Ficha n° 1507

Creada: 25 mayo 2007
Editada: 25 mayo 2007
Modificada: 25 mayo 2007

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Autor de la ficha:

José Edgardo CAL MONTOYA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Hacia una comprensión provisional del concepto moderno de Historia en Reinhart Koselleck. Perspectivas desde la Historia Conceptual.

Artículo de divulgación sobre Historia Conceptual
Autor(es):
José Edgardo Cal Montoya
Lugar de Publicación:
Guatemala, Universidad de San Carlos de Guatemala – Escuela de Historia.
Categoria:
Anuario 2005.
Texto íntegral:

1

Indicaciones preliminares sobre el término Historia en la obra Conceptos Históricos Fundamentales de 1972

2La Historia del concepto moderno de Historia se constituyó en una de las tareas referenciales de Reinhart Koselleck junto a Otto Brunner y Werner Conze en su esfuerzo colectivo que ha sido la confección del Diccionario Geschichtliche Grundbegriffe [Conceptos Históricos Fundamentales] del año 1972. Trabajo en el que se señaló la importancia de analizar los conceptos como registros de la realidad, los que a su vez operan como factores de cambio de la propia realidad, correspondiendo a la Begriffgeschichte estudiar el tamiz infraestructural de diferencia o convergencia entre conceptos antiguos y categorías actuales del conocimiento de lo político, los que entrañan dos estructuras de conformación como son el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa, referenciales decisivos de la modernidad como concepto normativo. Desde estas líneas de conducción, la entrada denominada: Historia, se constituye para nuestras tareas de difusión de las implicaciones de la Historia Conceptual para la discusión metodológica de la Filosofía Política, en un texto que puede orientar nuestra comprensión acerca de las transformaciones que se han ido desarrollando sobre dicho concepto hasta incidir en la crisis derivada de su pretensión totalizadora.

3El análisis de esta problemática efectuada por Koselleck, hace de este estudio, un texto de teoría de la historia, de filosofía de la historia, de filosofía stricto sensu o también un preciso modelo de erudición filológica. Esta contribución de la vertiente metodológica impulsada en el ámbito de la hermenéutica gadameriana aplicada a la Teoría de la Historia, llega a la comunidad intelectual iberoamericana como un texto independiente publicado por la Editorial Trotta en este año 2004 y cuyo contenido tendré a bien comentar resumidamente – desde mis intereses particulares de Historiador de las ideas políticas por supuesto- con la finalidad de difundir dentro del medio académico centroamericano los aportes que esta corriente metodológica puede ofrecer a la ingente discusión sobre la conflictividad interpretativa – siguiendo a Ricoeur – y uso público – siguiendo a Habermas y Bernecker – de nuestro pasado como experiencia societaria frente a las comprensiones de la Historia de las ideas como un ejercicio desconectado de los grupos sociales y las estructuras económicas y políticas; y de la Historiografía intelectual como un ejercicio histórico-filológico de ficheros intemporales que pretenden registrar “la historia de cada una de las palabras” sin atender cómo esta pretensión “distorsiona” el mismo devenir queriendo caracterizarlo a modo de una “imagen fija”.

4Gadamer nos permite referirnos a este ámbito crítico en el que deseo desarrollar mis reflexiones, al insistir que la filosofía es para él ese proceso continuo de conceptualización que trabaja en la esencial indeterminación de los conceptos y que se desenvuelve en el medio lingüístico del diálogo. Por lo cual, la reflexión filosófica no puede consistir en la depuración escolar de los conceptos, sino que es la puesta al descubierto misma de sus imbricaciones históricas tal y como se hallan afincados en el lenguaje cotidiano.

5De aquí que la historia no puede prescindir de una delimitación conceptual de la época, estudiando el uso del lenguaje que se hacía al discutir sobre el Estado, la sociedad y la economía; ni puede dejar de identificar los grupos, clases y agentes históricos que usaban – o criticaban – ese lenguaje, analizando la comprensión que estos agentes tenían de su propio uso lingüístico. A la vez, deben analizar cómo la entrada en acción de los conceptos, de su uso, provoca unas transformaciones estructurales que afectan tanto a la sociedad como al concepto mismo, ya que tales transformaciones, que son la historia misma, constituyen a la par la realidad del concepto que se estudia. Es decir, es preciso un estudio sincrónico de los conceptos que se combine con un principio diacrónico que siga la sucesión de los significados de las palabras y permita así una traducción a nuestra comprensión actual.

