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AFEHC : bibliografia : Negreaba de zopilotes... Masacre y sobrevivencia. Finca San Francisco, Nentón, Guatemala (1871 a 2010) : Negreaba de zopilotes... Masacre y sobrevivencia. Finca San Francisco, Nentón, Guatemala (1871 a 2010)

Ficha n° 3074

Creada: 11 julio 2012
Editada: 11 julio 2012
Modificada: 12 julio 2012

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Autor de la ficha:

Eva KALNY

Editor de la ficha:

Emilie MENDONCA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Negreaba de zopilotes... Masacre y sobrevivencia. Finca San Francisco, Nentón, Guatemala (1871 a 2010)

Última publicación del antropólogo guatemalteco Ricardo Falla: desde la guerra, el genocidio y la migración de poblaciones guatemaltecas hasta hoy en día
Palabras claves :
Guatemala, Guerra, Genocidio, Emigración, Mayas, Masacres, Retorno
Categoria:
Libro
Autor:

Ricardo Falla

Editorial:
Avancso
Fecha:
2011
Reseña:

1Ricardo Falla, antropólogo y sacerdote jesuita conocido por su detallada documentación de atrocidades cometidas durante la guerra civil de Guatemala1, nos ofrece en su libro Negreaba de zopilotes… Masacre y sobrevivencia. Finca San Francisco, Nentón, Guatemala (1871 a 2010) la descripción y el análisis cuidadosos de la masacre de los habitantes Maya Chuj de la Finca San Francisco del 17 de julio de 1982, incluyendo la historia anterior de este lugar y los procesos posteriores con sus efectos en las vidas de los pocos sobrevivientes. El autor está motivado por Andrés Paiz García, uno de los sobrevivientes y testigo número tres en este libro, quien exclama que “[y]a se acabó San Francisco” (p 64). Cuestiona el fin de esta finca con su dedicatoria: “Este libro está dedicado especialmente a esa juventud de las comunidades sobrevivientes que no vivió la masacre, para que le ayude, como una semilla, a reconstruir esa historia” (pág. xi).

2El libro está estructurado en tres partes: primero, describe la masacre basándose en tres testimonios (págs. 1 – 66), y segundo, elabora el tiempo antes de la masacre y los procesos que pueden haber influido para que ésta se llevara a cabo (págs. 67 – 145). La tercera y más larga parte del libro se dedica a la vida de los testigos después de la masacre, incluyendo su estancia en el refugio en México y el difícil retorno a Guatemala (págs. 147 – 409). El libro incluye fotos, mapas e ilustraciones, así como un texto de la antropóloga canadiense Karine Vanthuyen (págs. 427 – 437) sobre la lucha de sobrevivencia de la pequeña comunidad después de su retorno a Guatemala. El autor nos proporciona una parte importante de las fuentes usadas: el libro incluye un CD no solamente con el contenido del libro sino además con las entrevistas grabadas de los testigos, así como un sinnúmero de mapas e ilustraciones. De tal manera permite comprender mejor los acontecimientos descritos y las conclusiones del autor.

3La investigación del autor sobre este tema inicia en 1982 cuando la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, tiene que afrontar el flujo enorme de miles de refugiados mayas desde la Guatemala vecina. Invitan al antropólogo a investigar los acontecimientos en Guatemala. Era un momento en el cual todavía se dudaba de la existencia de un genocidio en Guatemala, y en el cual se estaban buscando pruebas de las masacres (pág. 30), y el autor mismo denuncia la masacre a nivel internacional en los círculos académicos y en los medios de comunicación del movimiento de solidaridad (págs. 10- 11). Además de las entrevistas grabadas en 1982, el autor se basa en cinco visitas de campo en las comunidades de sobrevivientes (Yulaurel y San Miguelito en Guatemala, tres comunidades en La Independencia, México), y en la comunidad de ex patrulleros civiles (PAC) de San José Frontera. Más allá de la tesis de Karine Vanthuyne, se basa en informes de diferentes instituciones como la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), el Centro de Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), la Asociación para la Promoción y Desarrollo de la Comunidad (CEIBA), el Programa Nacional de Resarcimiento (PNR), el Acompañamiento de Guatemala (ACOGUATE), el Centro de Estudios y Documentación de la Frontera Occidental de Guatemala (CEDFOG), Colchaj Nac Luum (CNL) de Yalambojoch y EDU-PAZ en Comitán (pág. xi). También revisa los archivos del Fondo de Tierra, del Registro de la Propiedad en Quetzaltenango, y del Archivo General de Centro América.

