Ficha n° 2368

Creada: 22 marzo 2010
Editada: 22 marzo 2010
Modificada: 30 marzo 2010

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Autor de la ficha:

Isabel GAMBOA BARBOZA

Editor de la ficha:

David DíAZ ARIAS

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Los recuerdos quebrados del 48

De cómo vivieron, hombres y mujeres pobres, habitantes de zonas rurales de Costa Rica, las guerras de los años 1948 y 1955, trata el trabajo que usted se dispone a leer. Se interesa sobre todo por las representaciones y los sentimientos que dichos acontecimientos causaron a estas personas. Como resultado del análisis de las entrevistas en profundidad que se les hizo, puede sugerirse que se da una relación entre guerra y pobreza al menos en dos sentidos; uno metafórico, en tanto la vida misma se vive como una guerra, y otro concreto, por cuanto la guerra trajo para ellas y ellos vivencias y consecuencias, materiales y emocionales, que se ubican en el plano de lo que ha dado en llamarse, la realidad real.
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Autor(es):
Isabel Gamboa Barboza
Fecha:
Marzo de 2010
Texto íntegral:

1Las críticas de María Flórez-Estrada Pimentel me hicieron ver imprecisiones y ambigüedades que he intentado corregir. Mi reconocimiento también a Silvia Molina Vargas y Pablo Rodríguez Solano, estudiantes de la Maestría de Historia de la UCR, por la transcripción de las entrevistas. Marcelo Gómez Bravo realizó, desinteresadamente, la corrección ortográfica y de estilo de las entrevistas.

Sobre la investigación

2 Conocí a las personas de las que hablo acá en el período comprendido entre agosto del año 2006 hasta diciembre del 2007, a propósito de una investigación que hice, titulada: “Pobreza durante el siglo XX y XXI: vivencias y representaciones de hombres y mujeres de zonas rurales1 ”, con la que buscaba conocer las experiencias sobre la pobreza de cinco mujeres y cinco hombres habitantes de zonas rurales costarricenses, mediante un análisis cualitativo de sus entrevistas en profundidad. Para elegirlas, consideré que fueran nacidas, como máximo, durante el segundo cuarto del siglo XX, que estuvieran lúcidas, y que se asumieran como pobres2. Los resultados de la investigación incluyen algunos ensayos, fotografías de ellas y ellos, y dos archivos de las entrevistas, uno oral y otro impreso, que pueden ser usados por personas interesadas3. Asimismo, una selección de fotografías ampliadas y una transcripción e impresión de sus entrevistas, será devuelta a quienes participaron dando sus testimonios. Esto, con el interés de equilibrar, aunque sea un poco, la relación de poder que, como afirman Borzeix y Maruani, conlleva toda historia oral4.
Las entrevistas trataron en profundidad el tema de la pobreza, sin dejar de hacer espacio a otros asuntos. Este ensayo presenta uno de los que, sin ser principales, se contemplaron durante los encuentros: todas sus referencias sobre experiencias, sentimientos y significados de las guerras del año 1948 y del 1955.
Para el análisis de las transcripciones de las entrevistas seguí, de manera libre, el análisis de discurso, expresado, aunque no de forma lineal, en este procedimiento: lectura general del material para la clasificación preliminar de las categorías; segunda lectura para la clasificación definitiva de las categorías; sistematización axial, incluyendo la recuperación de los principales hallazgos encontrados, de acuerdo a las categorías elegidas; finalmente, análisis de las representaciones contenidas en los discursos5.
