Ficha n° 2106

Creada: 28 diciembre 2008
Editada: 28 diciembre 2008
Modificada: 15 abril 2009

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Autor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Editor de la ficha:

Gustavo PALMA MURGA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Lectura crítica de la “Memoria sobre el fomento de las cosechas del cacao” del canónigo Antonio García Redondo

El ensayo del canónigo Antonio García Redondo, publicado a finales del siglo XVIII, en plena crisis económica provocada por la caída de los precios del añil en los mercados internacionales, representa un esfuerzo original – la concepción de una primera reforma agraria - para buscar una solución a los efectos negativos de una economía organizada alrededor de una sola producción. Sin embargo, mas allá de los términos y de la buena voluntad de su autor, uno puede sentir en el proyecto el realismo de un hombre que vivía en condiciones sociales privilegiadas y la presión social de su entorno – hacendados-. Invitamos en este trabajo a leer estos documentos con cautela para tomar en cuenta los límites del discurso del “mundo intelectual” al final de la época colonial.
Autor(es):
Christophe Belaubre
Fecha:
Diciembre de 2008
Texto íntegral:

1En la economía de antiguo régimen y a fortiori del sistema colonial hispanoamericano, la fuente más importante de la riqueza era la agricultura, siendo el comercio y las actividades artesanales formas de ingresos complementarios. A finales del siglo XVIII, por lo menos 800,000 personas, sobre un poco más de un millón de habitantes que había en el Reino de Guatemala, se dedicaban al cultivo de la tierra – en particular al cuidado del “milagroso” maíz y de los frijoles – permitiendo a los demás nutrirse de manera correcta. Esta porción del Imperio español era un mundo fundamentalmente agrario, que ha sido a final de cuentas poco estudiado1, un mundo precario, con pocas herramientas de trabajo y sin ningún tipo de manuales técnicos que hubieran permitido aumentar los rendimientos. Era también un mundo que se insertaba más y más en el mercado europeo con diversas producciones locales que alimentaban un fuerte comercio interregional. El Reino contaba dos o tres cultivos industriales – sobre todo el añil y el tabaco -, los cuales garantizaban a los campesinos ingresos superiores2. En el periodo estudiado estos cultivos – en particular los arbustos de añil del que se extraía un tinte muy cotizado en Inglaterra y Cataluña para el teñido de textiles – sufrieron una grave crisis debido a la competencia de las Indias orientales. Desde más de tres décadas el producto estaba alimentando los círculos comerciales entre la “madre patria” y la Ciudad de Guatemala asegurando una cierta prosperidad a la región pero este cambio de coyuntura afectó directamente un sistema precario poco preparado para soluciones alternas. Se detuvieron las exportaciones y los mismos comerciantes carecieron de fondos para seguir importando mercancías europeas3.

2Este pésimo contexto económico representaba un verdadero desafío para las autoridades locales, desafío que los miembros de la recién creada Sociedad de Amigos del País de Guatemala supieron aprovechar para justificar aún más su utilidad en la sociedad colonial. La “elite intelectual” de la ciudad, concentrada alrededor del grupo motor encabezado por el Oidor Jacobo de Villa Urrutia, promovió soluciones alternativas a la crisis del añil. Curiosamente los Socios se concentraron en la elaboración de informes sobre un producto que había conocido en el pasado un gran éxito en el comercio exterior: el cacao4. Curiosamente se podía imaginar que los reformadores de la época iban a buscar soluciones novedosas con otros productos como la grana, el lino, el árbol de China o el café o con la modernización de la industria textil. El cacao llamaba la atención y estaba más en el recuerdo del periodo de la Conquista, cuando los pueblos del Soconusco y de la Costa del Pacífico estaban bajo influencia azteca por el excelente cacao que allí se producía5. Era un producto cultivado y cosechado colectivamente en plantaciones de los indígenas, ingerido en abundancia por la elite en toda “Mesoamérica”, popularizado durante la colonia y entonces consumido por la mayoría de la población. A falta de oro, los españoles lo aceptaban como tributo y lo utilizaban para alimentar sus intercambios comerciales. A principios del siglo XVIII, en plena crisis debido a la producción venezolana o ecuatoriana, el cacao seguía representando la mitad del dinero recaudado en los pueblos indígenas por concepción de tributo: los cuales alcanzaban entonces 286 923 pesos, o sea 78,5% de los ingresos de la Real Hacienda6. Francisco García Peláez da una producción de 100 000 cargas a finales del siglo XVI, de 25 000 a finales del XVII y de 15 000 a principios del siglo XVIII, descenso drástico que se debió a la competencia del cacao cultivado en otras zonas del Imperio.

