Ficha n° 2228

Creada: 19 julio 2009
Editada: 19 julio 2009
Modificada: 23 julio 2009

Estadísticas de visitas

Total de visitas hoy : 7
Total de visitas : 2955

Autor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Editor de la ficha:

Laura MATTHEW

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Pobreza e historia en Costa Rica, determinantes estructurales y representaciones sociales del siglo XVII a 1950

Dividido en dos grandes partes, se analiza en este libro los determinantes estructurales de la pobreza antes de entrar en sus representaciones sociales.
482
Categoria:
Libro
Autor:

Ronny J. Viales Hurtado (Ed.)

Editorial:
Editorial de la Universidad de Costa Rica
Fecha:
2005
Reseña:

1 La pobreza en Costa Rica tiene historia… No es tan sorprendente que haya sido necesario volver a decir eso al introducir este libro coordinado por el historiador y economista Ronny J. Viales Hurtado. Costa Rica ha sido y sigue siendo considerado como un país “sin pobreza”, un país fuera de norma, la “Suiza” de América Latina, que hubiera logrado un desarrollo sostenible a lo largo de su historia sin dejar de lado una parte de su población: ¿mito o realidad? No se contestara en esta reseña a una pregunta tan delicada y tampoco es la finalidad de aquella compilación de artículos sin embargo llama la atención que se haya hecho, quizás, por primera vez en América central, una reflexión sistemática sobre la historia de la pobreza en el país que menos hubo en la región a lo largo de su historia…

2Dividido en dos grandes partes, se analiza en este libro los determinantes estructurales de la pobreza antes de entrar en sus representaciones sociales. Todos los contribuyentes son costarricenses, la mayoría son historiadores, formados en la Universidad de Costa Rica o por lo menos muy vinculado institucionalmente con la misma. No hay detrás del trabajo un verdadero colectivo que hubiera trabajo en equipo pero el compilador logro una cierta coherencia en cuanto a temática aunque los trabajos son muy desequilibrados tanto en el fondo que en la forma.

