Ficha n° 2373

Creada: 30 marzo 2010
Editada: 30 marzo 2010
Modificada: 30 marzo 2010

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Autor de la ficha:

Gilles BATAILLON

Editor de la ficha:

Emilie MENDONCA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Guerrilla: Guerra y Paz en Centroamérica

Extensa y completa reseña del último trabajo de Dirk Kruijt, análisis de las guerrillas centroamericanas y de las problemáticas pos-conflicto.
551
Categoria:
Libro
Autor:

Dirk Kruijt

Editorial:
F&G; Editores
ISBN:
978-99939-951-6-6
Fecha:
2009
Reseña:

1¿Cómo escribir una historia de las guerrillas centroamericanas? ¿De qué manera esta historia desborda las de las guerras internas, cuyo escenario fue el istmo? ¿De qué materiales disponen los sociólogos e historiadores y qué pueden abstraer de ellos para ofrecer una narración y un análisis coherente de los eventos?

2Éstas son unas de las tantas preguntas que merecen ser mencionadas antes de analizar la obra de Dirk Kruijt. Su obra publicada primero en inglés por Zed Books en 2008 y recientemente traducida al español, llega después de muchos libros publicados durante y después de los años de las guerras internas, libros en los que el sociólogo holandés se puede apoyar, sean meros testimonios o trabajos de análisis de los hechos.

3Lejos de lanzarse a una discusión metódica de las obras de sus predecesores, las utiliza de manera muy pertinente, para nutrir su proyecto de escritura, que es a la vez una síntesis de dimensión razonable y un ensayo innovador sobre las guerrillas, sus proyectos políticos y la forma en la que se pusieron en práctica. De igual manera, eligió completar sus fuentes bibliográficas con la realización de casi cien entrevistas a ex guerrilleros, y también a intelectuales, laicos o religiosos, o políticos, quienes, si no fueron miembros de organizaciones armadas, fueron gente muy cercana a ellas. A estas entrevistas se agregan otras realizadas tanto a ex contras como a gente cercana a ellos, y a altos responsables de las fuerzas armadas salvadoreñas o guatemaltecas. Basándose en estas fuentes escritas y orales, D. Kruijt esboza un retrato sociológico de las guerrillas, donde evoca, un nivel tras otro, la forma en la que surgieron los primeros grupos foquistas, la victoria casi inesperada de uno de ellos, el FSLN nicaragüense en 1979, su capacidad para transformarse en un partido-Estado al dominar la revolución sandinista, y para finalizar, la doble consecuencia de este nuevo papel de los sandinistas, las nuevas ofensivas en El Salvador y en Guatemala, y el resurgimiento de la Contra nicaragüense. El libro de Kruijt es al mismo tiempo una narración de los eventos y una reflexión sobre las formas de sociabilidad asociadas a las organizaciones armadas. Trata, con la misma habilidad, tanto la historia interna de estas organizaciones — su estructuración político-militar y sus relaciones con las poblaciones que viven en las zonas bajo su control —, como sus rivalidades y los combates con otros actores sociopolíticos.

4Este ensayo cuestiona las dos explicaciones más frecuentes de la “crisis centroamericana”, explicaciones tan válidas la una como la otra: la del funcionalismo de David Easton, y las tesis de la movilización de recursos y del rational choice. La primera, durante mucho tiempo en boga en los medios progresistas occidentales y latinoamericanos, se centra solamente en observar el cierre innegable de las vías reformistas y la represión creciente que prevalece al inicio de la década de los años 1970. Desvaloriza la apertura que representó la presidencia de Jimmy Carter y su nueva política latinoamericana. Esta explicación llega lógica y rápidamente a la conclusión de que los reformistas se encontraron acorralados por la vía armada, lo que traería como consecuencia la revolución sandinista y, posteriormente, su radicalización, y, de manera paralela, las acciones del FMLN y de la UNRG. De manera inversa, la emergencia de la Contra se explica solamente por el apoyo que le brindan los Estados Unidos.

5De moda en los círculos conservadores, la segunda explicación esclarece tanto la revolución sandinista como las acciones del FMLN y de la UNRG basándose únicamente en el apoyo aportado por Cuba y los países socialistas, y en la complicidad ciega de los socio-demócratas europeos y latinoamericanos frente a estas injerencias del bloque comunista en el espacio latinoamericano. La tesis de la inevitable radicalización y del necesario recurso a la acción armada como única estrategia está,entonces totalmente justificada para explicar el resurgimiento de la Contra.