3Este interés en el cacao no era completamente fortuito o ideado por un intelectual nostálgico del pasado. En realidad la región centroamericana en aquella época formaba un todo irrigado por múltiples canales de información y se sabía muy bien que desde 1750 la región de Rivas en Nicaragua actual, vivía un periodo de prosperidad debido al cacao7. La demanda interior y el mercado europeo dejaban buenas ganancias: los comerciantes de Tegucigalpa desembolsaban, por ejemplo, 40.000 pesos – 35 pesos por tercio de cacao – para abastecer su mercado en cacao producido en León8. En 1741 había en el Valle de Matina 144 propiedades donde se cultivaban el cacao con un total de 189.869 árboles9. El dinámico comerciante de la Ciudad de Guatemala José María Peinado, desde 1794 buscaba el puesto de Alcalde Mayor de Sonsonate para poder volver a introducir el cacao en aquella zona10. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la elite ilustrada del Reino, el cacao no representó la alternativa esperada: ni los incentivos fiscales ni las nuevas plantaciones que se hicieron en el Soconusco o el territorio de Escuintla, Suchitepéquez y Chiquimula devolvieron al Reino de Guatemala su prosperidad de la segunda mitad del siglo XVII11.

4A pesar de este fracaso económico nos queremos centrar sobre los escritos de los “intelectuales” que influyeron en la adopción de dichas medidas en particular sobre el ensayo del joven canónigo Antonio García Redondo publicado en Guatemala en 1798, ensayo titulado: Memorias sobre el fomento de las cosechas del cacao y otros frutos de la tierra. El documento, que tuvo el honor de una segunda edición en el correo mercantil N° 32 de Madrid el 21 de abril de 1800, es bien conocido de los historiadores12. Uno de los primeros historiadores Guatemaltecos Francisco García Peláez lo cita ampliamente en 1852 considerando el trabajo como útil para conocer el mundo ladino en la época colonial13. Era un juicio ya acertado. Si Julio Pinto Soria lo cita en su análisis sobre los pasos que hicieron transitar “Centroamérica de colonia a estado nacional” sólo enfoca el hecho que García Redondo, español recién llegado, se cuida de denunciar el problema del desequilibrio en la tenencia de la tierra14. En la “Historia General de Guatemala” Jorge Luján Muñoz y Horacio Cabezas Carcache consideran que “en este librito el Padre García Redondo realizó una dura crítica, de hecho la primera y más radical efectuada hasta entonces, al sistema colonial del régimen de tierras, del cual mostró sus efectos negativos y sugirió su completa transformación” pero la naturaleza misma de la reforma esta a penas presentada. En realidad únicamente el historiador Bernardo Belzunegui Omarzábal, en su tesis de doctorado, dedica un largo capitulo al ensayo proponiéndolo como un trabajo de síntesis para entender el “Pensamiento Económico y Reforma agraria en el Reino de Guatemala15”. Aunque se trata de una lectura profunda y metódica, que privilegia la comparación con otros ensayos, su óptica es claramente la de un historiador de la economía deseoso de sacar elementos de comprensión del ideario ilustrado frente a la situación agraria vivida al final del periodo colonial.

