Ficha n° 1484

Creada: 21 mayo 2007
Editada: 21 mayo 2007
Modificada: 25 mayo 2007

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Autor de la ficha:

Jorge Ignacio ANGULO BARREDO

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Crisis y nuevas tendencias migratorias en los campesinos de Chiapas; el caso de la Sierra

Partiremos del hecho de que los movimientos migratorios han sido producto en Chiapas de una práctica constante e incorporada, tanto al interior de la familia campesina indígena chiapaneca, de la organización social comunitaria, como de la misma estructura socioeconómica de este estado, desde por lo menos siglo y medio ya. Si bien, es de llamar la atención el proceso actual de la tendencia migratoria hacia el extranjero, (los Estados Unidos), con sus concomitantes manifestaciones, novedosas para el estado, y sus respectivas interrogantes, hay que considerar, tanto para la observación como para el análisis sobre cualquier ángulo de este proceso, que los movimientos migratorios internos y regionales en Chiapas se han manifiesto y desarrollado a través de diversas y diferentes experiencias históricas. Por ello, en este trabajo, para llegar a un entendimiento panorámico del complejo proceso actual que da lugar a las masivas corrientes migratorias al extranjero, consideramos importante primero el trazar los momentos y distinguir las características principales de las prácticas migratorias de la población indígena campesina de Chiapas a lo largo de un tramo de su historia, y así estar en condiciones de poder delinear puntos de análisis para un mejor acercamiento y compresión de las manifestaciones presentes.
Autor(es):
Jorge Ignacio Angulo Barredo.
Fecha:
2007
Texto íntegral:

Presentacion

1Partiremos del hecho de que los movimientos migratorios en Chiapas han sido producto de una práctica constante e incorporada, tanto al interior de la familia campesina chiapaneca, de la organización social comunitaria, como de la misma estructura socioeconómica de este estado, desde, por lo menos siglo y medio ya. Si bien, es de llamar la atención el proceso actual de la tendencia migratoria hacia el extranjero (los Estados Unidos principalmente) y sus concomitantes manifestaciones, hay que considerar que los movimientos migratorios internos y regionales en Chiapas se han manifiesto y desarrollado a través de diversas y diferentes experiencias históricas por un muy largo tiempo1. Por ello creo que todo estudio sobre este tema en Chiapas debe de considerar esa muy importante dimensión histórica y las condicionantes estructurales que han intervenido e intervienen en estos procesos. Es decir, estos fenómenos migratorios actuales, como otros, ni pueden explicarse sólo como simple relación causa-efecto, ni como simple respuesta coyuntural; sus manifestaciones socioculturales y su dinámica de cambios exigen una consideración mayor al momento de estudiarlos y discutirlos.

2Así, para efectos de esta presentación, consideraremos cinco pequeños apartados. En el primero se tratará sobre lo que entendemos como un primer momento en esta historia (de las prácticas migratorias campesino indígenas chiapanecas) las migraciones de indígenas de los Altos hacia las plantaciones de café en el Soconusco; en un segundo, las corrientes hacia la Selva Chiapaneca; en un tercero el dominio de los flujos intensivos hacia las ciudades (como principal destino) principales del estado; un cuarto momento se tipifica por las tendencias hacia destinos afuera del estado, particularmente estados vecinos del sureste con dinámicas de crecimiento intensivo en esos momentos, y por último, en una quinta parte abordaremos sobre el fenómeno que se destaca desde inicios de los noventa: los flujos hacia el norte del país y, en especial, los Estados Unidos, junto con una caracterización general de los procesos en este período.

Destino: El Soconusco y el café

3Este momento cronológicamente se desarrolló durante un período muy largo, iniciándose prácticamente a la par del siglo XX y, en mayor o menor medida, su declinación se marca por los años setenta, aproximadamente.