6Comenzando con la presentación, a grandes rasgos, del contexto centroamericano de los años 1960, Dirk Kruijt nos da a entender la sed de cambio que surge en las sociedades nicaragüense, salvadoreña y guatemalteca. Los futuros comandantes son reclutados, en su mayoría, en estos nuevos medios sociales que son las universidades fundadas en los años 1960. Éstas son medios sociales que aparecen como frutos de una modernización acelerada, de una urbanización y escolarización crecientes, de una mayor movilidad social; medios sociales nuevos que se piensan a sí mismos, tomando sus herramientas intelectuales de la teología de la liberación y de un marxismo-leninismo, cuya verdad está encarnada en la revolución cubana. Dirk Kruijt muestra, de manera muy convincente, cómo este terreno fertil fue donde surgieron múltiples organizaciones revolucionarias rivales y en competencia; organizaciones para las cuales la unificación dentro un mismo polo será siempre problemática, más allá de todas las proclamaciones oficiales. Las oposiciones entre los diferentes grupos de guerrilla no son solamente cuestiones de doctrinas, sino que se entrelazan, de igual manera, con rivalidades personales. Más allá de sus divergencias afirmadas, todos estos grupos conocen el mismo tipo de sociabilidad, autoritaria y jerárquica, donde cualquier critica es muy fácilmente estigmatizada como una traición. Evocando los aspectos más sectarios, especialmente las purgas y algunos asesinatos, Dirk Kruijt no duda en subrayar todo lo que hizo de estas guerrillas “instituciones totales”, en el sentido dado a este término por E. Goffman. Podemos lamentar que el autor se limite a esta referencia sociológica muy común, y que no tome en cuenta ni los análisis de los izquierdistas holandeses como los de Anton Pannekoek, ni los trabajos de los grandes analistas del totalitarismo como Arendt o Lefort; es una pena que no se refiera tampoco a las críticas que los tres hicieron a la figura del partido revolucionario que Lenin teorizó en ¿Qué hacer? Algunos hechos, en los cuales insiste, con toda razón — el culto ciego a los dirigentes, la ausencia de democracia interna, el militarismo a ultranza — hubieran tenido más relieve con estos aportes. Podríamos, a partir del análisis de Kruijt, subrayar cómo la firmeza de los esquemas sociales autoritarios y jerárquicos es significativa en estos movimientos de guerrilla. Tanto la teología de la liberación, un tomismo modernizado como lo mostró tan bien Emile Poultat1 , como el marxismo-leninismo y el foquismo, honrado por la revolución cubana, son pensamientos que se oponen directamente a los esquemas democráticos y son, para las dos últimas, ideologías de un mundo totalitario en gestación. Los ajustes de cuentas internos, como los asesinatos de Roque Dalton o de la comandante Ana María y el “suicidio” de Marcial, serían así susceptibles de lecturas infinitamente más sutiles que las de simples rivalidades por el poder y sus diversos círculos.

7Estas reservas no nos llevan a disminuir el brío con el cual Dirk Kruijt evoca la vida interna de las guerrillas. Sus narraciones de los combates que desembocaron en la rápida derrota de Somoza y las de las diferentes fases de enfrentamientos entre las guerrillas y las fuerzas armadas en El Salvador y Guatemala están bienvenidas. Sus descripciones de las formas de financiamiento y de la logística propia de las guerrillas, como la de la vida cotidiana dentro de los campamentos y en las zonas de guerra dicen lo esencial y, eso, sin condescendencia.

8Las páginas dedicadas a la revolución sandinista son una pequeña hazaña que irritará a más de un lector. Dirk Kruijt presenta con sutilidad la doble cara de la revolución. Ésta, en un principio, fue incontestablemente popular: fue la famosa “luna de miel” entre la población y los sandinistas que duraría un año, a partir del 19 de julio de 1979, cuando los nueve dirigentes del FSLN, que iban a tener mano dura sobre el Estado y el Gobierno, empezaron a ejercer el “control decisivo” sobre el país. Fue al final de este año I de la revolución cuando surgieron las primeras señales “tenues pero visibles” de las divergencias entre el Frente y sus antiguos aliados en la lucha contra Somoza, divergencias que desembocarían, un año después, en la puesta en escena de la guerra contras/sandinistas.

