Ficha n° 1570

Creada: 28 junio 2007
Editada: 28 junio 2007
Modificada: 28 junio 2007

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Autor de la ficha:

Víctor Hugo ACUÑA ORTEGA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Historia y memoria de la guerra contra los filibusteros (siglos XIX-XXI)

Este ensayo es una introducción de un libro por publicarse donde se desarrolla la forma en que en Estados Unidos, Nicaragua y Costa Rica ha contado la guerra contra los filibusteros. El corpus de la investigación son las obras de historia publicadas durante el periodo comprendido entre el desarrollo de los acontecimientos y el momento presente. Las historiografías de estos acontecimientos en el caso de Costa Rica y Nicaragua han sido básicas para construir una memoria nacional, mientras que en Estados Unidos, estos acontecimientos han caído en el olvido.
Autor(es):
Víctor Hugo Acuña
Fecha:
Julio de 2007
Texto íntegral:
El 16 de junio de 1855 arribó al puerto de El Realejo, en la costa pacífica de Nicaragua, la embarcación Vesta, procedente de San Francisco, California, y de ella desembarcaron casi 60 hombres, en su mayoría estadounidenses. Pocos meses después, en octubre de 1855, dichos hombres prácticamente se habían apoderado del gobierno de Nicaragua. En julio de 1856, un año y un mes después de su llegada, el jefe de estos expedicionarios fue proclamado presidente de dicho país, como resultado de unas elecciones fraudulentas celebradas el mes anterior. Habría que esperar casi un año antes de que dicho jefe fuese expulsado de Nicaragua, como consecuencia de una serie de factores: las presiones diplomáticas y militares de Gran Bretaña, las decisiones, no exentas de ambigüedad, del gobierno de los Estados Unidos, las reacciones de algunos capitalistas estadounidenses con poderosos intereses en Nicaragua, el esfuerzo conjunto de los ejércitos centroamericanos y, en fin, la acción determinante de las fuerzas militares de Costa Rica, encabezadas por su presidente Juan Rafael Mora. Así, el 1º de mayo de 1857, William Walker, el llamado Rey de los Filibusteros, se entregó en Rivas al comandante de una fragata de la marina de los Estados Unidos surta en el cercano puerto de San Juan del Sur. Aquel hombre contumaz y obsesivo, hizo tres intentos más por apoderarse de Centroamérica hasta que en el último fue capturado por fuerzas navales británicas y entregado a un destacamento de militares hondureños, el cual sumariamente lo fusiló en el puerto de Trujillo el 12 de septiembre de 1860.

La naturaleza de esta investigación:

1Como es bien conocido, la guerra contra los filibusteros de William Walker ha sido tradicionalmente considerada como el proceso más importante de toda la historia centroamericana posterior a la independencia de 1821. También es sabido que este conjunto de sucesos ha suministrado la materia prima básica para la construcción de la memoria y la identidad nacional en los países centroamericanos y, particularmente, en Costa Rica y Nicaragua. Como es natural, también ha suscitado una abundante producción historiográfica a lo largo de los siglos XIX y XX y hasta el momento presente, momento en el cual, en Costa Rica y Nicaragua, principalmente, se conmemora el sesquicentenario de aquellos acontecimientos.

2El punto de partida de nuestra investigación, como bien ha señalado el historiador Raúl Aguilar, Director del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, situado en la ciudad de Alajuela, Costa Rica, es el reconocimiento de que existen varias historiografías de la guerra contra William Walker: por un lado, la estadounidense, la cual incluye testimonios y memorias de los propios filibusteros, escritos de algunos de sus apologistas, con frecuencia, propagandistas del Destino Manifiesto, y obras de historiadores aficionados y profesionales; por otro lado, existe una historiografía centroamericana, en la cual conviene singularizar las obras de historia escritas en los dos países donde la guerra tuvo mayor trascendencia, Costa Rica y sobre todo, Nicaragua1.

3Nuestro objetivo, enfocado y fundamentado en las respectivas historiografías, consiste en tratar de establecer la forma en que Estados Unidos, Nicaragua y Costa Rica han construido, mediante una serie de representaciones, la memoria de la guerra de 1855-1857 y como dichas representaciones han evolucionado a lo largo del último siglo y medio. En este sentido, nuestro estudio intenta ser una historia de la memoria de la guerra contra los filibusteros en estos tres países, tal y como puede ser aprehendida en sus respectivas historiografías2.

