, militantes, incluso proféticas; tendremos en cuenta únicamente la inspiración propiamente satírica1. Ese espíritu satírico, en cambio, se manifiesta en una tradición larga y múltiple, a la vez popular y erudita, que utiliza la forma breve, surgida de un fondo de chistes y cuentos picarescos. Uno de los personajes más significativos de esta tendencia satírica, bajo distintas identidades, es Pedro de Urdemales2, del cual se ha destacado el carácter urticante y provocador y que puede, por eso mismo, ser considerado como uno de los fundadores de la sátira epigramática:

11Pedro Urdemales no pretende (...) sino transgredir el poder impuesto (...), develar un mundo en crisis. (...) Superponiendo la astucia, el humor, la ironía, la burla, el chiste a la tragedia de la pobreza, se convierte en mecanismo de autoafirmación y en cierta forma de autodefensa3.

12En el ámbito propiamente literario, la búsqueda y la práctica de la eficacia del rasgo, todavía más impactante al ser denso e incisivo, conducen con toda naturalidad al género del epigrama4, como lo reconoce el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra:

13Puede ser, sí, que sea un poco condición nuestra esa actitud epigramática. Es muy burlón el nicaragüense, ya comienza desde muy atrás. Me parece que es un arma típica del escritor de aquí. En la política también: estaba llena de epigramas la lucha política nicaragüense5.

14La misma forma del epigrama presenta características constantes que le confieren su eficacia: la concisión, y una composición bipartita en la cual se suceden y se oponen un enunciado de exposición objetivo, y un final casi siempre abrupto: la “punta”. Todos los elementos del poema concurren a un mismo efecto: tema definido, detalles realistas, signos de referencia, todos tendidos hacia “el aguijón”, in cauda venenum.

15El epigrama, soporte privilegiado, por no decir exclusivo, de la sátira, está presente en la vida política y social de América Central, desde el siglo XIX, como lo muestra en Costa Rica y en Nicaragua la práctica de las ensaladas, composiciones satíricas de circunstancia, popurrís que dedicaban una o, con menos frecuencia, dos estrofas a cada uno de los notables del lugar. Se las encuentra igualmente, muchas veces anónimas, en publicaciones más o menos efímeras como aquel Ateneo centroamericano, fundado en Guatemala en 1888:

16Del General Corredor
dicen las gentes muy quedo
eso… no conoce el miedo
lo que le falta es valor.

17Y el joven Rubén Darío, por su parte, cultiva también la vena cáustica, jugando con todos los registros, de la broma vivaracha al panfleto insultante, en las piezas que dedica en 1882 a la Prensa nicaragüense:

18¡Puf, qué hedor, santo Varuna!
¡Por los jesuitas, qué hedor!
-No seas tan importuna.
¿No ves que el repartidor
pasó allí con La Tribuna6?

19El epigrama se desarrolla como un arma, surgida de la realidad cotidiana que comparten todos sus lectores, y su eficacia proviene de esta referencia a elementos familiares, tan conocidos que la alusión basta. Puede así evocar con mucha precisión acontecimientos históricos infamantes, como en estos dos ejemplos:

20Una cosa me ha intrigado
siempre.
Cuando sus hijos le pregunten:
¿Papá, quién mató a Sandino?
¿Qué les dirá?

21Aquí la tercera persona, esa “no-persona7”, sin nombrarlo, hace clara referencia, para aniquilarlo, a Somoza García, quien ordenó el asesinato de Sandino. O este otro recuerdo al tratado Bryan-Chamorro de 1914, que transformaba a Nicaragua en un cuasi protectorado de los Estados Unidos, a cambio de una “indemnización” de tres millones de dólares:

223.000.000 es el precio de una Patria
si alguien quiere venderla.
Y hubo quien quiso y la vendió (...)

23En este segundo texto8, la ignominia del responsable es resaltada por el uso, no sólo de la distanciación de la tercera persona, sino por lo indefinido, repetido con insistencia: alguien… quien, que le retira toda consistencia personal y, por eso mismo, toda dignidad.