9El crecimiento del Frente a expensas de sus rivales estuvo vinculado con varios factores, a la vez internos y externos. Primero asistimos, desde los primeros días de la revolución, a una doble burocratización. Fue por un lado una burocratización desde arriba — pensemos en el papel dirigente e indiscutible de la Dirección Nacional, el famoso “DN ordene”- que se apoya sobre una “aristocracia revolucionaria”, compuesta de los primeros 300 militantes del FSLN. Y por otro lado fue, en paralelo, una burocratización desde abajo, con la creación de los Comités de Defensa Sandinista — “ojos y oídos de la revolución”— y las múltiples organizaciones de masas, todas subordinadas a la dirección del FSLN. Esta burocratización no fue solamente un fenómeno político, sino que estuvo acompañada por una serie de medidas económicas que crearon una red de nuevas lealtades y convirtieron a los partisanos, y más todavía a los miembros del Frente, en una nueva clase de privilegiados. Se trató de confiscaciones de bienes privados, casas y vehículos realizadas en beneficio de todos estos nuevos dirigentes políticos, entre los cuales fueron muy pocos los que rechazaron este tipo de privilegios, como otro tipo de facilidades económicas y sociales atribuídas de manera más amplia, como discrecional, a este nuevo personal político. La reforma agraria también iba a jugar un papel análogo, especialmente con la implementación de nuevas unidades productivas, granjas de Estado o cooperativas, que favorecerían a ciertas fracciones del campesinado y que permitirían el surgimiento de un nuevo personal político dedicado al Frente. La política de subvenciones a los precios de los alimentos básicos, o la creación de una política de acceso a la salud, constituyeron también políticas sociales pensadas con arreglo a sus efectos políticos. Y de hecho, una parte de las poblaciones urbanas, primeras beneficiarias de estas políticas, iba a ser por mucho tiempo el mejor apoyo político del Frente. Dirk Kruijt muestra cómo este clientelismo de Estado fue posible gracias a una ayuda internacional particularmente importante. No sólo fueron donaciones y apoyo de los países del bloque soviético y del grupo de los no alineados, sino también de los Estados Unidos y de algunos países europeos. Dirk Kruijt recuerda de nuevo unos hechos frecuentemente olvidados: el fin del no alineamiento de la revolución sandinista y su entrada de facto al bloque soviético precedieron de un año la suspensión de la ayuda norteamericana. Y si los Estados Unidos suspendieron su ayuda al inicio de 1981 y apoyaron masivamente a la Contra, los países europeos, México y otros países latinoamericanos mantuvieron su ayuda a los sandinistas hasta su derrota electoral.

10Podemos lamentar que Dirk Kruijt no haga la conexión entre este fenómeno de burocratización y toda la política educativa y cultural de la revolución. Ya que, si bien hubo una voluntad de darles a las clases populares un acceso a la educación y a la cultura, esta voluntad estuvo inextricablemente anexada a la intención de formar un “hombre nuevo” y de modelarlo, colocando a los nicaragüenses bajo la total autoridad de la Dirección Nacional del FSLN. Nada queda más claro, en ese sentido, que las modalidades y el contenido de la “Cruzada de Alfabetización”. Sin embargo, nada o casi nada se dice en el libro de este proyecto que suscitó muy pronto la oposición, obviamente del clero, pero también del campesinado y de las clases populares pertenecientes a un catolicismo marial.

11Además de subrayar este papel inmediatamente hegemónico de los dirigentes del FSLN, Dirk Kruijt hace también justicia a la tesis según la cual el cerco internacional a la revolución no dejó otra opción que el alineamiento con el bloque soviético. Recuerda dos hechos frecuentemente olvidados: como se ha visto, la revolución recibió múltiples ayudas, consecuentes y variadas, especialmente de los países europeos y de algunos países latinoamericanos como México o Panamá. Y eligieron, a sabiendas de sus dirigentes, apoyados, al menos al principio, por algunos de sus futuros oponentes (Eden Pastora y Alfonso Robelo), la estrategia del acercamiento al bloque soviético, aprovechando al mismo tiempo la ayuda que los Estados Unidos les prodigaban hasta la toma de posesión de Ronald Reagan en enero del 1981.