4Nuestra noción de historiografía, es decir, nuestra manera de considerar un trabajo como obra de historia es bien amplia, porque incluye tanto los trabajos de historiadores ocasionales o profesionales como obras que pertenecen más bien al género del testimonio y textos que son básicamente recopilaciones documentales. En este sentido, no prejuzgamos sobre el nivel profesional de composición de los trabajos y solo nos interesa que su intención sea “veritativa”, como diría Paul Ricoeur, es decir, hacer una “narración verdadera”, y no una obra de ficción3. En efecto, muchas de las obras que aquí se analizan distan mucho de ser expresiones de un trabajo profesional en el campo de la historia y en ese sentido son pocas las que realmente cumplirían los requisitos de lo que se llamaría una historiografía científica. Además, conviene recordar la naturaleza de esta historiografía para poder comprender los temas en juego en las distintas versiones; se trata de una historia política tradicional centrada en los eventos militares, diplomáticos y políticos cuyos protagonistas son individuos, es decir, los líderes de los estados, los partidos y los ejércitos en pugna, para la cual son invisibles los actores introducidos por la historia social y cultural desde hace ya varias décadas: el género, la etnia, las clases, e incluso, las mismas naciones. La guerra contra los filibusteros es un tema que solo muy recientemente ha comenzado a ser abordado con los conceptos y métodos de la historia social y cultural de nuestros días, como veremos en los capítulos siguientes de este trabajo.

Memoria e historia:

5 En la medida en que esta investigación se inscribe en el campo de la historia de la memoria, nos parece conveniente hacer algunas aclaraciones de índole conceptual, en relación con esos dos términos. Aquí, por una parte, vamos a entender por memoria, de manera amplia, el uso social del pasado para diversos fines de la vida en el presente. La memoria es un conjunto de representaciones sociales, articuladas siempre en el presente, y es un terreno de continua disputa entre distintas versiones o distintas articulaciones del pasado4.

6 Memoria es un término metafórico en la medida en que la memoria en sentido estricto es una facultad de los individuos, resultado de determinados procesos neuronales. No obstante, el término se usa para indicar procesos sociales de construcción y elaboración de recuerdos los cuales encarnan en diversas prácticas sociales. Quizás, además, es más apropiado hablar en plural de memorias porque en toda sociedad existen muchas memorias que coexisten al mismo tiempo. Por otro parte, no debe sorprender si se agrega que las memorias además de plurales son conflictivas tanto las memorias de diversos grupos se confrontan entre sí como que en el seno de una misma memoria pueden existir versiones en conflicto. Las memorias son siempre selectivas, es decir articulaciones de recuerdo y olvido, y lo son porque detrás de toda memoria hay un juego o disputa de poder. Así, toda memoria es selectiva y ninguna es inocente o desinteresada5. Toda memoria existe en la medida en la que se actualiza; en este sentido las memorias son representaciones sociales y también son prácticas o si se prefiere son representaciones tanto en su sentido de expresión simbólica como en su significado de manifestación o producción escénica6.

7Por otra parte, entendemos por historia un saber con capacidad para establecer las condiciones de validez del conocimiento que produce, mediante mecanismos de control socialmente establecidos y aceptados, es decir, el método crítico, y los otros métodos y técnicas de las ciencias sociales, y mediante un sistema de cotejo y confrontación de dicho conocimiento en el seno de una comunidad de competencia, es decir, de una comunidad de profesionales de la disciplina. El hecho de distinguir entre la memoria y la historia no nos impide reconocer que estas siempre han marchado juntas, en un proceso de retroalimentación continua. En efecto, la memoria ha sido y es matriz de la historia y la historia se ha constituido como marco crítico de la memoria.

No obstante, como señala el historiador Krzysztof Pomian ha habido un proceso histórico de larga duración de emancipación de la historia respecto de la memoria, el cual puede ser caracterizado como una tendencia acumulativa hacia la secularización, la racionalización y la profesionalización de dicha disciplina7. En las últimas décadas, la memoria se ha convertido en objeto de estudio de la historia; de ahí que ahora se hable de investigaciones sobre historia de la memoria, un campo del saber histórico que se dedica a estudiar como los seres humanos de otros tiempos han hecho uso del pasado, es decir, como han producido representaciones sobre sus experiencias pretéritas y les han dotado de sentido y significación en el presente.