24Si un acontecimiento preciso puede determinar el epigrama, con mayor frecuencia su punto de partida es, de manera difusa, la experiencia cotidiana, obsesiva, de toda una comunidad sometida a la arbitrariedad y las exacciones del déspota. Muchos son los ejemplos nicaragüenses que aluden a la dictadura de la familia Somoza. Los más conocidos son sin duda los epigramas de Ernesto Cardenal9:

25Se oyeron tiros anoche.
Se oyeron al lado del Cementerio.
Nadie sabe a quién mataron, o los mataron.
Nadie sabe nada.
Se oyeron unos tiros anoche.
Eso es todo.

26De pronto suena en la noche una sirena
de alarma, larga, larga,
el aullido lúgubre de la sirena
de incendio o de la ambulancia blanca de la muerte,
como el grito de la cegua en la noche,
que se acerca y se acerca sobre las calles
y las casas y sube, sube, y baja
y crece, crece, baja y se aleja
creciendo y bajando. No es incendio ni muerte:
Es Somoza que pasa.

27En este segundo epigrama, para coronar la visión lúgubre del incendio y de la ambulancia de la morgue, así como la amenaza sabiamente mantenida en la incertidumbre, la alusión al personaje fantástico, y maléfico, de la cegua proyecta una sombra todavía más siniestra sobre el paso del tirano.

28La relación entre las condiciones políticas y sociales y el epigrama aparece claramente si cotejamos dos textos separados por un intervalo de diez años, uno de Fernando Gordillo (muerto en 1967), otro de Gioconda Belli, de 1978: ambos expresan la misma familiaridad resignada con la muerte impuesta, y, con el uso de la primera persona, singular o colectiva, sugieren una inquietante marca de identidad nicaragüense:

29En otros países
podríamos crecer
al margen de la muerte.
En Nicaragua, no, no en Nicaragua10.

30Y:

31Dios dijo:
Ama a tu prójimo como a ti mismo.
En mi país
el que ama a su prójimo
se juega la vida11.

32La distancia temporal puede reforzar ese compromiso y esa identificación de la primera persona cuando, para dununciar con mayor eficacia una situación intolerable, el poeta acude a la memoria colectiva de una opresión secular agravada por los cataclismos sísmicos. Así, en dos textos de Pablo Antonio Cuadra: “Urna con perfil político”, de 1959, tres años después de la llegada al poder del segundo Somoza:

33El caudillo es silencioso
(dibujo su rostro silencioso)
El caudillo es poderoso
(dibujo su mano fuerte)
El caudillo es el Jefe de los hombres armados
(dibujo las calaveras de los hombres muertos12)

34Luego, de 1976, en el centro de la dictadura que se había enriquecido de nuevo con los restos del terremoto de Managua en 1972: “Lamento Náhuatl13”:

35Luché
toda la noche
(¡mira mis manos
hechas sangre!)
Luché
toda la noche
para salir de la tierra
¡Ay!
¡cuando ya fuera
me creí libre
miré en el muro
la efigie del tirano!

36El carácter prolongado de una lucha sin fin previsible contra la dinastía Somoza favoreció sin duda y marcó la cultura del epigrama en Nicaragua. Pero condiciones similares de injusticia social, de asesinatos políticos o de guerra de invasión neocolonial producen los mismos efectos y ven nacer textos incontestablemente comparables. Así, en Honduras, Roberto Sosa recurre al sarcasmo para evocar la atmósfera de perversión de los valores que acompaña la dictadura de Carías, en “Tiburcio Carías, el hombre”:

37No los más allegados
de los asesinos a sueldo y de los obcenos maniquíes
quemadores de incienso
que sostuvieron 16 años en el poder su centro de hierro
pudieron llegar a conocerlo: vivió y murió
en olor de santidad14.

38o, más reciente, el terror impuesto por los militares en “La cuadratura del rostro15”:

39Antes
del General
Gustavo Adolfo Álvarez Martínez, sicario
de rostro cuadrado, gafas negras y ética de buitre,
todavía
podían moverse las hojas de los pinos.