4Primera Parte: la masacre (17 julio 1982)

5Aprendemos de la masacre a través de tres testigos, quienes coinciden en su descripción: era la segunda visita de los soldados quienes en este 17 de julio del 1982 llegaron en gran número (unos seiscientos) y en helicóptero. Llaman los hombres al juzgado de la finca, los encierran y piden dos toros. Las mujeres y los niños están encerrados en la iglesia. Como a la una de la tarde llevan las mujeres a las casas para violarlas, después las matan a balazos y machetazos. Después matan a los niños. Como a las tres de la tarde matan a los ancianos, después siguen con los demás hombres en grupos de a diez. Por último matan a las autoridades de la aldea. Después, en una gran fiesta, los soldados comen la carne de los toros, toman y al final prenden fuego a la aldea.
Los testigos principales de Falla son Mateo Ramos Paiz (designado como T1, págs. 5-33), Mateo Pérez Ramos (T2, págs. 35 – 48) y Andrés Paiz García (T3, págs. 49-66). Mateo Ramos Paiz destaca por su papel de informante inmediatamente después de la masacre en México y su iniciativa de elaborar la primera lista de los más de 300 difuntos. Enfoca cómo los aldeanos necesitaban tiempo para darse cuenta del peligro y lo inevitable que era la masacre. Viendo la masacre ve una opción en pretender haber sido matado, se tira al suelo, y los soldados lo meten encima de los muertos (pág. 24). “Suéltenme”, dice a los muertos con cuyos espíritus conversa (pág. 25), y se atreve a huir en la noche, aprovechando la fiesta de los soldados. Logra llegar al vecino Xulaurel donde avisa a los habitantes del peligro inmediato, y sigue su camino a México. Este testigo no menciona al EGP, grupo guerillero militando en la región. Del segundo testigo, Mateo Pérez Ramos, existen diez entrevistas y declaraciones públicas sobre la masacre. Desea transmitir que los refugiados no constituyen una amenaza para México. Acentúa los pequeños espacios de actuación ( agency ) de las víctimas como los intentos de los líderes de dialogar con el ejército, y pone énfasis también en los robos por parte de los soldados, incluyendo Q 10.000 de la cooperativa y los bienes de las casas. Confiando en Dios se atreve a abrir la ventana del juzgado y logra escaparse, a pesar de la persecución por los soldados. Una bala pasó rozando su cabeza “y me arde todavía” (pág. 45). Desde la distancia observa la masacre, la aldea en llamas y la fiesta de los soldados. Este testigo desaparece misteriosamente en agosto del 2008 en Yulaurel. El tercer testigo, Andrés Paiz García, siendo PAC se ofrece para traer los toros para los soldados, y decide no volver a la aldea. Desde una pequeña montana observa la masacre, e igual como T1 camina a Yulaurel donde – junto con T1 – logra convencer a sus habitantes para que huyan a México. En el camino encuentra a dos de sus hijos que se habían salvado porque estaban buscando leña.

6Segunda parte: antes de la masacre (1871 – 1982)

7En la segunda parte del libro, Ricardo Falla busca una respuesta a la pregunta del por qué de la masacre de esta comunidad, o sea, los factores específicos que llevaron a la selección de esta comunidad como víctima de la represión masiva.
Para esto, el autor inscribe los efectos negativos de la Reforma “liberal” del 1871 en su contexto local: el despojo de tierras de comunidades indígenas en Nentón, creado como municipio en 1876. En el caso de este municipio, son el alemán Gustavo Kanter y su familia, el coronel Porfirio Aguilar y otros militares de Quetzaltenango quienes durante la dictatura de Manuel Estrada Cabrera se apropiaron estas tierras lejanas de la capital, declaradas como baldías, y sin reconocimiento formal de sus habitantes maya-chuj. Llama la atención la descripción de Cecilia Seler, visitante de Kanter, según la cual la relación entre sus anfitriones y los indígenas “no [estaba] lejos de la esclavidud” (pág. 79). El proceso de adjudicación de las tierras era tan largo, complejo y costoso que excluía a los campesinos chujes, a pesar de que las pruebas arqueológicas permitieran probar que habían sido durante siglos los dueños de estas tierras. Los nuevos dueños y sus herederos entran en conflicto por la tierra, y estas tensiones así como el abandono del patrón les permiten una vida bastante tranquila a los campesinos chujes de San Francisco. Esto cambia cuando el coronel Víctor Manuel Bolaños compra la finca en 1951 con fines de invertir en ella. Los campesinos logran un acuerdo que les permite permanecer, pero ahora pagando arrendamiento. Sin embargo, se desarrolla una relación de alianza entre el dueño de la finca y los campesinos en contra de los invasores de las aldeas vecinas u otros intrusos. En 1981, los campesinos empiezan a gestionar la legalización de sus tierras, pero este intento es interrumpido por la masacre. Pocos años antes, a partir de 1976, el Ejército Guerillero de los Pobres EGP había llegado a Huehuetenango, y lleva a cabo dos acciones coordinadas en las fincas del norte del departamento en 1980, incluyendo la quema de la casa grande de la finca de San Francisco. Los campesinos defienden al administrador de la finca y éste informa al destacamento militar de lo que había ocurrido. Al mismo tiempo, la guerilla opta por instalar un campamento cerca de San Francisco y la aldea vecina Yulaurel. Durante la corta fase de amnistía durante el gobierno de Ríos Montt, Mateo Pérez Ramos (T2) solicita amnistía por parte del ejército para la comunidad, pero ya en junio inicia la campaña genocida en la región que va a arrastrar también a San Francisco.