5Planteamos aquí una nueva lectura del ensayo moviendo el foco de observación para abordarlo desde una nueva perspectiva más crítica. García Redondo – y sus colegas que conformaban un grupo de poder – no escogió la temática de la tierra y de la producción agrícola por casualidad : es de suponer que estaba plenamente consciente que en un país eminentemente agrario, todo cambio en torno a la tenencia de la tierra, producción y utilización de la mano de obra campesina, podría tener fuertes incidencias en la configuración sociopolítica. Escogió dicha temática porque quería dibujar los principales rasgos de una sociedad colonial distinta. En sí la “fuente” representa un elemento de imposición de una nueva cultura donde los actores sociales son pensados según criterios construidos intelectualmente. De hecho es necesario observar la fuente detenidamente en sus múltiples acepciones lo que proponemos en una primera parte. En la segunda parte buscamos en las palabras y conceptos empleados cómo un intelectual logra dibujar una realidad social parcialmente ficticia con la idea “escondida” de fomentar una nueva sociedad basada en un sistema agrario reformulado.

Microanálisis de la fuente en sí

6Si nos referimos solamente al documento éste se terminó de redactar el 13 de agosto de 1798 en Chimaltenango y menos de un año después, el 20 de junio de 1799, una junta de “cacao” de la Real Sociedad Patriótica de Guatemala decidió imprimirlo16. Pocos meses después, la misma Sociedad era disuelta por el monarca. La historiadora Elisa Luque Alcaide afirma que el fiscal del Consejo de Indias consideró la memoria de García Redondo como “despreciable” sobre todo porque se proponía que se derogara la ley que prohibía vivir a blancos y mestizos entre los indios17. En fin, parece que el Consejo de Indias hizo un balance de las actividades de la Sociedad a partir de diferentes impresos incluyendo, la memoria del canónigo, pero no fue tanto su ensayo el que provocó la decisión de supresión sino el ensayo del fraile Antonio José Muro18.

7Hemos trabajado a partir de una fotocopia – se supone sacada del original aunque no lo podemos confirmar – que se encuentra conservada en la biblioteca de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Bernardo Belzunegui Omarzábal desafortunadamente no nos dice claramente dónde localizó el documento que utilizó, aunque es muy probable que haya sido en el Archivo General de Indias19. Esta falta de información sobre el “entorno” de la fuente representa una limitación: primero el documento que tenemos a la mano no menciona ningún tipo de información sobre alguna censura que hubiera pasado antes de publicarse, lo cual nos sorprende en un periodo marcado por la actividad sostenida de una Inquisición deseosa de limitar la entrada de los impresos. Es posible que García Redondo haya tenido el apoyo directo del oidor Jacobo de Villa Urrutia que estaba entonces en capacidad de publicar casi lo que él quería20.

8Cabe mencionar primero que el testimonio es el de un eclesiástico, es decir, un miembro de una casta reducida que puede interpretar y entonces alterar una realidad vivida. El autor es bien conocido: fue un hombre ilustrado, conservador en sus interpretaciones sociales, más abierto en el campo de las novedades económicas. Se movía dentro de un círculo de gente bastante reducido, – muchos españoles aunque estaba bien aceptada por los criollos -, aunque abierto a influencias europeas, en relación regular por medio de numerosas cartas con España. Salvo su travesía del Atlántico (una aventura en sí) no le conocemos ningún viaje en las distintas provincias del Reino de Guatemala desde su llegada a la capital, en 1779, hasta su fallecimiento en 1834. No le conocemos tampoco otros trabajos sobre la misma temática como lo demuestra muy bien Bernardo Belzunegui Omarzábal, pues él tuvo muy poco qué ver con la redacción de las famosas Instrucciones a los diputados enviados a las Cortés de Cádiz de 1810. Ambos datos permiten decir que la tierra y sus problemas representan más que todo un pretexto para “concretizar” su ideario social que un tema de investigación científico que lo hubiera acaparado durante muchos años.

