Ficha n° 2182

Creada: 21 mayo 2009
Editada: 21 mayo 2009
Modificada: 30 agosto 2009

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Autor de la ficha:

Marta Elena CASAÚS ARZÚ

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Las elites mayas, la cultura y el Estado en Guatemala

El artículo intenta hacer un recorrido por las diferentes percepciones y aportaciones de las elites intelectuales mayas en relación a la nación y al Estado en Guatemala, con el fin de constatar que en el movimiento maya, existe una rica variedad de posiciones que aportan diferentes perspectivas al debate sobre el tránsito del estado homogéneo al estado plural. Uno de los aportes más novedosos es el de las mujeres mayas. Como colofón se propone que ha habido un cambio por parte del movimiento maya en su percepción sobre el Estado.
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Autor(es):
Marta Casaús Arzú
Fecha:
Junio de 2009
Texto íntegral:

1

  • Este artículo se inscribe en el marco del proyecto del MICIN “Ciencia y política frente a las poblaciones humanas. Europa y América, siglos XIX y XX” (HUM 2006-10136).

El surgimiento del movimiento maya

2Tal vez uno de los hechos más relevantes, del movimiento maya, es su falta de confianza hacia el estado por la naturaleza homogénea del mismo, por su parcialidad como un estado mono-étnico y mono-cultural y sobre todo por su incapacidad de cubrir las necesidades básicas de la población. El reclamo hacia el estado criollo y ladino-céntrico y hacia el estado racista forma parte del discurso de buena parte de las elites mayas, tanto de las que participan dentro del estado como de las que están fuera de él1. A partir de la firma de los Acuerdos de Paz, el 29 de diciembre de 1996, se produjo una inflexión en relación al auge de la sociedad civil, especialmente por parte de los movimientos mayas y de mujeres. Este fenómeno ha sido poco estudiado por los analistas guatemaltecos y extranjeros y resulta novedoso por las nuevas formas de participación política de los mayas en el estado en todos los ámbitos de la administración local, regional y nacional y los cambios que ello ha producido en las relaciones interétnicas y en la percepción del Estado y de sus instituciones2. Lo que es indudable es que, en estos últimos diez años, se ha producido un enorme crecimiento y ocupación de nuevos espacios públicos, teniendo fuerte presencia, en los movimientos sociales, partidos políticos o en el Estado. Dichos espacios han sido llamados “rendijas de participación o ventanillas de inclusión” y en otras se ha hablado de «indio permitido3». No obstante suponen una novedad en el ámbito de la participación política y en las cuotas de representación pública, que ha generado un cambio sustancial en la cultura cívico- política del país y ha abierto un nuevo interrelacionamiento entre la sociedad civil y el estado contribuyendo notablemente al proceso de democratización del país.

3Los estudios mas relevantes al respecto han sido los de Kay B. Warren, Roddy Brett, Edward Fischer y Santiago Bastos y Manuela Camus, fueron de los primeros en observar este nuevo activismo maya, Warren le llamo “activismo pan maya” y se refirió a los intelectuales públicos y sus críticos, Edward Fischer y Robert McKenan, se refirieron al activismo vinculado a la construcción de la identidad pan maya y a las diferencias entre los líderes locales y nacionales en Chimaltenanago, haciendo énfasis en el papel que juega la cultura en este proceso de construcción identitaria y Charles Hale4, ha enfatizado mas en el estudio de la identidad de los ladinos frente al ascenso de los movimientos mayas y en las percepciones de los ladinos de Chimaltenango frente a éste proceso de reconstrucción y de renegociación de las identidades étnicas. Otros aportes en éste campo, pero desde una perspectiva antropológica mas clásica han sido los trabajos de Bastos y Aura Cumes5.