La investigación fue desarrollada a partir de los planteamientos de la historia oral con el interés de cuestionar la predominancia del paradigma positivista en las ciencias sociales, y de favorecer la democratización del conocimiento en tanto escucha de las palabras directas de las personas a investigar6.
En términos generales, la historia oral se propone problematizar las fuentes escritas, confrontando lo hablado con lo escrito, y descubrir las diferentes maneras en que las personas y los grupos viven los acontecimientos7. Del mismo modo, dichas fuentes facilitan el acceso a información privada que difícilmente se localiza en documentos escritos8.
Lo anterior es relevante sobre todo si consideramos que las personas que “hablan” aquí no pertenecieron a grupos que la Historia ha colocado como protagonistas directos de estas guerras; es decir, no integraron la élite de ninguna de las agrupaciones políticas que canalizaron estos actos. En términos hermenéuticos, la importancia de las fuentes orales está dada porque el archivo se construye entre quien entrevista y quien da la entrevista9, pudiendo con ello desacralizar el conocimiento en cuanto, como asegura Acuña: “Tener la capacidad de recordar es tener determinados recursos de poder y responde a determinadas necesidades de identidad10 ”.
Baste ahora con decir que mi esfuerzo ha sido tratar de contar, con la mayor coherencia y creatividad de las que he sido capaz, evitando los academicismos, lo que estas personas vivieron en torno a los eventos bélicos, en el entendido de que sus narraciones tienen el valor como memorias y no verdades absolutas. Esto es, en su carácter de “tiempo personal11 ”, desde el cual se ofrece una narración que, como dice García-Nieto: “[…] realiza una percepción selectiva del pasado, que modela su visión del mundo y de los comportamientos humanos, y a su vez narra los hechos, muchas veces a partir de una cronología propia12 […]”
En consecuencia con ello, he decido presentarlas de manera individual, con el deseo de que sus historias personales se conserven lo mejor posible. Además, transcribí todos sus relatos sobre la guerra, unos brevísimos y otros extensos; consideré algunos aspectos específicos de sus vidas, que ellas y ellos señalaron como fundamentales; y anoté los apellidos de cada una, en acuerdo con la afirmación de Lejeune de que, al omitir el nombre de las personas entrevistadas, al tiempo que se respeta su intimidad, se les despoja de sus testimonios13. Mi ánimo ha sido transmitir sus vivencias como lo que son: historias personales para leer, pensar y recordar14.
He completado con algunas anotaciones sobre lo ocurrido durante las entrevistas, con el afán de que resulten útiles, metodológicamente, para las personas que deseen trabajar con fuentes orales.
Uno de los hallazgos principales del trabajo es que la guerra – desde el recuerdo o el olvido – es metaforizada como la lucha que para estas personas ha implicado la vida misma. Es decir, la guerra como guerra de vida.
A manera de recordatorio, señalar que las personas entrevistadas crecieron en una época en la cual la cultura costarricense se transformaba rápidamente; en lo político, mediante las luchas y las reformas electorales que resultaban generalmente después de algún fraude; en lo social y ya en la década de los 40, con el logro de las reformas sociales que incluyeron la creación de la Universidad de Costa Rica (UCR), de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y las Garantías Sociales; en lo cultural, con el surgimiento del movimiento sufragista. Entre otras cosas. También fue un tiempo, a partir de 1919, de un marcado discurso de pureza racial, en los intelectuales liberales15.