40El salvadoreño Roque Dalton, por su parte, procede utilizando el desapego y la frialdad imparcial para evocar las masacres ordenadas por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, “el Brujo”. Aquí, el cinismo subyacente del enunciado proyecta por contraste el horror que sugiere sobre el personaje nombrado y del cual, en apariencia, se hace el elogio16:

41“El General Martínez”
Dicen que fue un buen Presidente
porque repartió casas baratas
entre los salvadoreños que quedaron…

42En Guatemala, Luis Alfredo Arango, para representar la dolorosa condición de los indígenas, invierte los términos de un epigrama cuyo efecto, además de compasión, debe provocar la rebelión y el cambio:

43El silencio del indio es lo que duele,
no su noche tan negra,
no el peso que lo aplasta17.

44Como eco, el salvadoreño José Luis Valle denuncia en un grito18:

45“Comunicado final”
Sépanlo bien:
los espantapájaros
no
son
otra
cosa
que
inocentes
campesinos
crucificados.

46Al epigrama acusador se le suma aquí un efecto visual: las simples palabras, desgranadas una a una, son dispuestas tal manera que figuran, en efecto, una cruz.

47Si en la mayoría de los casos el epigrama se dirige a los lectores inmediatos del poeta, haciendo referencia a algún acontecimiento nacional, el “parentesco” centroamericano autoriza también a una voz exterior para condenar con virulencia cualquier otro personaje de la república vecina. Así Roque Dalton ataca al guatemalteco Manuel José Arce, en “A Manuel José Arce19”:

48Todo está
muy bien.
Pero quien fundó el ejército, fuiste tú.
¡Tú!

49Y Roberto Sosa estigmatiza, otorgándoles el calificativo de alimañas, tanto al último Somoza como al general Efraín Ríos Montt20.

50La agresividad y la violencia no se ven atenuadas por la distancia en el tiempo y en el espacio, y el carácter siempre actual del epigrama, así como su alcance, son por el contrario puestos de relieve21.

51Del mismo modo la distancia puede ser cultural, jugando con el contraste entre un patrimonio común, digno de amor y admiración, y el abismo de envilecimiento actual que no inspira más que rabia impotente y dolor: el texto del nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez hace referencia, en su último verso, al poema de Rubén Darío en El canto errante (1907), dedicado al volcán Momotombo, ese “coloso” “lleno de antiguo orgullo triunfal”, magnificado, de manera explícita, por la gloria que La légende du siècle de Victor Hugo le había conferido. Ese poema de Darío, portador de un amoroso fervor por el país que lo vio nacer, va a designar en adelante la marca de la ignominia22:

52“La cortina del país natal”:
Mis amigos demócratas,
comunistas, socialcristianos,
elogian o denigran
La Cortina de Hierro,
La Cortina de Bambú,
La Cortina de Dólares,
La Cortina de Sangre,
La Cortina de Caña.
Son unos excelentes cortineros.
Pero nadie se refiere
a la Cortina de Mierda
de mi Nicaragua Natal.

53Si se considera el aspecto “inmediato” y con frecuencia informal de estas piezas breves, se les podría clasificar en el capítulo de la “poesía de circunstancia”, tan efímera como los sucesos que la inspiran. Sin embargo, la tradición ininterrumpida en la cual se inscribe el epigrama, la aprobación duradera de la que goza, dan testimonio del papel constante que le confiere su eficacia: conciso y hasta abrupto, fácil de memorizar y de transmitir, incluso en condiciones de clandestinidad.
Expresión de una crítica acerba, el epigrama no debe exagerar y caer en la diatriba o el insulto tosco. La mordacidad no basta: como se ha podido constatar, el impacto reside mucho más, después del enunciado objetivo, en la sugestión, el trabajo operado en la mente y la imaginación del receptor, y en ese sentido, el modelo absoluto del género podría ser el verso lapidario de Ernesto Cardenal: “Tú no mereces siquiera un epigrama23”.