4En cuanto al papel que han jugado las mujeres mayas en éste proceso ya resulta un hecho novedoso que una mujer indígena Quiché, Rigoberta Menchú recibiera en 1992, el Premio Nobel de la Paz y, a partir de entonces se dedicara a luchar por los derechos de los Pueblos Indígenas como delegada de Naciones Unidas y representante para el decenio de los Pueblos Indígenas. El hecho de que una mujer indígena se lanzara a la presidencia de la República en las elecciones del 2007, con un partido indígena WINAK y Encuentro por Guatemala, ya supuso un reto en un país con altos índices de racismo, pero tal vez lo mas relevante haya sido la emergencia de una fuerte presencia de mujeres intelectuales en el movimiento maya, sorteando todo tipo de dificultades y obstáculos, no solo con la población no maya, sino con sus propios compañeros indígenas6.
A nosotros nos interesa focalizar uno de los aspectos menos abordados: la relación de los intelectuales mayas con el Estado. La irrupción del movimiento maya y la presencia de elites mayas en los últimos tres gobiernos ha sido notoria, así como su contribución política al cumplimiento de los Acuerdos y de Paz y su aporte teórico al situar en la agenda pública el problema del Estado, el racismo y la discriminación. La posibilidad de tener un o una presidenta indígena en las elecciones del 2012, es bastante alta, y la certeza de tener un vicepresidente indígena o al menos un candidato a vicepresidente indígena en prácticamente todos los partidos políticos es casi una certeza, para las próximas elecciones del 2012.

5En las dos últimas décadas, hemos observado que se ha ido formando una nueva capa de «élites indígenas» o de intelectuales mayas con un discurso nuevo, muy vinculado a la recuperación de la identidad étnica, a la reivindicación de los derechos humanos, especialmente los derechos étnicos y al cuestionamiento del modelo de Estado y de nación. Estas élites mayas surgen ante la crisis del Estado-nación homogéneo y monocultural, y buscan nuevas bases para la legitimación de un estado plural y de una nación intercultural o multicultural, así como nuevos modelos de ciudadanía más dinámicos e incluyentes, en los que sea posible el respeto y el reconocimiento de las diferencias étnicas en el ámbito de un Estado plural o de una nación inter o multicultural7.
Es por ello que queremos plantearnos en este artículo tres preguntas que trataremos de responder, en parte, en base a nuestra investigación mas reciente:

6¿Cómo perciben las élites mayas al Estado y que relación establecen con el mismo?
¿Qué tipo de Estado y de Nación plantean estas élites mayas?
¿Cuál es el papel de las mujeres mayas ante ésta transformación?

7¿Podríamos apuntar la hipótesis de que se está produciendo una fuerte interpelación hacia el modelo de Estado homogéneo y monocultural y se transita hacia un Estado plural y multicultural?

Metodología

8Hemos abordado esta investigación desde una perspectiva interdisciplinaria combinando la historia intelectual, la antropología, la ciencia política y el análisis de los discursos de las élites mayas y ladinas y para ello hemos empleado una metodología de participación y construcción colectiva con un grupo de 14 intelectuales mayas y ladinos, hombres y mujeres que, por su relevancia en diferentes ámbitos, intelectuales, políticos, empresariales o literarios podrían contribuir mediante la elaboración de un ensayo con preguntas dirigidas a proponer cuáles serían las políticas públicas más adecuadas para enfrentar el problema del racismo y de la discriminación8. Una vez elaborados los 14 ensayos se introdujeron en un programa de análisis cualitativo de datos que nos proporcionó todos aquellos fragmentos de texto y concurrencias y correlaciones entre una serie de conceptos relacionados con el Estado, la sociedad civil, el racismo de Estado, la discriminación, las políticas públicas etc. Con ese material procesado, se lo pasamos a todos los ensayistas, sin poner sus nombres, para que lo revisaran y ellos fueran eligiendo aquellos términos, conceptos o definiciones básicas para elaborar las políticas públicas en contra del racismo y la discriminación9.
Para la elaboración de este trabajo hemos seleccionado varios tipos de análisis y de materiales, los fragmentos de textos, análisis de prensa, relacionados con el Estado, el racismo y las políticas públicas, analizando las interconexiones con otros conceptos y el porcentaje de veces que mencionan al Estado en sus ensayos. A partir de esta información, hemos realizado dendogramas y otras representaciones gráficas, para ver con que otros términos y conceptos se relacionan los análisis de los discursos de las élites mayas y ladinas más relevantes en esta materia, centrándonos en el tema del Estado, la nación y la ciudadanía (ver anexo II). Por último, hemos acudido a otros tipos de materiales producidos por los intelectuales orgánicos mayas, de mayor relevancia para completar el análisis de discurso e incorporar otras voces y con todo el material hemos construido voces y vocablos consensuados entre elites mayas y ladinas sobre Estado, racismo y discriminación, etc.

La pugna por la hegemonía de los intelectuales mayas. Hacia una reformulación del Estado y de la nación.