4Como sabemos, el sistema de grandes plantaciones comenzó a desarrollarse en el Soconusco hacia finales del siglo XIX, de manera importante con capital alemán, dedicándose a cultivos tropicales, principalmente el café, con fines de exportación. Es un sistema de cultivo que exige fuerte empleo de mano de obra, sobre todo en los períodos de cosecha. En un principio era suficiente la mano de obra cercana, de comunidades de la Sierra Madre, y guatemalteca, de comunidades cercanas a la frontera con México; pero, conforme aumentaba el número de fincas y estas mismas se iban ampliando, la demanda de fuerza de trabajo ya no se satisfacía con esta población. Entonces los finqueros comenzaron a incursionar por las montañas centrales del estado, Los Altos, territorio donde se asentaba un gran número de comunidades indígenas con una fuerte densidad de población y escasez de tierras laborables (gran parte en manos de finqueros de los Altos).

5Empezó, entonces, a formarse una amplia organización alrededor del trabajo contratado de los indígenas de los Altos, desde el reclutamiento hasta el desempeño en los campos cafetícolas. Apareció la principal figura del “enganchador”, quien se ubicaba en las principales ciudades de la región, o inclusive en las cabeceras de los municipios indígenas, para contratar a través de diversos métodos, la mayoría coercitivos y tramposos, al mayor número posible de hombres y así cubrir la creciente demanda de las fincas en el Soconusco. El enganchador se ocupaba desde la contratación in situ, pasando por el traslado, que en una época, durante mucho tiempo, fue a pié, hasta poner a los grupos contratados directamente en las fincas donde tenían el el trato.

6La palabra enganchador venía justamente del enganche, o parte anticipada del pago, que este intermediario le daba al trabajador cuando se comprometía a formar parte de su grupo para marchar a las fincas. En parte del enganche y en parte de lo que iba a percibir tras los varios meses de estancia en la pizca del café, el campesino indígena sacaba para reunir dinero y aspirar a ocupar algún cargo religioso dentro de la jerarquía del sistema de prestigio de su comunidad, como destino principal de sus ingresos, entre otros. Pero, entre el enganche y el supuesto pago del trabajo final, se interponía toda una serie de deudas con el enganchador y con el finquero, que hacía las veces de un circulo perverso que obligaba al campesino a engancharse recurrentemente.

7Este sistema, apenas tuvo algunos cambios con el correr del tiempo, como medidas de intervención de los gobiernos (a través de la formación de sindicatos y oficinas reguladoras laborales) que atenuaron las condiciones severas de explotación. Pero la demanda de trabajo era contínua, así como las propias necesidades de la población indígena de los Altos. De cualquier manera esta práctica estaba ya muy vinculada al sistema de vida económico y social de esta población, que en buena medida giraba alrededor de él. Gradual y ocasionalmente, algunas familias de estos grupos optaban por buscar terrenos, tanto en las regiones intermedias como en las adyacentes al Soconusco, para solicitarlos o comprarlos y así asentarse y formar nuevas comunidades indígenas en territorio diferente a su origen.

8Hay que tomar nota también de un proceso muy interesante, que emergió de esta práctica y de esta época migratoria, que adquirió gran importancia mucho tiempo después, que es la apropiación y arraigo del cultivo del café en las regiones indígenas (tanto de los Altos como de la Sierra). Proceso que se desarrolló desde los setenta aproximadamente, que adquirió auge (en parte por políticas federales de intervención, como el caso del INMECAFÉ) entre mediados de los setenta hasta fines de los ochenta y cuya decadencia, desde principios de los noventa, arrastró a una severa crisis a la población de estas regiones indígenas.

Destino: la Selva Chiapaneca y la incógnita.

9Hacia mediados de los años cincuenta del Siglo Veinte, una combinación de factores dio lugar a masivos flujos migratorios (que se prolongaron hasta los años sesenta) de población indígena de los Altos para colonizar los llamados terrenos nacionales de la Selva Chiapaneca.

