Ficha n° 2367

Creada: 21 marzo 2010
Editada: 21 marzo 2010
Modificada: 21 marzo 2010

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Autor de la ficha:

Alejandro BONILLA CASTRO

Editor de la ficha:

David DíAZ ARIAS

Publicado en:

ISSN 1954-3891

“El gesto que se perpetúa en el bronce”. León Cortés, caudillismo e imaginería de la Guerra Civil. 1936-1952.

El presente artículo ofrece un acercamiento al análisis de la figura de León Cortés y la construcción de su memoria como caudillo en el contexto del llamado régimen de los ocho años (1940-1948). Se hará especial énfasis en las confrontaciones de los discursos acerca de León Cortés por parte del calderocomunismo y la oposición, en los mecanismos simbólicos que elevaron a León Cortés a la figura de mártir y el uso de dicho simbolismo como catalizador emotivo de la violencia que culminó en la Guerra Civil y su posterior recuerdo en el complejo escultórico.
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Autor(es):
Alejandro Bonilla Castro
Fecha:
Marzo de 2010
Texto íntegral:

1

Introducción

2En su libro ¿ Qué pasó en los 40 ? Fernando Soto Harrison destaca un aspecto relevante acerca de la imagen de Cortés representada en su monumento ubicado en el Paseo Colón:

3“…La imagen de León Cortés que recuerdan hoy los costarricenses no guarda relación formal con la que tenía el candidato León Cortés, en el proceso electoral del 43-44. Ese es un gran error de perspectiva histórica1”.

4Tomando como punto de partida la declaración de Soto, el presente artículo tiene como objetivo principal brindar un acercamiento al análisis de los discursos utilizados tanto por el calderocomunismo y la oposición para crear una imagen diferencial de León Cortés y los mecanismos por los cuales estas representaciones se retroalimentaron para dar forma a la figura de mártir de Cortés a partir de 1943, la cual fortaleció su imagen de caudillo. A su vez, se determinará por medio de un análisis iconológico del Monumento a León Cortés qué elementos de esa imagen fueron utilizados simbólicamente por los ganadores de la Guerra Civil para construir un sitio memorial con doble propósito: honrar al líder simbólico de la oposición al calderocomunismo y manifestar el triunfo y la instauración de la llamada Segunda República.
El análisis partirá de los conceptos proporcionados por Steve J. Stern acerca de la construcción de memorias emblemáticas2. De esta forma, la imagen caudillista de León Cortés se considera un marco en donde convergieron diversas representaciones, tanto del calderocomunismo como las de sus seguidores, para dar forma a su memoria y cómo ciertos aspectos fueron tergiversados discursivamente e incluso olvidados en ese proceso. El monumento a León Cortés será considerado un “lugar de la memoria”, según la definición proporcionada por Pierre Nora. El complejo escultórico fue una herramienta utilizada por los ganadores de la Guerra Civil para detener el tiempo, bloquear el olvido de la gesta, manifestar el nuevo orden de la Segunda República, inmortalizar la muerte de Cortés y materializar su “santidad laica”[3].
El análisis está compuesto en tres segmentos: en el primero de ellos se hace un recuento de las representaciones creadas alrededor de la imagen de León Cortés por el calderocomunismo para desvirtuarlo en favor de la consolidación del discurso populista del gobierno de Calderón Guardia; el segundo apartado contempla la construcción de la imagen caudillista de Cortés, la cual fue posible por la conjunción y confrontación de las representaciones creadas por la oposición y los calderocomunistas4; y el tercer apartado analiza iconológicamente los discursos simbólicos presentes en el Monumento de León Cortés que fueron utilizados para honrar su memoria e inmortalizar los ideales de la Segunda República. Agradezco las observaciones proporcionadas por los historiadores Iván Molina Jiménez y David Díaz Arias, quienes muy atentamente revisaron los borradores preliminares de este artículo y permitieron su mejora. Sin embargo, las omisiones que este tenga son responsabilidad únicamente del suscrito.

Desvirtuando al patriarca. Las representaciones calderocomunistas sobre la imagen de León Cortés.