9Para éste apartado hemos seleccionado a los y las autoras principales que son los que mas han abordado esta temática y además hemos incorporado otras voces y discursos de otros ensayistas mayas y especialmente mujeres, acerca de la naturaleza y el papel que un Estado debería de asumir en una sociedad pluri-étnica, multilingüe y pluricultural como la guatemalteca.
En las élites mayas son cuatro los autores abordados, además de un colectivo de mujeres mayas las que plantearon este debate con mayor coherencia y abordaron el tema de la nación y del Estado con mayor profundidad: Demetrio Cojtí, Estuardo Zapeta, Irma Alicia Velásquez Nimatuj y Rigoberto Quemé Chay; tres de los cuatro intelectuales mayas formados en el extranjero, el primero en Bélgica y los otros dos en Estados Unidos, el cuarto en Guatemala, con una maestría en París; los cuatro doctores por diferentes universidades: Demetrio Cojtí, doctor en Comunicación Social por la Universidad de Louvaine, Estuardo Zapeta, Master en Antropología por la Universidad de Albany y periodista de Siglo XXI y Irma Alicia Velásquez Nimatuj, doctora en Antropología por la Universidad de Austin, Texas y Rigoberto Quemé Chay, doctor en antropología por la Universidad de La Sorbonne, ex alcalde de Quetzaltenango y fundador del primer movimiento político intercultural: Xeljú. Los cuatro pertenecen a diferentes organizaciones Mayas que responden a tendencias muy distintas: Cojtí al soberanismo autonomista del Pueblo Maya, Estuardo Zapeta, al neoliberalismo y el postmodernismo, Rigoberto Quemé Chay, a un proyecto mas cívico-político y con una proyección mas nacional. El colectivo de mujeres Mayas de Kaqlá que surgen en 1996, con el fin de promover una reflexión con otras mujeres mayas acerca de la opresión étnico-cultural y sobre la renegociación de sus identidades con sus compañeros mayas. Una característica importante en todos ellos y que la reflejamos porque es relevante para nuestras conclusiones, es su paso por la administración central o municipal y su reflexión posterior acerca del mismo.

10Pasaremos a analizar su percepción del Estado y de la nación, a raíz del Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos indígenas y de otros ensayos posteriores, y nos detendremos en las coincidencias y disidencias de sus discursos y en los aspectos más relevantes del mismo.

La visión de Demetrio Cojtí: el soberanismo autonomista del Pueblo Maya

11Demetrio Cojtí, desde el inicio de sus trabajos propone un modelo de Estado de las autonomías o de Estado federal, a partir de un concepto de nación étnica y Estado multinacional10. Cojtí contempla al Pueblo Maya de forma primordialista, como un ente perteneciente a una «nación étnica», que no se ha podido consolidar debido al colonialismo interno y el Estado ladinocéntrico que lo ha reprimido o asimilado históricamente. Derivado de ello, Cojtí considera que, por naturaleza, el «Pueblo Maya», es un sujeto de derecho y posee unos derechos básicos, entre los que se encuentra la autodeterminación. Esta puede ser interna o externa, y en cualquier caso debe “tener la potestad de determinar su estatuto político y de accionar libremente para lograr su desarrollo económico, social y cultural11”. Es consciente que el movimiento maya en general, “por razones de factibilidad”, no debe de exigir, todavía, una solución autonómica total, ni buscar la secesión del Estado ladino ni plantear un Estado maya independiente, pero considera que si está facultado para hacerlo. Para Cojtí las características del Estado guatemalteco impiden o dificultan el tránsito hacia un Estado multinacional. El Estado mono-étnico, vigente, se basa en una división político administrativa centralizada, que no toma en cuenta las necesidades de los pueblos indígenas, en una legislación, que no reconoce la representatividad de éstos pueblos, ni siquiera los contempla como tales, en la composición mono-étnica de los funcionarios públicos. Por ello considera que el Estado guatemalteco posee una cultura institucional pública que es «ladino-criolla» y una mentalidad de sus funcionarios que es mono-cultural y ladino-céntrica que se refleja en los censos y en la estructura del presupuesto del Estado orientado a, “ocultar la discriminación social, étnica y de género que práctica el Estado en cuanto a gastos e inversión del presupuesto12”. Cojtí Cuxil, define la naturaleza del Estado guatemalteco como, “un Estado criollo de carácter ladino-céntrico, diseñado y estructurado para actuar y ser mono-étnico, mono-jurídico, mono-lingüe y mono-cultural”. Cualquier análisis que se realice de la vida pública, se encuentra con el carácter mono-étnico y mono-cultural del Estado, del sistema democrático y, por ende, de los gobiernos, de modo que “el Estado también está diseñado y estructurado para actuar contra los pueblos indígenas13”. Por ello plantea la necesidad de iniciar un tránsito hacia un Estado multinacional. Aunque no lo define, lo está entendiendo como aquel Estado plural que reconoce las diversas identidades étnicas de los pueblos indígenas, permita su autodeterminación, en el marco de la unidad del Estado. El autor sugiere un proceso gradual de “multiculturalización” del Estado y para ello cree que es necesario que exista una volunta política por parte de todas las fuerzas para dar cabida a los derechos de los pueblos indígenas, medir los costos políticos que pagan los ladinos proclives a apoyar el cambio, impulsar aspectos administrativos, mayor participación y representación indígena en los puestos de poder de la jerarquía administrativa, crear cuotas y plazas para funcionarios de los diferentes pueblos indígenas, en otras palabras, “eficientar étnicamente la democracia pluralista en la estructura del Estado14”. Al contrario que Zapeta, Cojtí pone el énfasis en que es el Estado quien no permite la construcción de la nación, porque no incorpora la historia y los derechos del pueblo maya y “porque margina, excluye y descalifica a los indígenas en el interior del territorio y de la nación guatemalteca”. Mientras el Estado no garantice la plena igualdad social y ciudadana de todos los habitantes del territorio, no podrá integrarse la nación. “Mientras el Estado no asegure la igualdad plena de derechos entre los pueblos no puede haber nación15”.