8Conviene agregar que la historia de la historiografía es una forma de historia de la memoria, de ese tipo peculiar de memoria que han generado personas investidas socialmente con la capacidad y la legitimidad para producir conocimiento histórico, de manera más o menos profesional o especializada en el marco de determinadas instituciones; la historia de la historiografía es también una reflexión de la historia sobre sí misma; una manera de hacer historia que se confunde con la epistemología de la historia, es decir, con la investigación sobre las condiciones de posibilidad de la historia como un saber con una intención de dar cuenta de la realidad del pasado mediante el estudio de los indicios que este ha dejado en el presente. Parece muy necesario conservar la distinción entre historia y memoria sobre la base de que la historia funciona con determinados protocolos que condicionan el valor de las representaciones que elabora, mientras que la memoria carece de tales protocolos y opera según las reglas propias de la vida social en donde intereses y valores determinan la formación de las representaciones.

9La memoria y la historia, como ya se dijo, operan mediante criterios de selección, en el primer caso de manera no controlable y en el segundo, en principio, de manera controlable. El historiador que cuenta una historia la organiza o la trama, como ha sido señalado, entre otros, por Hayden White, según determinadas valoraciones de relevancia y pertinencia y según determinados supuestos conceptuales e ideológicos, algunas veces explícitos y, más frecuentemente, implícitos8. De igual manera, toda memoria, es decir, toda serie de recuerdos organizados por un grupo en un relato, es una articulación de recuerdos y olvidos, omisiones o silencios. Este atributo de selectividad de la memoria es fundamental para comprender sus variaciones a través del tiempo y según los grupos humanos. En este sentido, las distintas memorias de la guerra contra los filibusteros son el resultado de determinadas operaciones de selección; operaciones que expresan relaciones y situaciones de aquellos que en cada presente han producido o elaborado la memoria y, en lo que nos ocupa, de quienes escribieron las obras de historia.

10 Al abordar un trabajo de historia de la memoria debemos tener presente que la intensidad del recuerdo se modifica con el tiempo y que la propia construcción del recuerdo varía según periodos o épocas, según sociedades clases y grupos sociales, y medios o círculos culturales, políticos o ideológicos. La cuestión de la variación de la intensidad del recuerdo nos remite a lo que podríamos llamar los ciclos de la memoria o las coyunturas memoriales: hay periodos en que el grupo humano se ocupa más del recuerdo y hay momentos en que este pierde importancia o casi se desvanece. Si la historia de una memoria requiere establecer etapas, una manera de hacerlo es tratar de identificar estas coyunturas memoriales, esos momentos en que el grupo humano se pone a recordar y decide fijar y dotar de determinado simbolismo una experiencia de su pasado. Es interesante en este sentido señalar que en este trabajo se va a observar una oposición básica entre un recuerdo permanente y continuo del lado centroamericano y un olvido, tras la coyuntura de los años 1850, más o menos permanente, con algunos resurgimientos pasajeros del recuerdo en los siglos XIX y XX, del lado estadounidense. En este sentido, en el caso centroamericano la tarea consiste en encontrar el sentido del recuerdo, mientras que en el caso de los Estados Unidos el problema consiste en determinar el sentido de un olvido, sobre todo porque en este país contrasta el olvido colectivo con la existencia de obras de historia y de ficción que en distintos momentos han recordado la existencia de William Walker.

11En el caso de los países centroamericanos, la elaboración y preparación de libros de historia sobre la guerra contra Walker se inscribe, como es natural, dentro de contextos conmemorativos más amplios en los cuales los estados o los gobiernos ponen en marcha todo un conjunto de políticas de memoria alrededor del evento. En consecuencia, muchas de las obras centroamericanas de la historiografía de la guerra contra los filibusteros fueron obras preparadas por encargo de los gobiernos de los respectivos países o fueron escritas con algún tipo de apoyo oficial. Quizás, solamente después de los festejos del centenario en 1956 han sido editados trabajos que no han sido resultado de un encargo estatal.

12 Este trabajo no solo se ocupa de estudiar una memoria a partir de una historia o si se prefiere a partir de un conjunto de obras de historia, sino que además intenta cotejar varias memorias, es decir pretende, compararlas y al respecto hay que señalar algunos asuntos, circunstancia que demanda una reflexión metodológica.