5La política costarricense se caracterizó en parte del siglo XX por girar en torno a grandes personajes, en lugar de partidos políticos. Esta dinámica, como lo señalan el historiador Iván Molina y el politólogo Fabrice Lehoucq, contribuyó a que la mayoría de los partidos no alcanzaran un desarrollo institucional importante y carecieran de principios ideológicos y programas de gobierno fortalecidos durante el periodo liberal. Por tanto, con excepción parcial del Reformista y del Comunista, los partidos se convirtieron únicamente en catapultas utilizadas por los candidatos a la presidencia para conquistar al electorado5. El Partido Republicano Nacional (PRN) rompió este paradigma, al convertirse entre 1932 y 1940 en la agrupación política más importante de Costa Rica.

6Ricardo Jiménez Oreamuno y León Cortés Castro fueron los políticos que magnificaron la popularidad del PRN, en especial por las políticas públicas que se impulsaron para resolver la grave crisis económica de los años treinta y por canalizar las demandas populares por vías institucionales6. Aunque la inversión en obras públicas bajó considerablemente durante el gobierno de Jiménez (1932-1936) y se dieron recortes presupuestales en el área administrativa, León Cortés colaboró para capitalizar electoralmente el gasto público como Secretario de Fomento y formar alianzas con las cúpulas locales y provinciales, que le permitieron convertirse en el sucesor de Ricardo Jiménez como candidato a la presidencia por el PRN7.

7A esto se le sumó, como lo señala el historiador Carlos Calvo, su gran habilidad como administrador público, su ferviente anticomunismo y su férreo pero patriarcal carácter8. La campaña electoral de 1936 se aprovechó de la obra de Cortés como Secretario de Fomento para ganar votos y discursivamente procuró un acercamiento a las necesidades de los sectores obreros, estrategia que tenía por objetivo impedir el crecimiento electoral del Bloque de Obreros y Campesinos (BOC)[9], nombre electoral del Partido Comunista de Costa Rica (PCCR). La campaña electoral fue escenario de una confrontación verbal y mediática entre el BOC y el cortesismo, donde el primero criticó a Cortés y a sus seguidores como fascistas y autoritarios, discursos que tomarán mucho más fuerza en la década de 194010.
Ya en la presidencia, Cortés se destacó por su gran obra material y la estabilidad económica de su gobierno11. La política de obras públicas fue el elemento central de su administración, conocida a partir de entonces como la del “cemento y la varilla”, en donde la inversión en este campo constituyó el 36 por ciento del presupuesto nacional entre 1936 y 1940. Las fuentes de trabajo que generaron las obras de infraestructura lograron incrementar la popularidad de León Cortés en los sectores urbanos12 y captar también un apoyo en las zonas rurales y entre los campesinos13.
Aunado a esto, los avances en materia social le permitieron obtener mucho más apoyo entre la ciudadanía14. No obstante, la cuestión social no fue un asunto medular del gobierno de Cortés, aspecto que sí fue por el contrario importante para el ala católica del PRN liderada por el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, que buscaba explotarla electoralmente15.
El triunfo de Calderón Guardia en las elecciones de 1940, se debió principalmente a ese capital electoral obtenido por Ricardo Jiménez y León Cortés en la década de los treinta, aunque la campaña electoral se haya enfocado en la imagen del Doctor y sus cualidades. Debido a esto, Calderón Guardia era el heredero de León Cortés y por tanto, debía ser consecuente con su obra, condición que cumplía en apariencia el plan del nuevo gobierno, que en sí era muy conservador16. Sin embargo, tal como lo señala David Díaz, la llegada al poder de Calderón Guardia fue la oportunidad que tuvo el ala católica del PRN de consolidarse y de esta forma, ratificar la imagen de Calderón Guardia como doctor y presidente17.
En este contexto, la imagen caudillista de Calderón Guardia empezó a confrontarse con la popularidad y el liderazgo de León Cortés, cosechados en los años anteriores a su salida del PRN en 1941. La cuestión social y la figura del Doctor fueron magnificadas a partir de la crítica de los calderonistas a la poca atención que recibió este tema durante la administración de Cortés, alegando que la construcción de obras de infraestructura no resolvían todos los problemas de los sectores populares18. Además, mientras la figura de caudillo de Calderón Guardia iba en ascenso, la imagen de Cortés y la de sus seguidores fue vinculada a la política añeja del país. Comparado con León Cortés, el Doctor era la renovación generacional de la política costarricense19. Un extracto de un discurso pronunciado por Fernando Soto en 1943, como Secretario General del PRN evidencia este sentimiento dentro de las filas calderocomunistas acerca de la oposición:

8“… Las fuerzas que secundan al señor Cortés, integradas por individuos que ignoran cuál es la realidad social y cuáles fuerzas respaldan las leyes sociales últimamente dictadas, piensan que pueden dar marcha atrás en la evolución de las ideas político-sociales, y que el pueblo soportaría semejante atentado… A don León sólo lo siguen unos pocos, que extraños al pensamiento colectivo, se enfrascan en el suyo propio y juntos, candidato y partidarios, marchan hacia el más ruidoso descalabro20.

9La posición de Soto, permitía además descalificar a Cortés como el representante del pueblo, condición que le fue otorgada a Calderón Guardia para fomentar su discurso populista21. La ruptura final entre cortesistas y calderonistas en 1941 potenció los espacios utilizados por estos últimos para criticar al antiguo líder del PRN. Aunque la división del partido se empezó a forjar desde 193722, esta se hizo pública ante la negativa de Calderón Guardia de apoyar la elección de Otto Cortés, hijo de León Cortés, como Presidente del Congreso y a conflictos entre ambos líderes a raíz de la repartición de puestos entre calderonistas y cortesistas después de 1940. Esta jugada política evidenció la posición de los calderonistas de fortalecer la imagen del doctor caudillo, quienes no veían en ninguna otra persona el carisma de Calderón Guardia para atraer al electorado23.
Otro discurso utilizado por el calderonismo para atacar a León Cortés fue su vinculación con el fascismo24. Como se mencionó anteriormente, tachar de fascista a Cortés fue un instrumento utilizado por el PCCR para dañar su imagen. La declaración de guerra al Eje y el compromiso de Calderón Guardia con Franklin D. Roosevelt de frenar las actividades fascistas en la Zona del Canal, favorecieron el acercamiento de los calderonistas con los comunistas y les permitió compartir la tribuna política por primera vez utilizando este discurso que fue fácil de manipular en los espacios públicos25.
El fascismo, junto con sus representantes (Hitler, Mussolini, Franco), fue considerado como la representación del mal, y por tanto enemigo de la democracia y de Dios. El discurso nacionalista fue incluido en contraposición al fascismo, donde los comunistas y el calderonismo identificaban a Calderón Guardia como el defensor de las instituciones democráticas, mientras que los seguidores del fascismo (y por ende León Cortés) eran una nueva clase de filibusteros y de demonios que había que erradicar26.
El apoyo del PCCR a la legislación social promovida por el gobierno sumó además las imágenes del “progreso social” al caudillismo de Calderón Guardia fortaleciéndolo, mientras se seguía condenando a Cortés como enemigo de ese progreso. Estos elementos contribuyeron a que durante las manifestaciones del 4 de julio de 1942, los trabajadores mostraran su “patriotismo” y su convicción de luchar contra los enemigos de la legislación pública dando vivas a Calderón Guardia y a Manuel Mora mientras apedreaban y destruían negocios y cantinas en la capital. Y esos enemigos, no solo eran capitalistas, sino también fascistas27.
De esta manera, el calderocomunismo creó entre 1941 y 1944 una imagen atormentadora de León Cortés. Si Cortés llegaba al poder, significaría el fin de la legislación social y de la democracia y libertad en Costa Rica. El significante o imagen de León Cortés envolvió representaciones terroríficas entre el calderocomunismo y especialmente dentro del Partido Vanguardia Popular, nombre que asumió el PCCR al concretarse la alianza electoral con el PRN. La violencia de las brigadas de choque durante las manifestaciones cortesistas en 1943 es un indicador del poder de esa imagen atormentadora creada con fines electorales, que incentivó un odio que desde la administración de Cortés estaba presente en las filas comunistas28. La derrota del cortesismo en las elecciones de 1944 supuso el fin de ese peligro para los calderocomunistas; no obstante, el León Cortés desvirtuado por los ataques de sus enemigos estaba a punto de renacer.

