Ficha n° 2013

Creada: 13 agosto 2008
Editada: 13 agosto 2008
Modificada: 13 agosto 2008

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Autor de la ficha:

Jorge ARAUJO

Publicado en:

ISSN 1954-3891

El Racionalismo.

Extracto de un periódico católico salvadoreño de 1880
Autor:
Un periódico católico
Fecha:
1881-06-19
Texto íntegral:

1El Racionalismo.

2El error mas funesto de nuestro siglo y por desgracia el más generalizado, es el racionalismo.
Este es el sistema que, negando la revelación divina, se esfuerza en comprender y explicar los misterios religiosos con solo la luz de la razón natural.
De esta definición se deduce claramente que el racionalismo, no solo dista mucho, sino que se opone diametralmente al perfeccionamiento de la inteligencia humana.
Porque la razón natural, como su mismo nombre lo indica, tiene por objeto las verdades naturales, tiene que obedecer las leyes de su íntima naturaleza, y concretarse a los límites de su propia esfera.
Este uso natural de la razón natural es el que proporciona al hombre el noble dominio que lo hace rey de la naturaleza y los triunfos brillantes que cada día obtiene en las ciencias y en las artes.
Pero cuando esa misma razón es trasladada de las verdades naturales á las sobrenaturales, cuando usa de medios inadecuados ó cuando pretende abarcar entre su limitada comprensión lo infinito y lo eterno, entonces su poder cambia en debilidad y deja de ser la luz que dirige, para convertirse en la sombra engañosa que extravía al hombre. Porque es una ley invariable, que todo ser fuera de su elemento natural y trasladado á otro extraño, se debilita y languidece, degenera y muere.
Este es precisamente el funesto mal de racionalismo. Él hace que la razón natural se lance sola al órden sobrenatural; y que lucho consigo misma para emanciparse de la ley de su propia naturaleza y para romper la dependencia necesaria que en la categoría de los seres tienen la razón humana de la razón divina. El racionalismo es la proclamación teórica y práctica de esa independencia absoluta, ó mas bien, la insurrección de la inteligencia criada contra la inteligencia creadora. Es el orgullo intelectual que desvía la inteligencia del foco eterno de toda luz, y del limpio manantial de sus conocimientos verdaderos.
Los dos principios fundamentales del racionalismo, son: 1º. Que la razón humana es suficiente para conocer todas las verdades: 2º. Que nada debe creer y admitir aun en religión, sino solo aquello que puede entender y explicar.
Esta es la fórmula de la moderna incredulidad que desconoce la intervención sobrenatural de Dios en la vida del hombre y en la marcha progresiva de la sociedad.
Pero esas dos débiles bases sobre que se levanta el racionalismo caen al mas ligero golpe de la lógica, y todo el sistema se desmorona en ridículos fragmentos.
En efecto: la historia y la experiencia enseña que la razón individual, por muy superior que se la suponga, si se le considera aislada, nada ó poquísimo vale por sí, y necesita de la acción social y del concurso de otras inteligencias para su lento desarrollo.
Además, es un hecho que hay inmutables verdades aun del orden natural que están absolutamente fuera del alcance de la razón. “El más luminosos conocimiento de la razón, dice Pascal, es conocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”. Es muy claro que no puede tener ni toda la extensión, ni toda la perfección del conocimiento; porque ni puede conocer in actu todas las verdades conocibles, ni conoce todo lo conocible de un objeto por pequeño que sea.
Ni el mismo Dios puede hacer que la razón humana conozca todo lo conocible; porque Dios no puede crear una razon humana infinita.
El segundo principio es del todo falso, aun en el orden natural: mucho más en religión.
Porque si la razon solo debe admitir y creer lo que puede comprender y explicar, es necesario que niegue y rechace innumerables verdades que vè y palpa en el mundo sin comprenderlas y explicarlas.
Los mecánicos y físicos mas inteligentes no han podido conocer y explicar la ley del movimiento contínuo, la íntima naturaleza de los seres, aun de los mas usados como la luz, el fuego, la electricidad, etc. Ni la causa de muchos fenómenos que se ven todos los días.
Los naturalistas mas sabios no han podido explicar la esencia de la vegetación de las plantas, del desarrollo animal, de la nutrición, la divisibilidad de la materia, y otros mil misterios de la naturaleza.
Los filósofos mas insignes no comprenden la íntima comunicación del alma y el cuerpo, la esencia del espacio y del tiempo.
Las ciencias no han podido penetrar aun en los arcanos de nuestro propio ser: el sueño, el sonambulismo, la locura: la formación del cuerpo humano, su desarrollo, su muerte, son misterios impenetrables.

3[página 2]

4¿Y el racionalista negará y rechazará todo esto, solo porque la razon no puede comprenderlo y explicarlo? Que el racionalista tome en su mano el insecto mas pequeño, ó levante la hoja mas despreciable que huella su pié, y que descifrando los mil misterios que se ocultan en ellos, demuestre al mundo donde està la suficiencia de su razon y hasta donde se extiende el dominio de su inteligencia.
Si así tiene que humillarse ante un insecto y ante una hoja, ante un cabello de su cabeza, ante una arena ¿cómo pretenderà descifrar y analizar los augustos misterios de la Divinidad?
¿Qué extraño es que se hallen misterios insondables en la religión que es la ciencia de Dios, si encontramos esos mismos misterios insondables en todas las ciencias y en todos los seres aun en los mas pequeños?
Una religión sin misterios no es verdadera religión: porque no es digna del Ser infinito. Si la razón del hombre alcanzara los misterios de la religión católica, ó aquella razon dejaría de se limitada como ès, ó esta religión sería la manifestación de un Dios proporcionado á la pequeñez humana.
Por tanto, si el racionalismo quiere ser consecuente con sus absurdos principios de suficiencia y soberanía, es necesario que se salga del mundo y vaya à donde no haya un solo ser que lo desmienta: ó que viva en el mundo negando todas las verdades, rechazando á todos los seres, y desmintiéndose á si mismo.
Pero si la razón humana es consecuente al sentimiento natural de su conciencia; si se inspira en los principios inmutables de su ser, y obedece sus impulsos naturales, tiene que caer de rodillas y adorar los dogmas con que la Religión le traza un bosquejo de la Divinidad.

Fuentes:

EL CATÓLICO. PERIÓDICO RELIGIOSO, CIENTÍFICO, LITERARIO Y DE VARIEDADES, AÑO I. San Salvador, Domingo 19 de junio de 1881. NUM. 3.