3Aunque el problema se agudizo a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII debido a las numerosas crisis económicas el libro se abre con un capitulo de Ana Paulina Malavassi Aguilar sobre un perfil socioeconómico y judicial de ciertos “pobres” que arranca en 1750. En este periodo si la pobreza no ha desaparecido estamos probablemente lejos de los niveles alcanzados en los siglos anteriores – aunque en Costa Rica la poca población limitó seguramente el impacto de la gran depresión muy conocida en Europa pero quizás sobredimensionado en América latina – y sobre todo en los de la crisis que afectara Centroamérica a principios del siglo XIX. El título escogido por la autora, “Perfil socioeconómico y judicial de los ociosos, vagabundos y malentretenidos en el Valle Central de Costa Rica, 1750-1850,” demuestra la dificultad que representa el estudio de la “pobreza” en el sistema colonial hispanoamericano. Son solamente algunos aspectos de la pobreza que son estudiados en particular la vagancia y la mendicidad que son elementos clave de la legislación colonial reformista del siglo XVIII. Los diccionarios del Antiguo Régimen dicen claramente que no se puede limitar la acepción del término “pobreza” a la dimensión económica y social sino que se debe tomar en cuenta las personas afligidas como “los pobres enfermos” lo que implica un acceso a fuentes específicas. Además para la mayoría de los autores que han hecho tesis de historia sobre el fenómeno (como Jean-Pierre Gutton) uno de las grandes dificultades – que no esta estudiado por Malavassi Aguilar (y por nadie en este libro) – es determinar un nivel económico a partir del cual se puede decir que uno es pobre. Eso obligar primero a consultar fuentes para censar el fenómeno – las cuales no existen aparentemente en Costa Rica- y sobre todo disponer de datos microeconómicos como los salarios de los jornalejos y el costo de la vida (esfuerzo que esta iniciado en el ensayo de Emmanuel Barrantes, Hilda María Bonilla y Olga Marta Ramírez p. 101-154). En Europa había en el siglo XVIII verdaderos “Comité de mendicidad” que estudiaban la pobreza y intentaban presentar cada año algunas cifras del numero de pobres que había en la ciudad donde operaban. Mas allá Malavissa Aguilar presenta una verdadera investigación en base a fuentes primarias (véase los resultados del cuadro 1 a 7) sobre la vagancia, logrando mostrar los cambios importantes en cuanto a actitudes y valores en un siglo (1750-1850) marcado por un rechazo creciente hacia los vagos. La autora constata que el reformismo borbónico inaugura la “criminalización” de la vagancia y de la mendicidad. Siguiendo las pautas de muchos teóricos (Abbé de Saint-Pierre y Morelly para citar solo algunos) los gobiernos de Costa Rica buscan la manera de poner a trabajar a los mendigos. El pobre laborioso no representa una amenaza social en si sino aparece como una consecuencia casi inevitable en la sociedad de antiguo régimen. El lector descubrirá un ensayo bien argumentado, convincente y de agradable lectura. Este primer ensayo contrasta con el segundo quien considera la pobreza y lucha social entre 1870 y 1930. De un interés científico limitado este trabajo de Vladimir de la Cruz vale más que todo por el buen ensayo historiográfico que se hace sobre el periodo histórico considerado en Costa Rica. A falta de sustento investigativo las consideraciones del autor dejan el lector dubitativo: el conjunto de la obra padece de la integración de dicho artículo pues crea desequilibrio si se compara por ejemplo con el trabajo de Miguel Guzmán Stein de 72 paginas con este que tiene solo 17 ! El caso bajo consideración del historiador Ronny J. Viales Hurtado es el régimen liberal de bienestar de los años 1870-1930, periodo marcado por una voluntad ya asumida por el Estado de considerar la pobreza como un asunto de su relevancia lo que el autor llama la “institucionalización” de la pobreza. Bien construido, el análisis descansa en el examen de la legislación y en un balance riguroso de la historiografía del periodo. Para Viales, el régimen de bienestar liberal nunca tuvo como meta enfrentar el problema de la pobreza pero si creo las condiciones mínimas para que el Estado pueda implementar después las reformas sociales de la década de 1940. Sin embargo el aporte en cuanto a investigación de archivo, incluso fuentes segundarias, esta bastante pobre lo que limita el alcance del ensayo. La contribución de Viales contrasta bastante con el siguiente capitulo que representa un esfuerzo loable, un trabajo colectivo, de medir el costo y las condiciones de vida de los costarricenses entre 1914 y 1920. Largo y minucioso, el ensayo aporta decenas de datos en el campo de la historia económica y sobre todo en el olvidado terreno de la historia de los precios. Mas allá de las conclusiones sacadas por los autores, que subrayan el deterioro de las condiciones de vida en el periodo debido al desfase entre alza de los precios y estancamiento de los salarios, hubiera sido interesante adoptar una perspectiva comparativa con otros espacios latinoamericanos incluso con Centroamérica (aunque sea en las notas de pie de página para respetar el guión general del libro). La cuestión de la metodología de trabajo – por ejemplo el uso de los periódicos como fuente primaria no esta sin representar algunas limitaciones – hubiera merecido más reflexión a partir de los sugestivos ensayos de Ruggiero Romano, Pierre Vilar e incluso los clásicos de Earl J. Hamilton y Enrique Florescano. Se concluye la primera parte con un pequeño ensayo sobre el problema de la vivienda en la primera mitad del siglo XX que tiene el único merito de llamar la atención sobre el problema pero nuevamente no se aporta mayor elementos de investigación.