De las memorias comparadas a las historias entrecruzadas

13 La historia de la memoria presenta el doble interés para el historiador de plantear, por un lado, el problema siempre recurrente de la dimensión social de la historia o más precisamente de sus determinaciones sociales y de sus consecuencias prácticas y, por otro lado, la cuestión de las condiciones de posibilidad de la historia como conocimiento, las cuales han sido profundamente cuestionadas por el llamado posmodernismo, en las últimas tres décadas.

14 Como es sabido, dentro de la memoria costarricense, la guerra contra los filibusteros ha generado, como diría una historiadora francesa, todo un kit que integra una serie de recursos e instrumentos con fines de identidad nacional el cual incluye héroes, efemérides, monumentos, iconografías y, por supuesto, obras de historia. Se podría decir que la nación costarricense está saturada de lugares de memoria, según la expresión de Pierre Nora, cuyo tema es la guerra contra William Walker9.

15 Sin embargo, como esta es una historia que, para empezar, no ocurrió principalmente en el territorio de Costa Rica, parecía necesario no solo ver como la habíamos contado nosotros en nuestro país, sino los otros en el suyo. Esos otros eran, obviamente, nuestros vecinos de Nicaragua y también los otros centroamericanos puesto que sus respectivos estados también enviaron soldados al teatro de la guerra y, en el caso de Honduras, experimentaron una invasión, la última, que terminó con la muerte del filibustero.

16 En consecuencia, se consideró evidente que se trataba de contar no solo como se había contado la historia en Costa Rica, sino también en otros lugares directamente afectados por aquellos acontecimientos. Surgió así la propuesta de hacer una historia comparada de la memoria de la guerra contra los filibusteros que involucrara, al menos, a los dos países más directamente afectados por la guerra: Nicaragua y Costa Rica. La idea recibió sustento e inspiración en un trabajo de una destacada historiadora francesa que estudió en forma comparativa el recuerdo de un acontecimiento histórico extraordinario en los tres universos culturales sobre los cuales tuvo profundas consecuencias: Marruecos y el mundo musulmán del Magreb, los judíos de esa misma parte del mundo, y Portugal y el mundo europeo cristiano en general. Este trabajo como objeto de inspiración es muy estimulante, pero también muy atemorizante, porque se trata de una investigación realizada a lo largo de muchos años y en archivos y bibliotecas de los tres mundos citados10.

17 En suma, se partió con la pretensión de comparar las memorias de Nicaragua y Costa Rica, teniendo por punto de mira los libros de historia que en ambos países se han escrito sobre este tema desde el siglo XIX y hasta el presente. Pero rápidamente, vimos que ese supuesto tenía un problema ya que esas memorias existían en una especie de relación triangular con las obras que en los Estados Unidos se han escrito sobre este episodio. De modo, que no se trataba de cotejar dos memorias nacionales sino más bien tres, una de las cuales es un tipo de memoria particular porque es nacional y al mismo tiempo imperial11.

18 El estado-nación, opera tanto para los actores sociales como para los científicos sociales, como un marco cognitivo a través del cual se percibe la realidad, como una lente por la cual pasa nuestra mirada, y con este supuesto pensamos que se debían confrontar tres entidades bien delimitadas: la memoria nacional costarricense, la memoria nacional nicaragüense y la memoria nacional estadounidense. Procedimos de esa manera hasta que comprendimos que dichas memorias no eran entes separados o campanas de cristal que había que colocar la una al lado de la otra, sino lugares, arenas, espacios de intercambio y de interacción, en donde la una fungía como espejo de la otra o más bien de las otras.

19 De este modo el supuesto metodológico de comparar memorias requería una calificación porque se basaba en una distinción quizás no tan clara entre cada una de ellas. En efecto, se compara lo uno con lo otro, pero no es exactamente lo mismo comparar lo uno cuando es también lo otro. De esta manera, el proyecto de las memorias comparadas debía ser complementado o eventualmente corregido por la realidad de las historias compartidas o si se prefiere entrecruzadas. Los análisis comparativos se basan en un doble supuesto por un lado que lo que se va cotejar es comparable según determinados criterios de similitud y diferencia; dichas similitudes pueden deberse a razones temporales o del orden de la duración en la medida en que los procesos y fenómenos que se van a comparar comparten un mismo arco de tiempo o pueden ser el resultado de la naturaleza del proceso el cual presenta determinadas semejanzas estructurales a pesar de estar en tiempos diferentes; este es el caso, por ejemplo, de los estudios comparativos sobre las revoluciones sociales12.