9No cabe duda que se trata de un observador cuidadoso, honesto – un hombre cuyo trabajo es pensar – y podemos considerar también que no disponía de la formación académica necesaria para entrar en un campo de la ciencia tan alejado de su ideario moralizador y de su condición de privilegiado21. Además el historiador que analiza este tipo de ensayo topa rápidamente con la imprecisión del vocabulario utilizado: García Redondo no se toma nunca la pena de definir ciertos conceptos que usa a saciedad sin que sepamos exactamente lo que hay detrás. Otro detalle que podemos subrayar es la ausencia de la “voz indígena” por la ignorancia total de García Redondo del idioma de los mismos y por su ausencia total de relación con el mundo indígena – nunca fue párroco en un curato de la diócesis sino que permaneció toda su vida en la capital. Ni siquiera el autor nota la contradicción de sus posturas intelectuales a pesar de su clara conciencia que “el Indio ha sido, y aun es el único Agricultor de nuestras Americas22”. No cabe duda que el autor comparte el nuevo discurso de moda en el siglo XVIII que tiende a una “valorización de las antiguas culturas indígenas” y que motivó distintos viajes de exploración de las ruinas de Palenque23.

10Creemos que este trabajo se hizo por distintas razones, algunas evidentes y otras más ocultas. La primera está claramente expuesta en las primeras líneas: se trata de buscar la manera de volver a introducir el cacao en el Reino de Guatemala, el cual tuvo su auge pero estaba casi abandonado en el siglo XVIII a pesar de las buenas voluntades de los socios de la Real Sociedad. La segunda no está claramente expuesta aunque se vislumbra de la primera pues se trata de buscar una solución alterna a la crisis del añil debido al aumento de la competencia sobre dicha producción a nivel internacional24. Otra motivación, aunque no se presenta como una finalidad, es que el autor quiere implementar en el sistema colonial un nuevo modelo económico y social donde la iniciativa privada tendría más espacios. En fin, pudo haber motivaciones personales de carrera: no hay que olvidar que el autor está inmerso en una sociedad de “Gentes de letras”. Aunque no se trata de un cuerpo organizado, “los que escriben” son pocos y se distinguen aun más cuando alcanzan el nivel de la publicación impresa. La circulación de su ensayo (que bien pudo publicarse con más de 100 ejemplares, y no sabemos si se ha podido conservar un original en alguna biblioteca centroamericana) le aseguraba un cierto prestigio en una sociedad colonial que posiblemente no conocía ningún tipo de “bohemia literaria25”.

11Además de lo que decíamos sobre la falta de competencia del autor en el campo de la agronomía, el ensayo nos informa sobre cómo ha trabajado el autor: García Redondo escribió en base a cuatro estudios de campo realizados por socios de la Sociedad aunque solo se cita el trabajo del cura licenciado Ponciano Garrote (llamado erróneamente Manuel Garrote en el impreso de la Tercera Junta). Se les pidió sencillamente “una razón de las causas del atraso del cacao, y medios de fomentarlo”. Tenemos entonces un ensayo redactado por un hombre que conoce muy mal las realidades de terreno porque no las vivía, que se tomó muy pocas veces la pena de salir de la ciudad de Guatemala26, que construyó un trabajo según cuatro testimonios haciendo “un breve resumen, ó análisis de dicha memorias” mencionando sólo a uno por su carácter de licenciado y quizás por la calidad del trabajo enviado. Otro socio que pudo haber dado buena información es el cura de Tonalá Dr. Don José de León y Goicoechea cuyo nombre aparece como informante en el tercer impreso que da cuenta de las actividades de la Sociedad27. También es de suponer que detrás de él estaba un verdadero grupo de trabajo compuesto a paridad de hacendados y de intelectuales. El impreso de la “Segunda Junta” menciona el papel jugado por el hacendado Francisco de Arce28. Su informe – que infelizmente no conocemos – fue recibido con mucha cautela quizás porque no correspondía con los fines políticos defendidos por los socios: “Pero un análisis menudo del discurso de el Sr. Arce no es oportuno en este lugar, ni deberá hacerse por el Secretario, hasta que la Junta haya puesto fin á sus discusiones, y prestado su sanción la Sociedad á los informes de ella y de sus vocales29”. Según Bernardo Belzunegui Omarzábal, los comerciantes Gregorio Urruela y Juan Antonio Araujo realizaron un ensayo en 1791 para buscar la manera de desarrollar las cosechas del cacao30. En fin, pensamos también que el hacendado José María Peinado pudo haber jugado un rol motor porque se interesó en casi todos los temas que tocaron al fomento de la agricultura: lino, seda,…. El impreso nos informa que el trabajo final fue sometido a una Junta que logró imponer unos cambios. Es posible que García Redondo no haya dicho todos los puntos de cambios y las adiciones que tuvo que aceptar antes de tener el permiso de publicación31.