El olvido de doña Cira

3A doña Cira16 la entrevisté en la casa de su hija, situada en Hato Viejo de Santa Cruz, Guanacaste. Me recibió, rodeada por casi todas sus hijas y algunas nietas, sentada en una mecedora en el corredor de la casa. En el pequeño patio se veían las gallinas y unos pocos árboles frutales “para el gasto17 ”. También un automóvil comprado con el dinero de un premio de chances18 que, me cuentan con orgullo, se sacó la hija de doña Cira hará unos pocos años.
La entrevista con doña Cira Duarte Álvarez transcurrió en medio de sus larguísimos silencios, de su timidez y su desconcierto para responder. A veces me parecía que su dificultad para recordar, incluyendo la confusión entre el pasado y el presente, se relacionaba con el dolor de los recuerdos. Muchas respuestas que me dio fueron luego corregidas por ella misma o por las hijas que, a pesar de mi solicitud de privacidad, insistían en participar.
Su familia me ofreció una atención esmerada, incluyendo un refrigerio; sin embargo, me fue imposible pasar del corredor de la casa, más que para tomar unas cuantas fotografías, porque era claro que no deseaban esa intromisión. Eso hizo que la entrevista y su grabación fueran muy difíciles por el ruido de los carros, de los perros y de los gallos que teníamos alrededor.
Nació en Santa Cruz, el 26 de noviembre de 1925, cuando era presidente Ricardo Jiménez. En ese tiempo se consolidaba el monopolio privado de las telecomunicaciones en nuestro país, por intermediación de la Electric Bond an Share19, además, entre los años 1925 y el 1927, se dieron una serie de reformas electorales en el país que establecieron el voto secreto20, asimismo, comienza a ejercer la primera mujer abogada, doña Ángela Acuña21.
Doña Cira fue hija única de un matrimonio que posteriormente se divorcia dejándola a ella con la madre. Cuenta con cuarto año de primaria y se confiesa católica.
Se define a sí misma como “casada y viuda” de un hombre con quien contrajo matrimonio a los 16 años, y tuvo cinco hijas y un hijo. En realidad, su esposo murió hace muchos años pero ella continúa nombrándose a través de esa filiación. Esto puede corresponderse con el paradigma del amor romántico en el que la mujer nunca deja de pertenecer al marido. En ese sentido, Ana María Fernández, psicoanalista e investigadora argentina, propone que el matrimonio heterosexual burgués contiene un “invisible”: una relación política desigual que se sostiene en la separación entre público y privado, quedando el último como lugar “sentimentalizado” para las mujeres22. Entiendo que, muerto el marido, la mujer puede seguir habitando ese espacio y continuar siendo en nombre de él.
De niña tocaba marimba al lado de su abuelo, a quien acompañó, durante años, en las funciones musicales que ofrecía en diferentes pueblos. Me narró encantada que hace unos años doña Carmen Granados, una folclorista, compositora, humorista y locutora costarricense con una importante popularidad a nivel nacional23, asistió a una de sus presentaciones. Su práctica musical constituye, según dice, su época más feliz.
Como mencioné antes, ella contestó muchas de mis preguntas con un “no me acuerdo”; pues bien, entre sus olvidos se hallan las guerras que nos ocupan. Al insistirle sobre el tema, me responde con un lacónico: “Oí la historia, pero no supe quiénes fueron, como tanta gente fue a esa cosa.”
El distanciamiento de doña Cira, refiriéndose al tema en tercera persona y usando el adjetivo cosa, convirtiendo la guerra en algo muerto24, puede estar hablando del supuesto lugar de expectación que las mujeres ocuparían frente a la guerra, construida culturalmente como asunto de hombres25. Al mismo tiempo, puede hacer referencia al efecto de sometimiento, asociado a la pobreza, que hallé en varias de las personas entrevistadas; por ejemplo en doña Ángela con su resignación: “Diay que, ¡qué puedo pensar yo! De que, diay que, diay que si sigue así diay, tenemos que morirnos de, será de, de hambre, ¡diay es que no! ¡Cómo va a ser!” Además, doña Cira tuvo una historia tan enormemente pobre que es probable que la guerra le resultara algo secundario.
Como veremos pronto, el tema del olvido de las guerras se convertirá, en estas historias, en un dispositivo revelador de las variadas y contradictorias maneras en que las personas entrevistadas vivenciaron dichas confrontaciones armadas.