Construyendo la memoria emblemática. caudillismo cortesista e imaginería de la Guerra Civil.

10La separación de Cortés y sus seguidores de las filas del PRN en 1941, se constituyó en el hecho histórico fundamental que marcó una mayor agresividad de los calderonistas para descalificar a Cortés. Entre 1941 y 1944, los ataques a Cortés fueron constantes al sumársele su vinculación con el fascismo y el peligro que representaba su figura ante la supervivencia de la democracia costarricense y la legislación social. Se insistió en esa amenaza, mediante la prensa y los pronunciamientos públicos de los dirigentes del calderocomunismo : Calderón Guardia fue exaltado como un “gobernante progresista” y representante del pueblo; por tanto la clase trabajadora debía estar dispuesta a apoyar y proteger la legislación social y la institucionalidad del Estado de sus enemigos, encarnados en la figura de León Cortés y sus seguidores. De esta forma, el imaginario creado por los calderocomunistas se empezó a transformar en un sentimiento compartido entre los sectores obreros y tuvo mayor impacto dentro de las filas comunistas, debido al odio que juraban a Cortés desde finales de la década de 1930. El terror a perder las conquistas sociales exacerbó la pasión y la violencia, que se demostraron durante las convocatorias públicas cortesistas en 1943. Calderón Guardia y Manuel Mora fueron los portavoces que hicieron posible la transformación de Cortés en el enemigo público por excelencia; la Reforma Social, por otro lado, fue el otro nudo que alimentó el terror de perderla, y por tanto incentivó la efusión por defenderla. León Cortés, para estos sectores, dejó de ser un político más y se convirtió en una figura y una memoria atormentadora. Crear esta imagen fue vital para el calderocomunismo. La figura de Cortés como caudillo, aunque no con las proporciones que tendrá después de su muerte, era visible al finalizar su gobierno. Tal como lo señala Manuel Solís, las figuras del padre-presidente-caudillo estaban amalgamadas en León Cortés desde 1939, quien había trabajado arduamente como “padre abnegado por el bien de sus hijos”[29]. Este panorama, se conjugó al regreso al país de Cortés en 1940, donde

11“Una multitud se congreg[ó] a recibirle y le aclam[ó] entusiasmada, gritando que Cortés ha de ser Presidente de nuevo en 1944… Esta clase media ha encontrado su símbolo en León Cortés, se ha entusiasmado con él, tal vez simplemente con su modo de gobernar enérgico, contundente, sin miramientos, y a partir de ese día de diciembre de 1940 en que León Cortés regresa a Costa Rica, le convierte en su adalid30”.