4La segunda parte del libro se centra en las representaciones sociales de la pobreza. Manuel B. Chacón Hidalgo presenta un esboce de definición del término en la época colonial. ¿Quien era pobre en aquella época? Los documentos compilados y citados por el autor nos dejan bastante perplejos: por ejemplo no se hace ninguna diferencia entre el “pobre” urbano y el “pobre” campesino en una época en que vivir en ciudades coloniales (salvo quizás en la capital del Reino a finales del siglo XVIII que abrigaba una cierta proporción de población “proletarizada”) representaba un acceso a un cierto nivel consumo y bienestar. Fuera de los mendigos y vagos (analizado con mas certamen por Ana Paulina Malavassi Aguilar y incluso por Miguel Guzmán Stein), nos parece que los “pobres” de la ciudad colonial tenían lo mínimo para sobrevivir sea un techo, vestidos y comida regular. Los “pobres de solemnidad” cuya origen social era alta seguían viviendo en condiciones materiales sin comparación posible con los indígenas en el campo. Incluso los “pobres expósitos” beneficiaban en la segunda mitad del siglo XVIII de una legislación colonial que les favorecía socialmente (p. 186-187). De la misma manera el “pobre” cuya situación social surgía de la falta de comercio era una victima de una coyuntura bien delimitada en el tiempo: es un pobre por accidente y un futuro rico. Lo que nos parece es que en este ensayo se da una visión parcial y estática del fenómeno social descrito y que hubiera sido mejor buscar en otro tipo de fuentes como, por ejemplo, las de los archivos judiciales o los juicios testamentarios, para estudiar como los indígenas y mulatos eran percibidos. El termino “pobre” y sus derivados pertenecen al vocabulario religioso, son discursos ideológicos que sirven intereses. Esos términos “oficiales” esconden los términos usuales – tipo “destituto”, “indio gañon” o “jornalejo” -, bajo los cuales la masa campesina estaba concebida por las elites. En realidad los términos estudiados son los productos de un imaginario social limitado por la cultura urbana que quiere “civilizar” la pobreza, darle un carácter soportable incluso con un cierto carácter étnico como si la situación de pobre hubiera sido un privilegio frente a una masa campesina que ni siquiera merecía la calidad humana. En fin se puede cuestionar el impacto del racismo en la concepción de la pobreza. El historiador Iván Molina Jiménez aborda la problemática de la pobreza a finales del siglo XIX desde una doble perspectiva bastante original: se adosa a la prosa de algunos literatos – como William Eleroy Curtis, el obispo Bernardo Augusto Thiel, el coronel José María Pinaud y muchos otros que se expresaban por medio de la prensa – para medir el impacto de la misma en una dinámica electoral especifica marcada por una alza notable de la participación de los costarricense. No quitamos el siglo XIX con el largo (p. 207-272 incluyendo 145 nutridas notas de página) y estimulante ensayo del filósofo Miguel Guzman Stein . Para este autor más que un proceso de una “institucionalización” el término pobreza fue “secularizado” – proceso que culmina en 1864 con la ley contra la vagancia – ya que todos los aspectos del concepto eran penetrados de sentido religioso. Como lo recuerda Guzman Stein con certamen, inseparable de la Caridad cristiana, la “pobreza” representa una realidad histórica construida por una praxis que los eclesiásticos alimentaban desde el Medioevo al recordar la pobreza de Cristo. Sin embargo este ideal cristiano que consideraba la pobreza como una virtud se enfrento paulatinamente a una lógica individualista, liberal y económica que lo condenaba. El siglo XVIII afianzo una legislación que distinguía el pobre digno del indigno, tendencia que se afirmo en el siglo siguiente hasta operar una estigmatización y incluso “criminalizacion” de cierta categoría de “pobres”. El historiador Juan José Marín Hernández concluye el libro con una contribución sobre la relación entre la miseria y la actividad delictiva entre 1907 y 1949. El lector descubre una extensa investigación investigación basada en estadísticas penales y policiales en especial la juvenil. Entre los múltiples intelectuales costarricenses que pensaron la relación entre indigencia y delincuencia en el periodo bajo consideración Marín Hernández considera el caso del revolucionario José Albertazzi Avendaño, una consideración que se hace en forma de predicación hacia un futuro por construirse que podría reformar el pensamiento dominante que explica la delincuencia desde factores patógenos los cuales tienden a considerar los extranjeros (nicaragüense, salvadoreños) como causa de la violencia social.
En fin, como se ha aludido varias veces en esta reseña, el aporte quizás mas importante del libro no esta tanto en la investigación y sus resultados, salvo tres o cuatro ensayos, sino en la idea sencilla que hacia decir al historiador francès François Furet en un articulo famoso publicado en los “Anales” que una definición de las clases inferiores debía pensarse, inquietud intelectual que sin duda ha unido los contribuyentes de este libro al centrar su reflexión sobre la “pobreza” y al poner los ojos sobre una realidad social que callamos cuando no la olvidamos.

Fuentes:

http://www.editorial.ucr.ac.cr/

Comentarios

Normas de uso

Esta es la opinión de los lectores de la AFEHC, no de la AFEHC No está permitido verter comentarios injuriantes. Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema. Una vez aceptado el comentario, se enviará un correo electrónico confirmando su publicación.

¿No tienes una cuenta todavía?
Puedes crear una

Como usuario registrado usted podrá publicar de forma inmediata comentarios con su nombre.