10De hecho, la llamada selva Lacandona no era del todo desconocida para los alteños; desde las épocas de la monterías, dedicadas a la extracción de maderas preciosas y el chicle, una opción de trabajo era el migrar hacia estos centros en la Selva. De suyo, al abandonar la selva la mayoría de los dueños de estas explotaciones, buena parte de los trabajadores (que igual llegaban de la región de Comitán y Margaritas y de la región tzeltal y Chol del norte del estado y hasta de otros estados) se quedaron avecindados en la zona fundando las primeras colonias, muchos de estos además fungirían, poco más adelanten, directa o indirectamente, como guías para los nuevos colonos indígenas. Además, para estas fechas ya había una buena parte de caminos y carreteras que conectaban a la selva con las principales ciudades circundantes como Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas y Comitán (estos caminos habían sido construidos por las mismas compañìas madereras, por PEMEX y, en menor medida, por el gobierno

11En los Altos, después de unos primeros repartos agrarios (afectando a algunos de los finqueros residentes de San Cristóbal y Comitán, principalmente) pronto se evidenció la escasez de estas tierras para el tamaño de la población. Al mismo tiempo, para estos momentos, habían cambiado ya parcialmente las condiciones en los sistemas de enganche y trabajo en el Soconusco, por lo que el campesino indígena de los Altos ya era más libre para optar por otras posibilidades; más aún si se presentaba la oportunidad de poseer un pedazo de tierra para cultivar. También, era un momento en el que a nivel nacional se llegaba a un tope, a un límite entre la relación de las cantidades, y calidades, de dotaciones dadas en los primeros repartos agrarios de la revolución (1920-1940, aproximadamente) con el crecimiento de la población campesina de las diversas regiones del país. Recordemos que es la época de aplicación del modelo de desarrollo por sustitución de importaciones y de industrialización nacional y , en consecuencia, del crecimiento acelerado de las primeras grandes ciudades del país. Estos núcleos de desarrollo económico industrial, estas grandes ciudades, se nutrían de trabajadores de todo tipo y de población precisamente de la población del medio rural.

12Al mismo tiempo, el Estado federal implantaba otras dos políticas nacionales, éstas relacionadas con el campo y los grandes recursos nacionales, sobre todo el hidráulico. Bajo el título genérico de Marcha hacia el mar, desde los cincuenta empezó a desarrollarse en el territorio nacional la política de los Planes de Desarrollo Regional por Cuencas Hidrológicas; y, junto con esta, la política agraria de colonización del trópico mexicano. De la primera, sólo baste recordar que fue la impulsora de grandes regiones agroindustriales, como el Plan Chontalpa en la Cuenca del Grijalva – Mezcalapa, los desarrollos de la Cuenca del Papoalápan en Oaxaca – Veracruz, del Lerma-Santiago en el centro-occidente; y, sobre todo, de las grandes obras hidroeléctricas del país, las presas Cerro de Oro, en el Papaloápan, Malpaso, la Angostura y Chicoasén en Chiapas, por decir algunas en el sureste.

13De estas dos políticas mencionadas, a Chiapas le correspondió ser parte de la primera como aportador de los recursos hidráulicos , pero sin ser sujeto de alguna de las grandes obras agrícolas; pero de la llamada política de colonización del trópico mexicano sí le correspondió participar. Esta última fue seguramente la menos planificada técnicamente, y, tal vez, la pensada más políticamente, al menos en parte, como un medio de amortiguamiento de la nueva oleada de demandas de reparto agrario en el país. Junto con los estados de Campeche, Quintana Roo y Tabasco, principalmente, Chiapas aportaba buena parte de la reserva de selvas tropicales del país. En términos más técnicos y pragmáticos eran la reserva para la ampliación de la frontera agrícola y ganadera. Entonces, bajo esa política, y a través de diversos y distintos medios, se canalizó hacia esos lugares buena parte de la población nacional campesina que, por una u otra razón, no había alcanzado a satisfacer sus demandas de tierras laborales en su propia región de origen.