Don Pablo, una orfandad permanente

4Cuando llegué a su casa, me recibieron varios perros que amenazaban con atacarme si me acercaba. Por suerte, aquello no fue el preludio del acogimiento que tendría entre las personas. Don Pablo Mairena Rivas nació en el año de 1930, vive en su propia casa, construida con la ayuda del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), órgano facultado, en el año 1955, por el gobierno de entonces, para ofrecer un sistema de ahorro y préstamo para la construcción de viviendas, junto a su esposa, con la que se casó a los 30 años de edad, y con quien tuvo cuatro hijas y dos hijos.
Para su nacimiento era presidente Cleto González. En ese mismo año, y en el plano cultural, un reglamento sentó las bases para la regulación del baile26. Regulación que sin duda habló del carácter moral del baile. También es un tiempo en que se agrava la crisis económica costarricense relacionada con la Gran Depresión en Estados Unidos27. Finalmente, un año después de que don Pablo naciera, se funda el Partido Comunista de Costa Rica.
La característica más llamativa de la casa de esta familia es la presencia de gran cantidad de objetos, con algún nivel de deterioro, en los patios y en todos sus aposentos: bolsas cargadas de cosas, bicicletas, cajones, jaulas, pedazos de madera, cajas de cartón, ropa, juguetes, entre los que destaca un columpio viejo, y cabezas disecadas de ganado28. Ver su casa es como escuchar su historia cargada de acontecimientos.
Durante la entrevista, don Pabló se emocionó muchísimo al narrar recuerdos dolorosos, sobre todo los relacionados con la separación de su madre y la frugalidad que le impusieron sus abuelos: “Yo toda la escuela la hice descalzo”, se lamenta con frecuencia, durante nuestra conversación.
Me llamó la atención, desde que llegué, que don Pablo hablaba con cariño y atenciones a su esposa, a sus nietos y nietas, a sus hijas y a quienes estuvimos con él esa tarde. Además de esa cualidad, es un hombre con una memoria asombrosa, capaz de contarlo todo, como Funes29. Don Pablo me recibe recién bañado, con un sombrero de una candidata a diputada por el Partido Liberación Nacional (PLN), fundado en 1951, y uno de los partidos que logra, hasta las elecciones en febrero del 2002, concentrar más triunfos electorales. El entrevistado completa su atuendo con la afirmación de que ha sido liberacionista “toda la vida”.
Se le nota una gran disposición para contar su vida. La atención que me dan es decididamente amable, al punto que terminé haciendo la entrevista en la mesa del comedor y tomando café con gallo pinto y otros alimentos, ofrecidos por doña Cecilia, su esposa.
La entrevista se cumplió en medio del sonido de las nietas y los nietos, los pájaros silvestres, las gallinas, las loras, los perros, los pericos, y los timbres de teléfonos, que, si bien volvieron casi imposible la entrevista por momentos, también hablaron de la vida de este señor.
Don Pablo se asume a sí mismo como huérfano, pues fue criado por su abuela y su abuelo, cuando éstos decidieron quedarse con él, luego de que su madre se casó con un hombre que no era su padre. Esto lo ha marcado intensamente; de hecho, fue un tema periódico y fue lo primero que eligió contarme antes de que le hiciera cualquier pregunta. Don Pablo tenía cinco años y no sabía quién era su verdadera madre, pues la dejó de ver por años: “[…] nos veíamos en, en tiempo que ella llegaba a la casa verdá, y entonces, este, yo me di cuenta porque ella era mi mamá.”
Fue educado con mucho rigor, sobre todo por parte de su abuelo, que lo castigaba frecuentemente golpeándolo con diversos objetos. Esta dura disciplina física, también es rememorada triste y recurrentemente por nuestro entrevistado.
En contraste con el olvido de doña Cira, para don Pablo, las guerras de 1948 y 1955 fueron eventos trascendentales y traumáticos que evoca minuciosamente.
Cuenta que su abuelito era ulatista cuando, para la guerra del 48, lo buscaron para amenazarlo con amarrarlo si no se iba a presentar a Liberia para alistarse: “Sólo porque era contrario. Porque ellos eran calderonistas y los otros eran ulatistas”. Resulta que, desde los 15 años de edad, don Pablo vivía únicamente con su abuelo, porque la abuela se había ido al centro de Liberia, de manera que al viajar el abuelo, se quedaba sólo con una empleada que era la que cocinaba. Atendamos detenidamente su historia:
“Sí, ellos primero pongamos que, que yo tuve uso de razón, que fue de Otilio Ulate, mi abuelito era Ulatista, que fue cuando vino la Guerra del 48 y mi abuelito como vivía en la finca allá, este, llegaron a decirle a la finca que si no se venía a presentar a Liberia se lo iban a traer amarrado unos enemigos que tenía él, enemigo [piensa], cómo le dijera yo, enemigos entre comillas, verdá, enemigos solapados [silencio]. Ellos logran un problema de esos, de la política, verdá, para, se lo iban a traer amarrado para acá, a él, y mi abuelito era un señor que no tomaba, no bailaba, él nada, él sólo trabajo, verdá. […] Fíjese que, como le digo yo, yo vivía en aquella finca de mi abuelito en Quebrada Grande, y como a él, le mandaron a decir, verdá, que se lo iban a traer amarrado este, entonces él se vino a presentar aquí a la