La visión neoliberal e intercultural de Estuardo Zapeta sobre la Nación

12Estuardo Zapeta, con una fuerte influencia del postmodernismo e ideología neoliberal, parte de una visión diferente sobre el tema y se centra más en la Nación que en el Estado. En gran parte de sus artículos se lamenta de la incapacidad de los guatemaltecos para construir la nación. Le pesa y le preocupa esa deficiencia y es consciente que ni mayas ni ladinos le confieren la importancia que merece. La construcción de una nación y de una identidad nacional, tiene clara prioridad sobre la transformación del Estado y de la legislación. Es consciente que la nación, “la formamos todos, indígenas y ladinos, criollos y mestizos”. Define la nación desde una perspectiva cívico-política más que étnico-cultural, como, “Esa realidad multiétnica, multilingüe, multicultural y multirreligiosa, que compartiendo espacios, tiempos y territorios se ha conocido como Guatemala16”. Estuardo Zapeta no se refiere exclusivamente a etnias y pueblos, sino a una historia común, de espacios compartidos, de territorios, de plurietnicidades y de otras diferencias, y resulta claro que su concepto está más cercano a la definición de una nación política pero con rasgos culturales. A diferencia de Cojtí y de Quemé, considera que lo que está en juego, con los Acuerdos de Paz, es la nación, que, a su juicio es algo más que los derechos étnicos y que la autonomía o la co-oficialización de los idiomas. Lo que está en juego, es la naturaleza de la nación. En esta nación plural, diversa y unida, deben de estar contempladas las demandas mayas y ladinas, ambas consideradas como nacionales, que a través de la negociación entre ciudadanos, entre individuos que comparten un mismo territorio, sienten las bases sobre las que descanse la nueva legitimidad de la nación. Para Zapeta no es sólo el Estado el responsable, ni únicamente la clase dominante, con su miopía para comprender los cambios inevitables de la historia; son los ciudadanos comunes los que tienen la responsabilidad de construir la nación. Coincide con Quemé en darle prioridad a la sociedad civil de la que debe partir la iniciativa de la construcción de la nación y de la identidad nacional, y por ello antepone, «lo nacional a lo étnico», la ciudadanía a la comunidad, los derechos comunes a los derechos diferenciados y para eso, considera indispensable la negociación entre identidades y la elaboración de pactos sociales con otro grupos y etnias, entre ellos los ladinos”, “todos debemos enmarcarnos dentro de lo nacional17”. La propuesta de Zapeta pretende incorporar a la nación al conjunto de ciudadanos, no desde una perspectiva exclusivamente étnica, sino también política, dotar a la nación de “una visión integral, incluir lo ladino y lo mestizo como elemento de complementariedad”. En palabras suyas: “Propongo, entonces que desde ahora la construcción de un todo nacional prevalezca sobre las bases de las partes étnicas fortalecidas. Las comisiones paritarias pueden ser el primer paso positivo para construir la nación guatemalteca18”. Incluso va más lejos en sus escritos, en donde denuncia públicamente el “Error del Acuerdo Indígena”, por haber marginado al ladino en el proceso de reformulación de la nación, cuando “el Acuerdo nunca debió de haberse concebido como un limitante o un elemento divisorio de la construcción de la nación guatemalteca19”. Sin duda su proyecto de nación coincide con un proyecto más amplio, de carácter político, más nacional, que centra el debate en el individuo como agente transformador, en el ciudadano como sujeto histórico, a partir del cual se proyecta la voluntad irrevocable de ser el último reducto de la soberanía popular, siendo el individuo y no el pueblo, el principal sujeto de derecho y el actor principal de la construcción de la nación. En este discurso no existe una dicotomía entre pueblos o naciones étnicas y Estado, ni una necesaria polarización entre las identidades mayas y ladinas. Considera que el “esencialismo” étnico deja de tener importancia para dar paso a la construcción de una nueva nación en la que todos y todas tengan cabida, sin menoscabo de las identidades diversas y de los derechos específicos como mayas, ladinos, mujeres, cristianos u otras identidades colectivas. Zapeta es enormemente crítico con las visiones etnicistas de los mayas, de los marxistas y de los organismos internacionales, especialmente cuando se refiere al último Informe de Desarrollo Humano, Guatemala, que trazó una visión bipolar y dicotómica de las relaciones interétnicas en Guatemala fuera de contexto y de la realidad histórica-política. Frente a estos abordajes simplistas y etnicistas, vinculados a la antropología cultural de los años 40, Zapeta es el único intelectual maya que plantea una crítica contundente:

13“ (…) un debate de altura con los etnicistas radicales es imposible; tienen muy poco que debatir. Soy indio, e insisto, eso no deberá ser el parámetro bajo el cual deberé ser juzgado”. “La influencia de las corrientes ex guerrilleras sumadas a los desarrollistas y culturalistas, en donde incluyo a muchos de los defensores de los «indios» – más diría «vividores» del discurso indigenista – no son personas académicamente honestas, sino que son los más interesados en continuar el discurso indígena con miras a una ganancia tanto monetaria como de prestigio (…)”. “ (…) Ellos evitan discutir el choque entre etnicidad y clase, porque huelen que en el campo de la etnicidad no tienen bases suficientes, y en el campo de la «clase» se muere la bandera de batalla, la de un multiculturalismo lingüista; por eso, cuando alguien les habla de la etnicidad, eluden rápidamente hacia la clase, y cuando se les cuestiona la homogeneización de «la clase», brincan rápido hacia la etnicidad; pero cuando les rebato ambos puntos, huyen cual cobardes. Ser ignorantes se los perdono, pero no cobardes20”.

14Considero que Zapeta, frente a Cojtí, focaliza dos aspectos claves para la construcción de un Estado plural y una nación multilingüe, multiétnica y pluricultural, en primer lugar, centra el debate desde el concepto de ciudadanía y no desde la óptica de la etnia o la clase y hace que el sujeto, el ciudadano adquiera su condición de sujeto soberano con derechos y obligaciones al margen de sus derechos específicos de etnia género o clase. En segundo lugar, confiere mucho más importancia a la construcción de la nación y a la búsqueda de los elementos comunes en un proyecto de nación multiétnica y de identidades colectivas, no exclusivamente en la reformulación del Estado y en el respeto a las diferencias étnico culturales. En este sentido Zapeta va más allá, en la búsqueda de aspectos comunes y compartidos, lo que Taylor denomina identidad compartida. Así la responsabilidad recae sobre todos en los habitantes del territorio, el esfuerzo y la voluntad política sobre todos y cada uno de los ciudadanos, y, el proyecto de nación deja de ser algo impuesto exclusivamente por el Estado, para pasar a ser producto de un pacto social, no un pacto étnico entre todos los habitantes del país. Coincide en parte con Cojtí sobre la necesidad de reforzar la descentralización administrativa y optar por un estado de las autonomías, pero sin autodeterminación del Pueblo Maya, ni segregación étnico-lingüística sino mediante un pacto social entre ciudadanos. Desde esta perspectiva la inter-culturalidad cobra fuerza y vigencia, para Zapeta, ya que, para los guatemaltecos: “Son más los elementos que nos unen y menos o inexistentes los que supuestamente nos separan”. Esta posición no es compartida por otros líderes mayas que enfatizan la diferencia