Precisiones metodológicas

6Para Koselleck el carácter normativo moderno de diversidad de conceptos como “clase”, “Estado”, “sociedad civil” o “Historia”, surgidos dentro de la modernidad europea o Sattelzeit, de los cuales el último ocupa la centralidad de nuestras reflexiones, está constituido por cuatro rasgos a considerar:

7(a) Tiene lugar en una temporalización (Verzeitlichung) de las categorías socio-políticas que quedan insertadas dentro de una u otra filosofía de la historia por la que todo el acontecer humano se clasifica en períodos, fases o estadíos de desarrollo; quedando así la historia periodizada teleológicamente, adquiriendo así una carga de expectativa.

8(b) Se democratiza (Demokratisierung). El vocabulario social y político antes restringido a ciertas élites se universaliza, especialmente a tenor de procesos como la Ilustración y la Revolución francesa en los que se institucionaliza el espacio público, creciendo así las audiencias y los usuarios del lenguaje político.

9(c) Los conceptos se ideologizan (Ideologisierbar), ya que, incorporados en ideologías políticas adquieren mayor grado de abstracción, y así lo que en el Antiguo Régimen era más bien particular y referido a contextos sociales concretos, como las libertades de los habitantes de los burgos, se convierte en singular colectivo y abstracto para su uso en la interpretación de las situaciones políticas.

10(d) Los conceptos adquieren politización (Politisierung). La pluralización de la sociedad y la universalización de la política, más la indefinición que han ido ganando los conceptos, los convierte en susceptibles de ser usados en la lucha política a modo de eslóganes en los que se apela a los pares contrapuestos de los bandos en lucha. Así “revolucionario” o “reaccionario” quedan a disposición de todo el mundo y permiten identificarse a sí mismo y al adversario. Todo eso supone que hay un desfase creciente entre los conceptos y la realidad que describen, por un lado, y entre los conceptos y las palabras que los expresan, por otro. La convergencia entre historia y concepto que es el tema de la Begriffgeschichte tiene lugar precisamente en ese desfase y esa tensión crecientes. La Historia Conceptual se mueve así en el hiato existente entre las situaciones sociales reales y el uso lingüístico que se refiere a ellas. Su método alterna la comprensión de los mismos significados que se dan a un mismo término (semasiología) y la consideración de las múltiples denominaciones existentes para estados de cosas en principios idénticos (onomasiología). En esta tesitura, los significados de cada concepto se establecen, por así decirlo, estratigráficamente, procediendo cada uno de los estratos semánticos de tiempos diversos, pero manteniéndose ellos activos e interactuando. Hay una simultaneidad de lo simultáneo dentro de cada concepto, que le da a éste, a la vez, su consistencia y su polivalencia histórica; también su capacidad de evolución. El exceso de significado de cada concepto, extendido en los diferentes estratos de uso y sus usuarios, en la inadecuación con la realidad que describe y modela –y con ello, en el desfase entre las experiencias y las expectativas, entre el pasado y el futuro-, hace que los conceptos no puedan ser, sin más, objetos de una historia como piezas inalteradas que reaparecen en diferentes escenarios.

11Haciendo acopio de las reflexiones anteriores, el concepto histórico fundamental que es “historia”, se constituye en el concepto “moderno” por excelencia, ya que al haberse temporalizado, democratizado, ideologizado y politizado a finales del siglo XVIII se convierte en seguida en el concepto regulativo de todas las experiencias pasadas y futuras. La “historia en sí”, comprendida desde antes de la Revolución francesa como la capacidad de narrar constitutiva a la sociabilidad humana, pasa a concebirse como historia única, singular, que recoge, como historia del mundo, todas las historias, y les da sentido a ellas y a las acciones humanas. Nace directamente como una filosofía sustantiva de la historia, historia natural, mundial y de salvación: un campo de acción moral relatable a la par, estéticamente, como el argumento de una novela. Y al mismo tiempo, a lo largo del siglo XIX nace la Ciencia histórica, estableciéndose como ciencia autónoma dedicada a estudiar lo pasado. Esta “historia en sí”, que la distingue entre la historia que acontece, Geschichte, y la historia que narra y recoge lo acontecido, Histoire, se convierte en el campo de acción de los seres humanos y en la sustancia misma del tiempo histórico, en la posibilidad de su experiencia.

12A partir de ahora va a ser posible decir que escribir historia y hacerla no son dos actos diferentes.