14Así se daba el proceso de colonización de las selvas del trópico. Y, un tanto paradójicamente, en ese contexto, a los campesinos indígenas tzotziles y tzeltales les tocaba ser colonizadores en su propio estado, en la montaña, tierra caliente, como ellos le llaman. Como se señaló antes, este proceso aunque planeado en lo general, se dio en lo particular, en lo local, de un modo un tanto errático. Por un lado se instrumentaba por las vías oficiales, a través del entonces Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización – DAAC – (nótese lo de colonización) y por el, también entonces, Instituto Nacional Indigenista (INI, o la INI como le llamaban en castilla los indígenas) Pero por otro, eran las mismas redes sociales las que funcionaban, tanto para divulgar las posibilidades de las nuevas tierras, para indicar con quién o quiénes se podían realizar los trámites, como inclusive para ayudar a localizar terrenos colonizables y apoyar en la logística de traslado y asentamiento. En muchos casos las dependencias oficiales sólo intervenían cuando ya estaban por consumarse los hechos; es decir cuando algún grupo ya estaba organizado para salir a la aventura de la colonización o o inclusive cuando ya estaban asentados en algún terreno que se consideraba disponible. A estos terrenos se les conocia comúnmente como los “nacionales”, por su carácter legal de tenencia, que para los indígenas significaba que no tenían dueño real, bajo la experiencia histórica de siempre toparse y trabajar en terrenos con dueños (terratenientes muchas veces) y no poder tener acceso a ellos más que bajo algún modo de empleo.

15En este contexto, los municipios indígenas de los Altos con mayor presión demográfica y falta de tierras, veían cómo se organizaban sus campesinos y familias jóvenes para un nuevo proceso de éxodo, pero éste ya con características de asentamiento permanente. Cuando se daban las condiciones, tanto logísticas como oficiales, estas familias realizaban el traslado en grupos más o menos compactos, de preferencia de un mismo origen de comunidad, de municipio y de lengua, y, en el mejor de los casos, ya tenían convenido de antemano, con las autoridades respectivas, el terreno a ocupar y las condiciones para los procedimientos del reparto y su legalización. Pero igual, se daban con frecuencia los casos al azar, donde los supuestos terrenos prometidos o ya tenían dueño o poseedor o no contaban con las condiciones mínimas para permitir asentamientos humanos, o presentaban algún problema legal, y en consecuencia había que reubicarse hasta tener la suerte de lograr un asentamiento definitivo y una posibilidad de dotación. De cualquier modo, se fue dando en la selva un patrón, aproximado, de ubicación por regiones y grupos étnicos de origen en correspondencia con las zonas y lugares de destino. Así se puede observar, en el caso de las familias tzeltales y tzotziles de los Altos y de la región norte, en el caso de los tzeltales, una tendencia hacia la ocupación de terrenos por las zonas del segundo Valle de Ocosingo y las cañadas de las Margaritas.

16Cuando había la oportunidad de fundar las colonias y ejidos con la mayoría de un mismo municipio de origen, no se perdía la oportunidad de bautizarlo con el nombre del pueblo o municipio madre, anteponiéndole, desde luego; así nacieron “Nuevo Huixtán” y “Nuevo San Juan Chamula”, por ejemplo. La organización económica y social de la familia hubo de adaptarse al medio tropical, ante la dificultad evidente de trasladar sus cultivos de zona templada y prácticas, como la cría del borrego, entre otros; pero igual no tardarían en encontrar aplicaciones con las que ya tenían familiaridad, como el cultivo del café (en las zonas que la altura y el clima lo permitían)

17A lo largo del tiempo, se ha observado cómo, a pesar de las distancias relativas y las diferencias notorias del medio geográfico, los vínculos familiares y comunitarios con las regiones de origen no se rompieron, o bien pudieron reestablecerse, al mismo tiempo que se contribuía a la nueva dinámica social y cultural, babilónica le llaman algunos autores.