comandancia, verdá, entonces me quede solito yo, este, en la finca. […] Tenía que administrar la finca, verdá, ir a ver al ganado a los potreros, al, al Sitio, que le nombramos antes, a ordeñar las vacas, bueno a hacer todo lo de la finca, y entonces un día estaba yo, en el 48, estábamos, había una señora que la habíamos llevado de aquí de Liberia de cocinera, una señora mayor ya, y teníamos que ir a dormir al monte fíjese. [¿Por qué?] Porque agarraban a balazos la casa, los contrarios [los calderonistas]. […] Ya le voy a contar lo que pasó. Fíjese que en ese día estábamos ahí, yo no quería ir a dormir al monte, porque como le decía yo a la señora: -no señora si es que cuando yo nací, la partera dijo es varón, entonces yo no me voy a correr30 – y ella llorándome, pero mire llorándome: – vamos papito, vamos, vamos a dormir porque esta gente nos va a matar-. Mire, estábamos en eso cuando unos balazos [énfasis], y como le digo, la casa era de dos plantas, entonces las balas cruzaron así por arriba, y bueno nos fuimos yendo que fuimos a parar como tres kilómetros en la montaña y, entonces debido a eso, como decimos vulgarmente, yo vivía con sangre en el ojo31. Entonces para la guerra del 55 yo me fui a presentar voluntario a la comandancia”.
Leemos claramente la centralidad que don Pablo otorga a su hombría, herida por los acontecimientos que cuenta. Sobre ello, existen varios registros. Por ejemplo, mediante el análisis de producciones literarias, Samuel Stone propone que en los hombres de las clases dirigentes centroamericanas, desde la época de la conquista hasta los tiempos del sandinismo, estaban presentes actitudes machistas tales como la severidad, el alcoholismo, el valor masculino. Pero también reconoce la presencia de sentimientos, culturalmente signados como femeninos, como el miedo y amor32.
Por su parte Dennis Arias, en su trabajo sobre nazismo, autoritarismo y violencia, plantea que Vicente Sáenz fue un hombre marcado por los sentimientos violentos, una agresividad que se anteponía al miedo, y que llegó a manifestar físicamente contra sus adversarios33.
Y claro, Bourdieu otorgó particular relevancia al papel de la guerra, asegurando que los hombres están socialmente formados para: “[…] dejarse atrapar, como unos niños, en todos los juegos que les son socialmente atribuidos y cuya forma por excelencia es la guerra34. ” La afirmación anterior sugiere la imposibilidad de la masculinidad, que no deja de ser, en cierto sentido, una fantasía; pero al ubicarla en el terreno de lo lúdico, trivializa y desdramatiza, según pienso, la violencia que conlleva las diversas formas de masculinidades.
Sí, el desafío a su sentido de masculinidad parece haber sido lo que más dolió a don Pablo, quien decide inscribirse, en el año 1955, como soldado. Para agregarle dramatismo al hecho, durante ese año muere su abuela, defunción que asocia con su decisión de alistarse para pelear. Poco después fallecería su abuelo, a los 84 años de edad:
“En el 55 sí, entonces me dieron un, un Mauser, un M1 y 200 tiros y nos fuimos, cuando los aviones, cuando los aviones; porque nosotros, la casa de mi abuelito, está a 100 varas de la comandancia, en Liberia; y entonces yo tenía un caballo, yo venía de la finca a tomar café, verdá, y yo tenía un caballo amarrado en un palo de Guachipelín, cuando venía un avión mire, y metralló la comandancia y se vino metrallando ahí, casi me matan el caballo, se veían los huecos ahí donde las balas caían, ahí las ametralladoras. […] No, no, no, no [se ríe] ni quiera Dios, verdá; y entonces, unas gallinas que tenía una tía mía ahí, le mataron un poco de gallinas ahí”.
Su risa ante el recuerdo de la muerte de las gallinas de su tía puede encubrir los sentimientos de temor, a los que se refiere más adelante, que le afloraron frente a ciertos acontecimientos35.
Para él, la guerra trajo consecuencias terribles: “Claro que sí mamita36, porque fíjese que como le digo, yo me quedé solito en la finca, y un día yo me fui a recoger el ganado, y hay una vaca que nombramos “malparida”, que aborta, entonces me la traje yo para ponerle una inyección al corral. Cuando estaba yo ahí, llegó un montón de gente, de los calderonistas a caballo, y con rifles, como 50 [énfasis seguido de un silencio] y diay yo solito, diay, y casi me puse a llorar ahí [se ríe], solito. Entonces un señor, que Dios lo haiga perdonado y acaso lo perdonó, se llamaba Santiago Rodríguez, que era el capitán, de esa tropa; ellos andaban, este, robándole cosas a los ulatistas; y entonces, le dice el viejo a los que andaban con él – agarren esas 2 vacas – le dice – que están ahí – les dice – las dos más grandes, para que las llevemos para que las comamos -, y entonces se llevaron la vaca que iba “malparida”, enferma, mire, se la llevaron y se la comieron, las 2 vacas, entonces claro yo vivía, yo ya era hombrecito [énfasis] y ya vivía yo con sangre en el ojo”.
Como quedará claro, estas vivencias conllevaron sentimientos de miedo apegados a un profundo odio: “yo odiaba [énfasis] a los calderonistas. […] Pues, sí miedo, verdá, porqu2 vacas – le dice – que están ahí – les dice – las dos más grandes, para que las llevemos para que las comamos -, y entonces se llevaron la vaca que iba “malparidaâ€