20 En nuestro caso parecía bastante evidente que era posible comparar las historiografías sobre una historia compartida por diferentes países. El procedimiento no es particularmente original en cuanto a lo que comparar se refiere en el caso de los estudios sobre la historia de Centroamérica pues sabemos que existen estudios comparativos sobre la expansión cafetalera, los enclaves bananeros y los regímenes políticos, para citar algunos ejemplos. Así, se trataba de aplicar los análisis comparados a un campo de recién aparición en el istmo, es decir, los estudios sobre la memoria social.

21Ahora bien, a medida que se fue desarrollando nuestro estudio nos percatamos de que las historiografías sobre la guerra contra los filibusteros no han sido compartimentos estancos sino que por el contrario se han interpelado mutuamente a lo largo de este último siglo y medio. No es simplemente que la versión de determinados hechos relevantes difiere de un país a otro, sino que dichas versiones suponen confrontaciones o polémicas, unas implícitas, otras explícitas. Además, las historiografías se apoyan una con otra para polemizar o para enfrentarse con una tercera. Así, la comparación debe reconocer que está obligada a complementarse, o quizás a subordinarse a esta circunstancia de una continuación interacción entre las versiones de los distintos países. De esta manera, no solo se trata de memorias comparadas, sino también de memorias compartidas y conectadas o, si se prefiere de historias entrecruzadas13.

22Convendría hacer una distinción entre la situación de las obras de historia y las memorias nacionales que estas obras de historia alimentan. En efecto, si los historiadores, memorialistas, periodistas y ensayistas que han escrito sobre aquellos acontecimientos no ignoran lo que los vecinos han escrito, aunque si pueden eventualmente silenciarlo o distorsionarlo; el público y el pueblo en general ignora la versión de la historia que se cuenta donde el vecino. Así, por ejemplo, es representativo el fenómeno de ciertas seudo-discusiones entre legos sobre Rivas y su verdadero héroe, Santamaría o Mongalo; polémicas que se basan en una lamentable confusión cronológica, lo cual es sintomático de las mutuas ignorancias de las respectivas memorias nacionales14.

23Pero más allá de las memorias están los propios procesos históricos del cual intentan dar cuenta y es aquí donde se debería producir un desplazamiento de las memorias comparadas a las historias entrecruzadas. El término historia entrecruzada, o como se denomina originalmente en francés histoire croisée, precisamente intenta dar cuenta de estas situaciones en las cuales el supuesto de dos entidades claramente diferenciadas requiere ser calificado por la circunstancia de que ambas entidades en determinados momentos o situaciones cruzan sus trayectorias en un punto determinado de manera que su historia se confunde o al menos comparten tendencias y estructuras.

24Así, en el caso de Costa Rica y Nicaragua se debe reconocer que sus historias, desde la época de la independencia, por lo menos, se han entrecruzado a pesar de que sus respectivos procesos de construcción del estado y de invención de la nación han tendido ha constituirlos como entidades separadas y diferenciadas. No se trata de negar la especificidad de las respectivas evoluciones, sino más bien que dichas evoluciones hacia la diferenciación son inseparables de los continuos entrecruzamientos de sus procesos históricos.

25Como pudimos comprobar en una investigación realizada años atrás sobre los orígenes del discurso sobre la excepcionalidad costarricense se debe admitir que los atributos que han servido para distinguir las peculiaridades de la nación costarricense fueron construidos en el espejo de Nicaragua y de los otros países centroamericanos. Así, mediante un juego de comparaciones con Nicaragua, Costa Rica se atribuyó a sí misma sus características de país diferente, y, claro está, muy superior a su vecino y a sus vecinos. De igual manera, se debe decir que una de las preocupaciones primordiales de las elites costarricenses después de la independencia fue lograr su autonomía político-administrativa respecto de Nicaragua. De este modo se puede decir que Costa Rica, no solo se independizó de España y de Guatemala, sino sobre todo de Nicaragua15. Además, como todos sabemos los procesos de formación del estado en ambos países estuvieron marcados por sus disputas limítrofes y fron