Destino: la ciudad y otra incógnita

18Lo que se podría denominar como el momento o dimensión moderna de las migraciones indígenas en Chiapas comienza en la primera parte de la decada de los setenta; producto, sin embargo, de una combinación de condicionantes, de cambios sociales y políticos sobre todo, que se generan desde principios de los cincuenta. De ahí se configuran nuevas relaciones con la ciudad de San Cristóbal y, en general con los espacios políticos y territoriales del estado; tambien empiezan a aparecer nuevos territorios y regiones (extraestatales) en el horizonte de la población indígena tzotzil y tzeltal, principalmente.

19Las causas y condiciones de las expulsiones de indígenas de comunidades de los Altos en los setenta, por lo menos las expulsiones de Chamula (erróneamente identificadas por lo general como expulsiones propiamente religiosas), creo que ya han sido suficientemente documentadas, y caracterizadas en algunos esforzados estudios y acercamientos en los análisis. Aquí más bien nos interesa destacar el hecho de que por primera vez en toda la historia de las expulsiones por conflictos, y de las corrientes migratorias en general de los indígenas de los Altos, un destino principal haya sido la ciudad de San Cristóbal de Las Casas y una tendencia y modalidad significativa haya sido el de asentarse de modo permanente, formando por primera ocasión comunidades urbanas propias en esta ciudad. En general, el fenómeno se dispersa casi hacia todo el teritorio del estado, sobre todo sus principales ciudades. Sin embargo, en ninguna otra ciudad de Chiapas se han dado procesos de asentamientos urbanos y procesos sociales como en el caso de la ocupación indígena en San Cristóbal de Las Casas. Por lo que nos ocuparemos de presentar este proceso como el caso más relevante.

20De las cerca de cuarenta y cinco colonias que se encuentran establecidas actualmente, podemos clasificarlas de acuerdo a dos momentos y contextos: uno, el proceso de ocupación relacionado con las expulsiones a partir de 1974, y el segundo, a principios de 1994, relacionado con el levantamiento armado zapatista en enero de ese año, unas tres cuartas partes, pertenecen a la primera categoría y el resto a la segunda. A reserva de especificar más adelante, podemos anotar como características y rasgos relevantes de estas ocupaciones, la ubicación geográfica de los terrenos y el tipo de suelo urbano ocupados, el tipo de organización como estrategia para los procesos de gestión y negociación, y el tipo de estrategias de inserción de esta población en la economía de la ciudad.

21Todas las colonias están establecidas alrededor del periférico de la ciudad, y el setenta por ciento se encuentra en el norte, a todo lo largo del trayecto de oriente a poniente. Con algunas excepciones, la mayoría de estos terrenos eran bosques de pino y encino, en los cerros, y antiguos potreros, en las zonas bajas adyacentes, casi permanentemente inundables. Sus propietarios eran, generalmente, de los llamados coletos de San Cristóbal. Esta zona es vecina inmediata del municipio de Chamula y está surcada por una variedad de caminos que conectan con comunidades tradicionales de ese municipio indígena. Igualmente, la ubicación de esta zona es cercana a antiguos barrios coloniales indios de la ciudad (del barrio de Cuxtitali hasta el barrio de Tlaxcala) y directamente conectada al principal mercado de la ciudad y la zona centro.

22En los dos diferentes momentos , tanto en el de los setenta como en el del noventa y cuatro, el patrón recurrente en los procesos de ocupación-invasión, es la presencia de alguna organización, o líder moral indígena, encabezando el movimiento y las posteriores gestiones, así como la sistemática participación colectiva de los colonos.