12Hasta este punto, la separación de Cortés con Calderón Guardia no se había concretado, por lo que es posible que esa clase media (o mejor sectores obreros urbanos) haya incluido también a aquellos que se identificarán posteriormente con la causa del calderocomunismo. Además, se denota en la narrativa de Alberto Cañas cómo la energía y la autoridad de Cortés eran, supuestamente, algunas de sus virtudes más aclamadas en 1940, a pesar de que tal aclamación no fue realidad hasta después de las elecciones de 1944.
Como se mencionó ya, los planes de Calderón Guardia eran otros. Y para que tuviera éxito el discurso populista del Doctor y la legislación social alcanzara el apoyo popular que necesitaba para consolidarse, la imagen de liderazgo que poseía Cortés debía de erradicarse de la mentalidad colectiva del electorado. Además, durante 1943 otras figuras como los jóvenes del Centro de Estudios para los Problemas Nacionales (CEPN) y Otilio Ulate, se encargaron en un principio de atacar a Cortés por ser la fuente del nepotismo, el autoritarismo y la corrupción del gobierno de Calderón Guardia. Aquellas virtudes aclamadas del Patriarca, eran la fuente de todos los males que aquejaban la institucionalidad de Costa Rica31.
Ante este panorama, ¿en qué momento León Cortés empezó a recuperar su figura como caudillo frente a Calderón Guardia y Teodoro Picado? El hecho histórico que marcó el inicio de la reconstrucción de su imagen fueron las elecciones del 13 de febrero de 1944, donde triunfó Teodoro Picado como candidato oficialista. Antes de las elecciones, el calderocomunismo fomentó la mala imagen de Cortés con un elemento más: la figura de Picado. Picado, heredaba simbólicamente el liderazgo de Calderón Guardia, por lo que las lealtades que se habían manifestado a favor del Doctor, debían ahora volverse hacia su sucesor, el ahora defensor del pueblo y la legislación social32. Contrariamente, bajo el discurso de la oposición, con Picado se inauguraba una dictadura a la que había que derrotar.
Las elecciones del 13 de febrero de 1944 le permitieron a los cortesistas contrarrestar la mala imagen de autoritario y fascista que había alcanzado Cortés por los discursos calderocomunistas. Al ser señalada la elección de Picado como la instauración de una dictadura, el autoritarismo de Cortés empezó a ser sometido a la marginalización y al olvido sistemático entre sus seguidores, “purificando” de esta manera su carácter patriarcal y “contaminando”, más bien al calderocomunismo con este calificativo. Además, como lo señala Solís, Cortés se transformó en la víctima de un fraude masivo y este discurso fue reproducido por los centristas y Otilio Ulate. Ulate, quien había sido un acérrimo crítico de Cortés, se acercó a Cortés a principios de 1944 y se había convertido en su interlocutor. La imagen de mártir de Cortés había encontrado sus bases33.
Además surge un fenómeno interesante: mientras Calderón Guardia y Manuel Mora fueron los portavoces humanos34 de la imagen atormentadora de Cortés y a la vez de la imagen populista del Doctor, por otro lado León Cortés y Otilio Ulate se convirtieron en los nudos humanos a favor de la imagen patriarcal del primero y la condena de la dictadura calderocomunista. Simbólicamente, las figuras del Doctor y del Patriarca entraron nuevamente, bajo este contexto, en un nuevo curso de colisión.
La victimización de Cortés por parte del calderocomunismo se manifestó en dos espacios: por un lado, los conflictos entre las brigadas de choque y los cortesistas, que por su violencia y por la negligencia de la policía, volvían a rememorar los abusos cometidos por el gobierno en contra de “ciudadanos honestos” tachados de fascistas en julio de 1942. Cortés se valió de estas circunstancias para transmitir por la prensa, especialmente el Diario de Costa Rica, que el país estaba en manos de las llamadas “hordas rojas35”. La prensa, especialmente el periódico mencionado y La Hora, ambos dirigidos por Otilio Ulate y donde los centristas tenían participación, se convirtió en el otro espacio donde la imagen de mártir de Cortés empezó a tomar mayor fuerza. Esto fue reforzado por el mismo Cortés, manifestando que el gobierno lo deseaba ver muerto36.
Mediante estos espacios, Cortés pudo trascender su victimización personal y convertirla en un sentimiento compartido con otros sectores que se sentían perseguidos por el calderocomunismo. De esta forma, la imagen creada de Cortés como atormentador, fue invertida por el cortesismo, y ahora era el calderocomunismo el atormentador de los ciudadanos honestos. Cañas confirma en sus memorias, este sentimiento:

13“No fue sino por el duro calvario de la campaña de 1943, que León Cortés asumió plenamente su intuida condición de caudillo popular, que se reveló, incluso ante sí mismo, el puro carácter de su condición de líder. El pueblo respetó con cariño a su Presidente de 1936, pero fue al perseguido de 1943, al burlado en 1944, al que idolizó, en lo político y en lo humano; fue cuando lo vio en la llanura sujeto al escarnio y la persecución, que el campesino salió a expresar lo que León Cortés había llegado a ser para él