8Tercera parte: desde la masacre hasta hoy (1982 – 2010)

9Inmediatamente después de la masacre pasan varias personas por San Francisco, ya completamente destruido, y sus declaraciones confirman lo que contaron los primeros testigos. El ejército también pasa por Yulaurel, pero gracias a las advertencias de los sobreviventes de San Francisco esta aldea ya está abandonada. En total se calcula que sobrevivieron unas 20 personas de San Franciso (sobre todo personas que habían estado ausentes durante la masacre) y unos 200 de Yulaurel. Los patrulleros de la vecina aldea Bulej tienen que enterrar a los muertos que no fueron quemados y se llevan animales y otros bienes de las casas vacías. La masacre de San Francisco está mencionada en varios documentos, y es usada como caso ilustrativo número 18 por parte de la Comisión de Esclarecimiento Histórico CEH.

10En México, los sobreviventes de San Francisco encuentran apoyo por parte de la iglesia católica y viven pocos años juntos con campesinos mexicanos en una finca colectiva. Sin embargo, cuando se dan conflictos entre los dos grupos, la iglesia ya no apoya a los refugiados sino que es aliada de los mexicanos zapatistas. En 1990 muere Mateo Ramos Paiz (T1) en México, muy probablemente matado por envidia, dentro de su misma comunidad. A partir de 1992, los primeros guatemaltecos regresan a San Francisco, mientras que en México en 1997 muchos refugiados optan por la nacionalidad mexicana. Durante los años 1990 se dan los retornos individuales y colectivos de guatemaltecos a sus tierras natales, tratando, entre otras cosas, de recuperar sus tierras ahora ocupadas por otras personas, muchas veces cercanas al ejército. Entre los primeros que intentan regresar a San Francisco está Mateo Pérez Ramos (T2), y logra la recuperación del terreno de Yulaurel con la ayuda de la Comisión Especial de Ayuda a Refugiados (CEAR). Sin embargo, la repatriación de refugiados de manera individual e independiente durante los siguientes años lleva a conflictos por tierra y agua entre esta misma población y con las aldeas vecinas. La finca San Francisco antes a nombre del coronel Bolaños, es dividida y vendida a diferentes dueños, y el lugar de la masacre se transforma en potrero. Al mismo tiempo, la construcción de la Franja Trasversal del Norte y la entrada de megaproyectos amenazan el territorio y la paz en la región.

11Mientras que los problemas y conflictos por la tierra siguen, el proceso de paz permite iniciar la exhumación de los restos enterrados que no habían sido quemados por completo. Debido a una burocracia muy complicada, este proceso lleva cinco años, y solamente se encuentran los restos de 30 víctimas. El proceso está acompañado por personal internacional de solidaridad. Igualmente, siguen varios procesos jurídicos a nivel internacional y nacional para condenar a Ríos Montt de genocidio – cosa que hasta ahora no se ha logrado.

12En agosto de 2008 y después de haber sufrido problemas de memoria que él mismo relacionaba con la masacre y la persecución, de repente desaparece Mateo Pérez Ramos (T2).

13La comunidad de los retornados sigue viviendo una situación de abandono y pobreza extrema, algunos miembros han buscado acceso a los programas de resarcimiento individual, pero el acceso al mismo es complicado, costoso y humillante. Andrés Paiz García (T3) por ejemplo no logra recibir el resarcimiento, y según sus familiares esto influye en que él, en 2009, se muere “de una enfermedad de debilitamiento mezclada con una profunda tristeza” (pág. 326). Falta aún el reconocimiento del daño colectivo cometido por el ejército, y en consecuencia el resarcimiento colectivo. También hace falta una dignificación pública de las víctimas, en una forma reconocida por los sobrevivientes y familiares.

14En resumen, el libro elabora detalladamente el arduo camino de campesinos chujes quienes tratan de construir su vida después del despojo de tierra por la Reforma Liberal, quienes son matados y despojados por el ejército durante el último genocidio en Guatemala, y quienes, al final, tratan de recuperar lo perdido en un Estado que resalta por su violencia, ignorancia y racismo. Ricardo Falla describe el microcosmo de una aldea eliminada durante la guerra, sus relaciones complejas con los dueños de la tierra, con las aldeas vecinas y con la guerrilla que opta por instalarse en su territorio. No pretende que no haya conflictos dentro de la aldea, sino que explica cómo entran en juego en una situación de guerra. Destaca la voluntad y capacidad de los sobrevivientes para reconstruir una nueva vida, aunque con heridas sicológicas muy profundas, y los esfuerzos que dan para recuperar lo perdido en un ambiente donde no se reconoce el genocidio.
El libro permite un aprendizaje de la historia de Guatemala y de su presente, y es de esperar que tenga amplia difusión en Guatemala.

15

Eva Kalny, Leibniz Universidad Hanover.





161 Ricardo Falla, Masacres de la selva. Ixcan, Guatemala (1975-1982) (Guatemala: Editorial Universitaria Guatemala, 1992)

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