12Si las páginas que el autor dedica al surgimiento de la oposición no aportan nuevos hechos, constituyen un saludable recuerdo de éstos. La oposición nació en abril de 1980, cuando los sandinistas impusieron su mayoría en el seno del poder legislativo provisional – el Consejo de Estado – y que los dirigentes no sandinistas de la revolución, Violeta Barrios de Chamorro y Alfonso Robalo, abandonaron sus cargos dentro del ejecutivo para protestar contra esta medida. La lucha de los oponentes a los sandinistas distaría mucho del uso de un vocabulario democrático y no pediría inmediatamente la instauración de un régimen democrático. Se trató más bien, de 1980 al final de 1981, de una mezcla de demostración de fuerzas y de una lucha de influencias, con miras a reconquistar posiciones dentro del aparato de Estado, antes de convertirse en 1982 en una verdadera guerra en contra de los sandinistas, guerra parecida a la que se dio en lucha contra Somoza. Dirk Kruijt también es uno de los escasos analistas que subraya un hecho pocas veces notado: la lucha de influencia entre los sandinistas y las otras fuerzas políticas no se iba a llevar solamente asociando la jerarquía católica a los hombres políticos, a los empresarios o a los contras, que eran todos, de manera más o menos cercana, antiguos aliados rivales de los sandinistas para derrocar a Somoza. Esta asociación también se haría mediante el uso del lenguaje de lo religioso. La aparición de la virgen de Cuapa que llamó a la “reconciliación” de los nicaragüenses y las furiosas polémicas que acompañaron este milagro marcaron una verdadera ruptura en las relaciones entre la Iglesia y los sandinistas. La aparición de la virgen libró la Iglesia de sus relaciones con los sandinistas, puesto que no sólo la Iglesia había declarado que la guerra contra Somoza era una “guerra justa”, sino que también había celebrado un Te Deum en el momento de la llegada al poder de la primera junta de gobierno nacional. A partir de entonces iba a hacer lo mismo a favor de los contras, refiriéndose a la lucha de David contra Goliat.

13La guerra contras/sandinistas iba a ser entonces vivida según el patrón de las cruzadas: cruzada del catolicismo contra el “comunismo ateo” para los contras, cruzada secular del “hombre nuevo” contra la reacción y el somozismo para los sandinistas. Persuadidos de la rectitud de sus causas, atrapados en el juego de los conflictos locales y de las venganzas personales, contras y militares sandinistas iban a multiplicar los actos de crueldad, mientras que sus proveedores de fondos no harían nada para alentarlos a una solución negociada. Los jerarcas del ejército sandinista se iban a convertir, de hecho, en un grupo de influencia que pesaría en los juegos internos del FSLN. Las restricciones económicas provocadas por la guerra, la incapacidad del gobierno para yugular la hiperinflación, las pérdidas entre las tropas sandinistas y la instauración del servicio militar en 1983 les trajeron a los sandinistas una impopularidad creciente. Estos reveses internos, conjugados con la nueva política exterior de Gorbachov, finalmente empujaron a los sandinistas a aceptar los acuerdos de paz regionales lanzados en 1987 por los presidentes costarriqueño y guatemalteco. Esta concesión, puramente táctica al principio, concluiría en 1990 con la estrepitosa derrota electoral del Frente contra una oposición que finalmente escogió claramente la opción de la estrategia electoral y de la reunión alrededor de una figura capaz de resucitar un consenso nacional, Violeta Barrios de Chamorro.