12A pesar de sus limitaciones, el texto merece un análisis en detalle primero porque se trata, talvez, de uno de los primeros documentos de este tipo redactado en Guatemala. No se trata de un texto de ley que quiere fijar los grupos sociales en categorías formales, sino un trabajo suscitado por un ambiente intelectual renovado que, a pesar de la autocensura que caracteriza al autor, se escribió con un cierto grado de libertad y de consenso. Este cuadro de escritura permite cuestionar los silencios numerosos en un ensayo de este tipo que quiere dar a conocer los problemas del mundo campesino. Entre las líneas del ensayo se vislumbra que más allá del retórico bien público, el autor persigue la realización de un sueño: la creación de un mundo colonial “occidentalizado”, uniforme, orientado hacia el incremento de la producción agrícola para el beneficio de las actividades comerciales de unos pocos.

Los numerosos silencios del ensayo

Aunque el ensayo de García Redondo pretende el fomento de la agricultura en el Reino de Guatemala es un trabajo que deja de lado muchos aspectos esenciales de los procesos productivos en las zonas rurales.

13Primero el espacio geográfico contemplado está muy poco descrito y la estructura agraria sobre la que todos pretenden fomentar el cacao, no se conoce sino por los pocos testimonios recaudados. Sin embargo, la Gazeta de Guatemala publicó un informe que subrayaba que la provincia de Suchitepéquez tenía una producción con un valor de 176.200 pesos, incluyendo cerca del 80 % para el comercio32.

14Otro aspecto que carece de análisis es el problema de los rendimientos y de los cultivos básicos para la población. Toda la reflexión está orientada hacia el fomento de los cultivos a intereses especulativos sin tomar en cuenta las incidencias que podría tener el acaparamiento de nuevas tierras sobre las tierras dedicadas al maíz. No hay ni una palabra sobre las condiciones de vida de la población rural. Sin embargo se nota, en diferentes argumentos, que el alza demográfica del siglo XVIII está provocando una presión sobre las tierras baldías y los ejidos. García Redondo se propone, por ejemplo, que muchos ejidos estén desmontados. Esta “solución” no contempla que estas tierras sean de mala calidad para el cultivo o de acceso delicado. La tierra valía más que todo por su cercanía a las vías de comunicación y a las ciudades, villas o puertos por eso se buscó con tanta esperanza el fomento del cacao en Trujillo33. El bloqueo técnico no favorecía grandes extensiones de tierras cultivadas. Las técnicas de laboreo eran rudimentarias hasta tal punto que, por ejemplo, no se utilizaba el arado movido por bueyes sino que se trabajaba mayoritariamente con azadones34. En realidad la ley de las subsistencias, tal y como ha sido formulada por Malthus, se estaba aplicando tanto en Guatemala como en Europa y es muy posible lo que producían las tierras recuperadas no compensaban satisfactoriamente el aumento de la población. ¿Cómo explicar el increíble aumento de pobres, mendicantes y ladrones en la capital en las vísperas de la Independencia? Jacobo de Villa Urrutia decía de la provincia que “gran parte de sus hijos no tienen con qué subsistir35”. En el campo, la traducción concreta de la debilidad de la producción agrícola se hace más sensible durante las epidemias. García Redondo bien pudo mencionar la epidemia de tabardillo que se desató en las tierras altas de Guatemala precisamente cuando escribía su ensayo (1796-1799). George Lovell cita el testimonio de un Alcalde Mayor que consideraba que los que se recuperaban tenían pocas esperanzas de sobrevivir, ya que “muchos de los infelices naturales morirán por falta de alimentos y remedios