La Historia como concepto guía moderno: un acercamiento preliminar

13Cuando Friedrich Schlegel formuló en 1795 que la marcha y dirección de la formación moderna la determinan unos conceptos dominantes, estaba presuponiendo la articulación de un concepto moderno de historia que se servía de una serie de determinaciones actuales del movimiento comprendidas todas ellas dentro de dicha construcción conceptual. En esta medida, era particularmente cierto de la “historia” lo que Schlegel reivindicaba para los conceptos dominantes, al considerar su decisiva influencia a partir de que en la época de la Ilustración, y a merced de los efectos de sus movimientos sociales desencadenantes, se habrían alcanzado todos los logros previos descritos hasta aquí y que acuñaron el concepto. La acuñación del concepto moderno y reflexivo de historia se fue llevando a cabo tanto en las discusiones científicas como en el espacio lingüístico político-social de la vida cotidiana, ámbitos que se engarzaron dinámicamente en las prácticas de sociabilidad de la burguesía culta: sus reuniones, sus periódicos, libros y revistas fueron multiplicándose en el último tercio del siglo XVIII y en la mayor parte del XIX por medio de la conformación de numerosas asociaciones e instituciones.

14El concepto moderno de historia utilizado por esta burguesía culta, les permitía afirmar su autoconciencia histórica y desarrollar esa función política y social a la que hemos aludido, aspecto que se reforzó con la ampliación de sus pretensiones científicas. La ciencia de la historia se consolida bajo esta preceptibilidad gracias a la ampliación de su propio espacio científico como al apogeo que cobró en el siglo XIX en el ámbito germano, procesos que recalaron en que esta autonomía se signara en su nueva acuñación como “concepto central de interpretación del mundo” que estilizaba simultáneamente la autoconciencia de aquella élite que la utilizó para refrendar la irrupción de su proyecto político. Así se refrenda lo señalado por Schlözer cuando asignó a la historia la función de “servir a la ilustración y a la dicha de la sociedad civil”. De ello resultaron ampliaciones en la organización y en los ámbitos de estudio, así la escritura de la historia llegó a ser considerada como una fábrica compuesta de infinitas labores de recopilación, investigación y exposición de los más diversos aspectos de las sociedades, las cuales se empezaban a esbozar a sí mismas como pueblos y naciones.

La “historia” se convierte así en “Historia”, un concepto de reflexión, que explicando, fundamentando y legitimando, hace de mediadora entre el futuro y el pasado. Las naciones, las clases, los partidos, las sectas u otros grupos de interés, podían, tenían incluso que invocar la historia tanto que una deducción genética de su respectiva posición les otorgaba títulos legales en la estructura de acción política o social. Corroboramos así un dicho proverbial del siglo XIX: que con la Historia se puede probar todo. Lo decisivo era entonces, colocarse en la plataforma de las pruebas históricas para identificarse jurídica, política o socialmente. La utilización política directa de la “historia” dirigiéndose a un amplio público de oyentes y lectores sólo fue posible porque la historia no se concebía únicamente como ciencia del pasado, sino, en primer lugar, como espacio de experiencia y medio de reflexión de la unidad de acción política y social a la que en cada caso se aspiraba.

15Lo que vale para esta conciencia nacional burguesa intentaron ganarlo también Marx y Engels para la conciencia de clase de los trabajadores, aún por desarrollar, en el medio de una reflexión histórica; lo que permite explicar su creciente dedicación a sendos estudios de Historia que sirvieran a la articulación de esta conciencia de clase, siendo los más emblemáticos: “Las Guerras Campesinas en Alemania” o el “18 Brumario a Luis Bonaparte”.

16En la ciencia y en la política, la relatividad de los juicios históricos formaba parte de los conocimientos que contribuyeron a constituir el concepto de historia.

17Independientemente de la pretensión de verdad de la historia como ciencia, el que siempre se está atado a la situación de conocimiento es un principio empírico que el mundo de la historia había ayudado a descubrir en el siglo XVIII, aspecto de la constitución del espacio de experiencia y horizonte de expectativa modernos que la Teoría Crítica haría objeto central de sus aportes teóricos.

Colofón

18La ambigüedad fundamental del concepto historia tuvo, desde el surgimiento de éste, un influjo muy profundo en el lenguaje cotidiano de la política.