14La desintegración de la Unión Soviética, el fin de su ayuda masiva a Cuba, la derrota electoral de los sandinistas, las presiones de las opiniones públicas internacionales constituyeron un cúmulo de factores que pusieron al orden del día las negociaciones de paz entre las guerrillas, los militares y los gobiernos civiles en El Salvador y en Guatemala, provocando la redefinición de los papeles y del estatus del FSLN, del FMLN y de la URNG. El primero tuvo que renunciar a su estatuto de partido-Estado para volverse un simple partido político; los demás tuvieron que abandonar su estatuto de organización armada. Podemos lamentar, desde este punto de vista, que Dirk Kruijt tenga una lectura estrictamente política de los eventos. Estas mutaciones que siguieron las guerras internas, no son solamente políticas, sino también sociales y económicas. En Nicaragua la cuestión sería a la vez la de la Piñata, es decir la apropiación de los bienes privados por los sandinistas durante el abandono del poder, la del desmantelamiento de las dependencias del partido-Estado y la del despido de la mayor parte de sus funcionarios, pero también la del escándalo causado por las acusaciones de violaciones y la demanda ante la justicia de Zoila América contra su padrastro Daniel Ortega. En El Salvador y en Guatemala se planteó la cuestión de la reintegración a la vida civil de miles de guerrilleros que pensaban convertirse en miembros de un partido-Estado a imagen de lo que sabían de la experiencia revolucionaria nicaragüense. En estos casos, los debates iban a ser muy duros sobre la manera como unos dirigentes podían salir adelante y acaparar las ayudas a la desmovilización, mientras otros no recibían ningún apoyo para reinstalarse en la vida civil; de hecho, muchos de ellos eligieron ir a trabajar a México, a Estados Unidos o a Canadá. No cabe duda de que estos debates no plantean la cuestión de la democracia interna al FSLN o al FMLN y a la UNRG, sino que tocan cuestiones de personas y debates a la vez prosaicos y morales en el seno de las organizaciones revolucionarias y sus esferas de influencia. Al día siguiente de su derrota electoral, el Frente Sandinista iba a conocer una crisis interna que provocaría la salida de un buen número de ejecutivos escandalizados a la vez por la Piñata, y por las derivas autoritarias de la revolución, sin contar el caso de Zoila América. Los partidarios de un aggiornamiento democrático iban a dejar el Frente, para sentar las bases de toda una red de ONGs y estar, para algunos, al origen de la fundación en 1995 del Movimiento Renovador Sandinista. Frente a ellos, los ortodoxos cerraron filas alrededor de Daniel Ortega y aceptaron su estrategia de “pacto” con Arnoldo Alemán, el jefe de las filas liberales. Los debates siguieron siendo muy vivos dentro del FMLN y de la UNRG, sin que asistiéramos a la aparición de movimientos rivales de las antiguas organizaciones revolucionarias. La URNG sería incapaz de renovarse y de constituirse en una expresión política duradera del movimiento maya naciente y el FMLN tendría que esperar la muerte de su dirigente histórico, Schafik Hanfal, para ver aparecer una generación de nuevos dirigentes, como el actual dirigente de El Salvador, Pedro Funes.

15Dirk Kruijt cierra su estudio de la historia de las guerrillas centroamericanas con dos observaciones. Si el proyecto de estas organizaciones armadas de construir otro modelo socio-económico para reducir las desigualdades socioeconómicas, a imagen de la Cuba castrista, duró incontestablemente poco tiempo, tuvieron sin duda un papel decisivo en la caída del régimen somozista y de los partidos militares que dominaban la escena política salvadoreña y guatemalteca. Tal vez se necesite invertir las preguntas sobre las cuales acaba el ensayo, para reactivar así una serie de preguntas a las que el autor nos lleva. ¿Cómo las guerrillas nacidas en los años 1960 quedan presas de la herencia de los enfrentamientos entre liberales y conservadores que fueron el telón de fondo de la historia del istmo desde la independencia?, y ¿cómo siguen encerradas en una visión de lo político, donde lo social, dejado a un lado, no es más que barbarie? ¿Cómo comprender sus reticencias y sus largos rechazos a los esquemas democráticos? ¿Cómo este encuentro, casi forzado, pesa hoy en día en el juego político nicaragüense, salvadoreño o guatemalteco? Como lo notan muchos sandinistas renovadores, tales como Sergio Ramírez en Adiós Muchachos, la herencia caudillista ha sido omnipresente en los movimientos revolucionarios, no solamente en los partidos creados en el siglo XIX. Y finalmente cabe recordar que las instituciones democráticas que se otorgó la revolución sandinista y que permitieron su fin, fueron instituidas casi contra su voluntad.

16Gilles Bataillon, EHESS-Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales/CRPRA

171 Emile Poultat, Eglise contre bourgeoisie (Paris : Castermann, 1977).

Fuentes:

F&G; Editores: http://www.fygeditores.com/FGGGP9789993995166.htm

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