Ficha n°121

CARBONEL Y BROTO, Antonio



Cargo: Canónigo de la Iglesia Metropolitana de Guatemala.

Nació: en 1735 en la Ciudad de Vique, principado de Cataluña.

Murió: 6 de octubre de 1810 en la Ciudad de Guatemala.

Padres: Don Joseph Carbonel y Broto, natural de Zaragoza y de doña Isabel de Solibera, natural de San Feliú, Principado de Cataluña .

Resumen: La presencia alrededor de 1752 de Antonio Carbonel en la ciudad de Guatemala pudo estar relacionada con la llegada casi al mismo tiempo del comerciante José Piñol y Sala. La madre de éste último se llamaba Isabel de Solibera, es decir que ambos compartían este mismo apellido. El parentesco no está comprobado en ningún documento, sin embargo existen otros indicios que nos hacen pensar en un posible vínculo entre ambos grupos familiares provenientes de Cataluña. Por ejemplo nuestro personaje eligió como su albacea a uno de los hijos de este comerciante, don Tadeo Piñol y Muñoz, junto al Marqués de Aycinena y al doctor don José de Aycinena. Su relación de méritos y servicios fue impresa en España en 1780 ; se resalta allí que Antonio hizo sus estudios de latinidad, retórica y filosofía en la Ciudad de Barcelona, y que a la edad de 16 años pasó al Reino de Guatemala en calidad de familiar del arzobispo don Francisco Figueredo y Vitoria, permaneciendo a su servicio durante 12 años. Su padre había sido administrador de la renta de tabaco en la ciudad de Gerona y administrador de las aduanas de la villa de Vique durante muchos años. Era entonces hijo de las familias elitistas de una de las ciudades más prósperas de Europa. Antes de partir hacia América, en el espacio de poder privado privilegió los vínculos sociales con los grupos catalanes. Entre 1764 y 1766 apadrinó a los hijos de dos comerciantes oriundos de esta provincia y radicados en Santiago Guatemala: Antonio Cróquer y Feliú Andreu.
Cuando el arzobispo Pedro Cortés y Larraz hizo su visita pastoral, nuestro sacerdote oficiaba como sacristán mayor de la Iglesia Catedral y había elaborado un listado de los objetos destinados al culto. Durante el conflicto que opuso el arzobispo al presidente Martín de Mayorga, parece que supo elegir el campo “ganador”, lo que le valió un informe reservado elocuente: “(...) un Eclesiástico colmado de sabiduría, y virtud : que con su admirable talento, y aplicacion se hallaba instruido en las ciencias propias de su estado ; y que aunque por su genio retirado, y encogido sufria una escasa fortuna, era muy acreedor de que se le colocase en el Coro de aquella Catedral(...)” . Confrontado entonces a la férrea resistancia de algunas familias criollas que se negaban a trasladarse, el Presidente añadía en su informe que “hacian falta algunos individuos de esta clase para contrarestrar á los Capitulares Americanos”. En 1779 fue uno de los albaceas del arcediano Francisco de Vega y conservaba en sus manos un tabernáculo que de Roma trajo a Guatemala este mismo canónigo. Al año siguiente él publicaba en Madrid un opúsculo titulado “Suspiros de un Alma Penitente a los pies de Jesuscristo”. Este es el único escrito que le conocemos, sin embargo no hemos podido consultarlo. En aquel tiempo se tramitaba en Madrid su nombramiento en el cabildo eclesiástico de Guatemala. Obtuvo finalmente del Consejo de Indias su nombramiento a la dignidad de canónigo de Merced el 23 de septiembre de 1784. Las relaciones con los paisanos de Cataluña se mantuvieron activas, ya que encontramos su firma en el libro de protocolo de José Díaz González, cuando redacta un poder especial al señor don Jaime Boer. Mientras tanto seguía trabajando para el Santo Oficio de la Inquisición velando por la pureza de la fe y por el respeto a la religión tradicional. En 1796 hacía más de 30 años que era notario del Santo Oficio. Había sido también durante dos años juez hacedor de diezmos. En junio de 1795 fue director del Hospicio General de la ciudad con un miembro de la Audiencia. Graduado de doctor en teología, en 1798, empezó a asistir con asiduidad a las reuniones de la Universidad y se dejó llevar por el ambiente intelectual muy dinámico de finales del siglo XVIII. Según el testimonio del médico José Felipe Flores, mantenía buenas relaciones con el dominico Matías de Córdova y el franciscano José Antonio Liendo y Goicoechea. Aceptó también integrar la comisión que tuvo a su cargo la revisión de los planes y métodos en uso en la enseñanza universitaria. No podemos examinar los eventuales textos que publicó, aunque es posible que haya participado en la redacción de la Gazeta de Guatemala usando un seudónimo para protegerse de la censura, como solía ocurrir en aquella época. Murió siendo deán del cabildo eclesiástico en 1810, y cinco años más tarde el Marqués de Aycinena cerraba definitivamente la página de su presencia en la Ciudad de Guatemala, con la venta de su casa (quedaron por fortuna huellas de sus negocios, sus actos y sus opiniones en los documentos impresos y de archivo). Fue una venta judicial. Se presentó el Doctor José María Alvarez ofreciendo 5500 pesos de contado, pero el Doctor Esparagoza dió 6000 pesos lo que le pemitió adjudicarse este bien. Sobre la base de los documentos consultados no queremos aventurarnos mucho: Antonio Carbonel fue un español que se radicó muy joven en América, que seguramente no llegó por casualidad a Guatemala, sino que sabía que podía contar con el apoyo de algunos familiares, y creemos que fueron ellos – en particular los miembros del grupo Piñol-Aycinena – quienes rindieron posible su estratégico acceso al cabildo eclesiástico de la Ciudad de Guatemala. Sólo la búsqueda y el análisis de nuevos documentos permitirá conocer con más fineza su interesante actuación durante los años de 1790-1800, y más allá quizás conocer mejor un grupo que nunca ha sido objeto de alguna monografía en Guatemala: los emigrados de Cataluña.


Autor de la ficha: Christophe BELAUBRE

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