54Es por eso que, por ejemplo, se encontrará en esos epigramas muy pocos calificativos –adjetivos o nombres– demasiado explícitos. Sobre este punto, los poetas dicen con claridad la conciencia que tienen a la vez de las exigencias de su oficio y de su responsabilidad dentro de la sociedad24:

55¿No has leído, amor mío, en Novedades:
CENTINELA DE LA PAZ, GENIO DEL TRABAJO,
PALADÍN DE LA DEMOCRACIA DE AMÉRICA
DEFENSOR DEL CATOLICISMO EN AMÉRICA
EL PROTECTOR DEL PUEBLO
EL BENEFACTOR?
Le saquean al pueblo su lenguaje.
Y falsifican las palabras del pueblo.
(Exactamente como el dinero del pueblo.)
Por eso los poetas pulimos tanto un poema (...)

56Apoyándose, al tiempo que lo renueva, en el topos de la perennidad de la obra opuesta a la fugacidad de toda vida humana, la exigencia de pureza que expresan sigue siendo una denuncia de la corrupción que se ha establecido:

57Nuestros poemas no se pueden publicar todavía.
Circulan de mano en mano, manuscritos,
o copiados en mimeógrafo. Pero un día
se olvidará el nombre del dictador
contra el que fueron escritos,
y seguirán siendo leídos25.

58Esta perfección de la forma se volvió necesaria puesto que el campo de la lucha se desplazó hacia el lenguaje, para restablecer una verdad que también es una justicia, en un combate tan mortal como la lucha armada a la que está ligada de manera inextricable; encontramos este leitmotiv en particular en Ernesto Cardenal:

59Desmentir a la AP, al UP
ésa es la misión del poeta26

60(...) nuestra batalla en el terreno del lenguaje
lo feo hacen hermoso y lo hermoso feo (...)
la mano de los epigramas de amor manejó una Madzen27

61Esos libelos de fines del siglo pasado, con frecuencia nacidos en la urgencia y el levantamiento revolucionarios, no siempre están marcados por esa misma exigencia formal y, como se sabe, los buenos sentimientos producen pocas veces buena literatura. En Honduras, ya en 1981, Hernán Antonio Bermúdez constataba con severidad:

62Se asiste, por cierto, a un revival del panfleto en Centroamérica, inducido sin duda por la nueva situación política imperante en la región a raíz del derrocamiento de Somoza y del ascenso de la lucha revolucionaria. Multitud de poemas airados y/o comprometidos vuelven, por ende, a la carga con vigor renovado. Casi todos ellos son incapaces, empero, de desprenderse de los peores excesos de “contenidismo28”...

63En la actualidad, en un periodo de crisis menos agudas y localizadas con menos precisión, la sátira política amplía su ámbito de referencias así como su expresión. En nuestro tiempo de globalización y de interpelación global, parece que el epigrama satírico cede el paso. El epigrama sigue existiendo, pero se ejerce ahora en ese otro registro en el cual de hecho nunca había faltado, el de los “combates amorosos”.

64____

65Traducción del francés por Felipe Angulo Jaramillo
Publicado en: La satire en Amérique latine, formes et fonctions. Volume 1: La satire entre deux siècles (París: Presses de la Sorbonne Nouvelle, Cahiers du CRICCAL n° 37, 2008), págs. 97-105.

66____

67Notas de pie de página

681 Se podría evocar los Páneles de infierno (1981) de José Coronel Urtecho, o el Secreto militar de Roberto Sosa (1985-2004)... Pero el primero, inspirado en los Cantos de Ezra Pound, para denunciar los abusos de todos los poderosos y en particular de los Somozas, no se dio sino después de la victoria del FSLN, y tiene que ver más con un Requiem invertido que con una sátira activa; el segundo, por su parte, es una recopilación de piezas más o menos breves. Aunque en el conjunto de la obra de Roque Dalton, y en especial en Taberna y otros lugares (1969) y en Las historias prohibidas del Pulgarcito (1977), se encuentran muchos element