23Por otro lado, las formas de supervivencia e inserción en la economía del medio urbano presentan diferencias en los dos momentos de ocupación señalados. En las primeras colonias la incorporación al mercado laboral se realizaba, al menos en un principio, de manera más bien individual. Destacan, en este momento, las actividades de servicio personal doméstico, albañilería, servicios en comercios y el sector turístico, así como la venta ambulante o semiestablecida de artesanías, además de la confección de algunos de estos últimos productos, y el comercio ambulante en general. Conservan, en muchos casos, la actividad relacionada al campo, principalmente por medio de renta de tierras en municipios cercanos a San Cristóbal y en la depresión central, y migran como jornaleros a regiones agrícolas; igualmente empieza a adquirir importancia la práctica migratoria hacia ciudades y polos de desarrollo de la región sureste.

24En la coyuntura del movimiento del 94, por su parte, la gama y dinámica de las actividades de los migrantes mostró un sensible aumento y diversificación, en particular con actividades ligadas a la dinámica de la ciudad de San Cristóbal y del comercio regional. En estos momentos, las formas de inserción se cobijaban a partir de las propias organizaciones que los representaban aprovechando la coyuntura y los procesos políticos del momento. De este modo se formaban (informal o extraoficialmente) una especie de secciones o subsecciones por actividad dentro de las organizaciones, principalmente las actividades que requerían de alguna figura colectiva como respaldo para trámites y gestiones de permisos para desarrollarlas (que en la práctica se traducía en respaldo político para realizar determinada actividad, aun cuando no se cubrieran satisfactoriamente los requisitos oficiales). Así se formaron importantes grupos de servicio de transporte público, taxis urbanos, combis y microbuses de servicio urbano y regional, de locatarios del mercado Castillo Tielemans (posteriormente fundadores del Mercado Popular del Sur – MERPOSUR -), productores y comerciantes de artesanías (principalmente vinculados al tianguis de las plazuelas de Santo Domingo y Caridad en San Cristóbal y al mercado regional del medio turístico del Sureste) hasta vendedores ambulantes de golosinas, principalmente de elotes, paletas, dulces y cigarros, entre otros.

25Por lo que respecta a la organización y uso de los espacios de los asentamientos y la vivienda, por lo regular, en la distribución de los lotes priva una tendencia a compactarse en secciones por municipios y comunidades de origen. Por ejemplo, en el caso de la Primero de Enero, desde sus orígenes se destinó la sección sur, marcada por el paso de un arroyo, a los pobladores de origen del municipio de San Juan Chamula, parte de la sección norte, noreste a colonos originarios de Tenejapa y, en un menor número, de Chenalhó, y la sección noroeste para pobladores de diversos orígenes, incluyendo ladinos. Sin embargo, en la composición de la estructura de autoridades, en primera instancia, no predominan cuotas o diferenciaciones por etnias, lenguas o lugares de origen. En cuanto al uso doméstico, la mayoría de los lotes destinan un 40% para las instalaciones de la residencia doméstica y un 60% aproximadamente para otros usos, principalmente para cultivos y crías de solar (aunque recientemente este patrón fue cambiando, aumentando notoriamente la proporción del espacio habitacional ). Algunas familias mantienen la cría de borregos y el cultivo de maíz en sus solares De igual forma es común la elaboración de artesanías, sobre todo textiles, tejidos y bordados, en la estancia familiar o a las afueras de la casa.

26Tal vez en San Cristóbal, y por muchas razones históricas, entre otras, se ha dado el proceso más organizado en esta dinámica de inmigración y organización social en suelo urbano, pero, subrayemos, esta tendencia se ha desarrollado casi en todas las ciudades del estado de Chiapas e inclusive, como veremos más adelante, en ciudades de otros estados, sobre todo en los estados vecinos del Sureste.

Destino: el Golfo, la Peninsula, el petróleo, el folck bussines y la construcción de ilusiones.

27Como ya hemos apuntado, hacia mediados de los años setenta, en el contexto de los cambios de condiciones y consecuentes ajustes en el pape