19Su propensión a ser exagerado enfáticamente y utilizado ideológicamente se basa en la formación de la palabra como colectivo singular. Como categoría trascendental comprende, a su vez, la Historia y las historias; el concepto “historia” indica una escala cambiante de posibles experiencias: espacio de acción y proceso, progreso y desarrollo, fundación de sentido y destino, acontecimiento y hecho. Parece como si el antiguo significado del relato hubiera quedado desplazado a un segundo plano.

20La comprensión de los múltiples significados de la Historia la reseña el intempestivo Nietszche al señalar los tres tipos de historia: el anticuario, el crítico y el monumental. Considerada funcionalmente respecto a lo que él llamaba vida, la Historia en su conjunto resultaba ser un espacio de senilización un obstáculo para la vida; por lo que reclamaba a la juventud el tener valor para lo “lo ahistórico y lo suprahistórico”. De aquí que sigamos asistiendo a ese intento creciente de deshistorización de la conciencia general, o al menos de las ciencias. Esfuerzo necesario para superar su función normativa, de “régimen de verdad”, siguiendo a Foucault, pero en el que no debe desantenderse el creciente y riguroso autocercioramiento que muchos historiadores hoy hemos asumido de nuestra propia tarea, comprendida hoy como relato no sólo en su expresión, sino también en su construcción como una reflexión crítica atenta a las estructuras, las permanencias, las duraciones y las inercias, logrando que dicho relato a partir de la aprehensión sociológica y psicológica del suceso pueda inferir y, ante todo, explicar la estructura social y cultural de la que es expresión y a la que está referido. Es proponer, parafraseando a Geertz, una deep interpretation sobre algún aspecto particular de organización de una sociedad en otro ámbito de periodización.

21El “Esbozo para una crítica de la razón histórica” de Dilthey propone con el concepto de “historicidad” una categoría que permite a la filosofía de la existencia y a la hermenéutica la fundamentación metahistórica de todo lo histórico rebasándose constantemente a sí misma, posibilitando la recuperación de lo que en siglo XVIII se quería decir con la “historia como tal”, infraestructuralidad que llegó a integrarse, como ya explicamos, en la escritura misma de la Historia.

22Dentro de esta diversidad de acentos que signan este horizonte comprensivo moderno de la historia, se constata otra postura que hace resonancia a Dilthey por medio de Lessing, quien con su “historia como donación de sentido al sinsentido” seguía al pie de la letra los presupuestos subjetivistas dotándole nuevamente de su dimensión trascendental; presupuestos que desde el marxismo se criticaron por medio de la elaboración de una comprensión teleológica del devenir histórico mismo.

23El ataque más acerbo contra el concepto de “historia”, señala Koselleck, lo ha formulado probablemente Mauthner, quien partía de que el historicismo, al igual que la “historia”, sólo es posible desde Kant, pero que ya había sido superado por Kant mismo. Ha sido tarea vana lanzarse a la búsqueda de verdades históricas. Pero los conceptos suelen sobrevivir como espectros, dice él, a los estados de cosas a los que se refieren, aún con el anuncio mismo de la muerte del “pequeño concepto de historia”; problemática que Popper desarrollaría lúcidamente en su trabajo de crítica al historicismo. Con todo, giros como “la pérdida” o “la represión (Verdrängung) de la historia” expresados en las ya conocidas, pero sin desperdicio cuestionables, proclamaciones triunfalistas acerca del “fin de la historia”, siguen apuntando casi siempre a su conservación. Como dijera Ricoeur, hacer historia es hacer Historia. Y con ella, nos situamos entre las experiencias y las expectativas; en ese abismo creciente entre lo vivido, lo esperado y temido. Un abismo que crece cada vez más rápido y que se llama, todavía Modernidad. A este respecto, para finalizar mi exposición, Koselleck cita la siguiente anécdota:

24En el horizonte ya es visible el comunismo, explica Kruschev en un discurso.
Pregunta incidental de un oyente:
Camarada Kruschev, ¿qué es el horizonte?
Búscalo en el diccionario, contesta Nikita Sergeievits.
En casa, ese individuo sediento de saber encuentra en una enciclopedia la siguiente explicación:
Horizonte, una línea imaginaria que separa el cielo de la tierra y que se aleja cuando uno se acerca.

Para citar este artículo :

José Edgardo Cal Montoya, « Hacia una comprensión provisional del concepto moderno de Historia en Reinhart Koselleck. Perspectivas desde la Historia Conceptual. », Boletín AFEHC N°30, publicado el 04 junio 2007, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id;=1507

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